Recién cuando el avión que regresaba de Miami rozó el cemento de Ezeiza, Patricia Sosa sintió que los martillazos que daba su corazón volvían a recuperar la categoría de latidos. Un viaje relámpago terminó en una carrera desesperada contra el cierre de las fronteras. Tres vuelos suspendidos, un retorno finalmente a Buenos Aires y una declaración jurada: la cuarentena sería en su casa de Córdoba, con el hombre con el que se casó y se divorció. Y con quien reinventa el concepto de noviazgo.
La historia de amor de Oscar Mediavilla y Patricia es elástica, mutante, giratoria. Puede no resistir análisis, pero es el vínculo irrompible de dos que se construyeron musicalmente juntos, que decidieron ser padres, que pusieron punto final a la pareja y que cuando estamparon la firma en el acta de divorcio, se miraron como quien sabe que algo queda pendiente.