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3/4/2019

Entrevista

Camila Sosa Villada: "El defecto del progresismo es que siempre ve al enemigo afuera"

Entre vivencias propias y ficción, retrata amores, vínculos y heridas de las travestis que se prostituyen en un parque, en su novela "Las Malas".  

Camila Sosa Villada: "El defecto del progresismo es que siempre ve al enemigo afuera"
Camila Sosa Villada: "El defecto del progresismo es que siempre ve al enemigo afuera"



“En esa casa travesti, la dulzura puede hacer todavía que la muerte se amedrente”, escribe Camila Sosa Villada en Las malas. Esa casa es nido y abrazo para las travestis que trabajan en el Parque Sarmiento, en Córdoba capital, en noches donde las zonas oscuras son reservadas para ellas, cuyos cuerpos buscan todos: solteros, casados, jóvenes, viejos, ricos, pobres. En esa casa que lidera la Tía Encarna, ellas lloran penas de amor, o se curan los golpes que les dan la policía o los clientes. Ahí arman una familia. Esta novela publicada en la colección Rara Avis (Tusquets), dirigida por Juan Forn, bien podría ser una especie de Cien años de soledad cruzada por los fulgores de un texto de María Moreno, pero no, ni así se puede resumir la receta de esta historia que cuenta la iniciación de Camila en ese universo donde en medio de la exclusión total se tejen redes que fundan hermandades. ¿Cómo es el recorrido de alguien que se traviste en el pueblo, que se va para no morir en él, que estudia en la universidad pero ingresa a la prostitución en los rincones más oscuros de la ciudad y luego vive para contarla? Con los bordes de la ficción difuminados, con los recortes caprichosos de la memoria y una prosa que reúne sutileza, brillantina y la poesía más fresca, Sosa Villada, cordobesa, actriz, escritora, cantante cuenta sobre eso que pocas veces se mira.

“Recién estamos saliendo de mercurio retrógrado, ¿viste?”, dice para explicar que hay que tener cuidado con que el grabador no juegue una mala pasada. Y ríe después con un suéter diseñado por ella, sentada en un bar de Palermo. Ríe al escuchar el mote “de culto”, pero hay mucho de eso: los primeros pasos pueden rastrearse en el 2009, cuando hizo Carnes tolendas, donde fusionó la poesía de García Lorca con biodrama alimentado por los textos que producía cuando ejercía la prostitución. La obra que fue un éxito y de los escenarios cordobeses saltó a varios festivales. Le siguió El cabaret de la Difunta Correa que le nació luego de participar en una conmovedora charla TEDx donde contó sus años compartidos con las travestis que trabajaban en el Parque. Un discurso emotivo y descarnado, con el alivio también de quienes logran liberarse de algo. “Yo digo que dejé la prostitución porque mis viejos hicieron una promesa a la Difunta Correa y después yo hice Carnes tolendas, me empecé a hacer más conocida y dejé la profesión. Por supuesto, no es verdad. Pero me gusta decirlo”, cuenta y agrega: “Mi conocimiento de literatura es muy pobre; sólo dispongo de esa historia, que la viví así para poder escribirla. Me hice actriz, hice todo lo que hice para poder hablar en algún momento de eso. Es una vida diferente. Me di cuenta de que era una particularidad, y una forma de conocimiento que había hecho también con el cuerpo”.




El cuerpo de Sosa Villada sabe. En Las malas escribe: “La Patria es también la huella del odio dejada sobre el cuerpo de las travestis”. Pensemos en su infancia, en un pueblo cordobés de cinco mil habitantes a mediados de los noventa, donde vivió hasta que decidió ir a Córdoba Capital para estudiar Comunicación: “No podía quedarme más allá. O me iban a matar, o me iba a matar mi papá o me iba a suicidar”, dice. En esos primeros años, la lectura y la escritura fueron su abrigo: “Esto de ser una persona que leía mucho o escribía me servía como salvoconducto. Un homosexual podía vivir así. Lo que no podía hacer era travestirme. Siendo un maricón que leía y escribía era respetado en el ámbito de la escuela, de mi familia. Era un gran refugio. Después se perdió porque fui más allá y empecé a travestirme, eso fue para ellos imperdonable”.



–¿Cuándo empezaste?

–A los 14, 15. Me ponía rimmel para ir a la escuela. Llegaba con unas pestañas así –gesticula–. Era tremendo. Ahí no me lo perdonaron. Pero yo continué.

–En un momento borraste el blog La novia de Sandro, donde contabas lo que pasaba con los clientes del Parque. ¿Por qué?

–Cuando me hice conocida con Carnes tolendas lo borré porque me daba vergüenza que se supiera que había sido prostituta. Quería dar la imagen de que las travestis podíamos hacer otra cosa. No estaba preparada para hacer eso. Después estaba en pareja, muy querida, y sentí que podía decirlo y que eso podía repercutir de alguna manera en los corazones, que podían llegar a tomar dimensión de algunas cosas en torno a la vida de las travestis.

–En Las malas las mostrás con luces y sombras… 

–Podría haber caído en el riesgo de que estas heroínas fueran sin manchas pero yo quería decir que también éramos dañinas. Me parece que en la capacidad de hacer daño hay una posibilidad de visibilización.

–En el libro sobrevuela cierta crítica a la hipocresía del progresismo ¿Es algo que te molesta especialmente?

–Yo creo que el progresismo está muy equivocado. Me da la sensación de que se encuentran enemigos públicos muy fácilmente, para un lado y para el otro. Tienen los enemigos muy puestos afuera. Me ha costado mucho encontrarme con personas auténticas dentro de una resistencia al neoliberalismo, que es como un enemigo claro que tenemos, o el patriarcado, y me da la sensación de que mientras no se hace ese ejercicio de buscar adentro se pierde muchísimo en ese camino. El problema no es qué presidente está arriba, el problema es que tenés a tu vecino, a tu papá, a tu mamá, que no lo entienden, que no entienden lo que se hace sobre el lenguaje en este momento histórico, por ejemplo. Ese es el gran defecto del progresismo.



–En Twitter recordaste a los 400 desaparecidos de la comunidad LGBT ¿Molestó en ciertos sectores?

–La sociedad es homo odiante, transfóbica. Es muy sencillo. Hay un número que nunca se consideró: estos 400 desaparecidos. La sugerencia es que nos incluyan; no que nos desaparezcan entre los 30 mil. Son re progres pero les molesta que reclamemos un espacio en una historia que nos ha desaparecido.

–¿Qué fue de la vida de las travestis que conociste en el Parque?

–Es una vida muy transparente, se diluyen muy fácilmente. Cuando hicieron las reformas en el parque y lo empezaron a iluminar y la familia pujó para ocupar ese espacio que hasta entonces ocupábamos nosotras, nos dispersamos y no había WhastsApp, Facebook, Instagram. Después nos encontrábamos de casualidad. Muchas murieron, además, porque eran minas grandes, otras se fueron. Es difícil encontrarse con un pasado que además era tan impreciso, que no tenía de dónde agarrarse más que de ese punto de encuentro.

–¿Con qué lecturas dialoga tu novela?

Formas comunes, de Gabriel Giorgi, me hizo sentir habilitada. Yo decía que me iban a tomar por ingenua por creer en la magia, en esto de que las travestis se podían convertir en otras cosas, pero a la vez es algo que pienso hace mucho, sobre lo sagrado para las travas y para mí, y está vinculado a la expulsión. Además de sacarnos de nuestras casas, mandarnos a prostituir, tener una expectativa de vida muy corta, de 35 años, nos sacaron la posibilidad de tener una mística como comunidad, una práctica espiritual sobre algo, como esto de ir por la calle y ponerme el rimmel a las siete de la mañana en el pueblo; eso que para otros son ritos. Es un poco cursi también pensarlo: a qué diosas le rezábamos, en qué creíamos, qué nos movía espiritualmente. El libro me dio la posibilidad de pensar que eso no estaba mal.

–¿Qué valor le das a la intuición? Hablás de ella en la charla TEDx.

–Sigo a la vida. Me hago caso en lo que intuyo. A mí me resultó muy sencillo organizar un sistema de vida, un fluir. Hago lo contrario a lo que me dicen. Y siempre me ha funcionado. Una travesti que tuvo la posibilidad de trabajar en la calle para insertarse en la sociedad y blablablá, se supone que debería ser un poco más sumisa, más elegante, con más capacidad de decir que sí, y a mí siempre me ha servido decirle que no a todo. Cuando todos están muy de acuerdo con algo, yo sé que es un gran error y hago lo contrario.



–¿Cómo se aprende eso?

–Me parece que los niños se guían así, cuando les cae bien una persona es porque les cae bien. Hoy creo que eso se desaprende. Te enseñan a formatearte, a no hacerle caso a tu intuición, a responder adecuándote. Es muy duro ser diferente, es una cosa muy triste, porque además te explican el mundo en esos términos. Y las personas que son diferentes terminan muy relegadas. Las travas son el ejemplo más claro que cómo hacerse caso te puede terminar por matar, y sin embargo lo hicimos.  

Una voz singular

La Falda, Córdoba, 1982. Estudió Comunicación Social y la licenciatura de Teatro de la Universidad Nacional de Córdoba. En 2009 estrenó su primer espectáculo unipersonal, Carnes tolendas, retrato escénico de una travesti. Trabajó como actriz en cine y teatro. Publicó los libros La novia de Sandro (poemas, 2015) y El viaje inútil (ensayo autobiográfico, 2018).



Fuente: http://www.clarin.com/cultura/camila-sosa-villada-defecto-progresismo-siempre-ve-enemigo-afuera_0_Gqpa7ZFqu.html