En el dorado Hollywood de los años cuarenta, el rostro de la actriz Gene Tierney (1920-1991) era deslumbrante, casi felino. Darryl Zanuck, legendario productor de la Fox, la llamó: “la mujer más bonita de toda la historia del cine”.
No tenía en la pantalla la excitación animal de Joan Crawford o Barbara Stanwyck y su belleza era hierática, pero aun así Gene Tierney lograría trabajar a las órdenes de ilustres directores como Fritz Lang, John Ford, Joseph von Sternberg. Otto Preminger (con él rodó Laura, tal vez el filme por el que más se la recuerde) o Jules Dassin. Tierney tuvo una nominación al Oscar en 1945, por su labor en Que el cielo la juzgue, una de las pocas ocasiones en que le tocó en suerte protagonizar a una “mala”, obsesionada por celos patológicos que terminarán causando la desgracia de todos los que la rodean.