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La murga como expresión popular siempre es un reflejo de una época y un lugar. Y Araca la Cana, la legendaria murga uruguaya, sabe muy bien de qué se trata eso de retratar las alegrías y pesares de su pueblo con un lenguaje artístico. Más que un grupo de murga, es una institución que está cumpliendo noventa años de historia y que atravesó tiempos de democracia y dictadura; días de crisis y bonanzas. En definitiva, un reservorio de identidad y memoria colectiva de un país. “A Araca por algo le dicen ‘la Bruta’, porque cuenta las cosas de un modo directo. Incluso en algunos tiempos fue acusada de panfletaria, como si eso fuera algo malo. Pero a veces tenés que decir las cosas con nombre y apellido y de manera directa”, sostiene Fernando de Moraes, director y arreglador coral de Araca la Cana, que se presentará este sábado 7 de junio a las 21 en el Teatro Ópera (Corrientes 860).
“Además es una murga que es impermeable a los títulos y premios que da el concurso. La murga solo ganó tres veces en los 90 años”, precisa de Moraes. “No es una asidua participante de la liguilla (la última etapa del concurso). Y una murga que ha tenido tantos ‘fracasos’, ha tenido también muchísimo éxitos más allá de eso. Por ejemplo, en 2000 fuimos declarados visitantes ilustres de la Ciudad de Buenos Aires. Entonces, todo lo que el sistema del Carnaval -prensa y jurados- le ha negado a Araca la Cana se lo ha dado el público, no solamente acá en el Uruguay. Y ésa es la bandera más importante. Hay grupos que salen y si no ganan en cinco años no salen más. Porque salen por ganar un premio. Pero Araca la Cana sale por otras cosas”, distingue.
Araca la Cana tiene sus orígenes en el invierno de 1934 con un grupo de canillitas del Paso del Molino, barrio proletario al oeste de Montevideo. “A la gente le gusta verse reflejada en el que está arriba del escenario. Hay una consustanciación entre el público y lo que ve arriba del escenario. Todos podemos hacer murga, es un fenómeno muy inclusivo”, resalta de Moraes. Con 17 integrantes en escena, Araca ha tomado muchas canciones del repertorio popular latinoamericano y “las ha murgueado”, como "Marcha de la bronca", de Pedro y Pablo; el tango "Cambalache" o "La maldición de Malinche". “En el Ópera vamos a hacer una muestra de lo que mostramos en el último carnaval: presentación, retirada, popurrí y cuplé. No todo porque sería muy extenso”, adelanta. Y en la segunda parte del show interpretarán una serie de canciones que reflejan la historia de la murga, como "Saludo del ‘37", "Compañera" y "Por ser tan pocos", entre otras.
-Si bien pasaron noventa años y sus fundadores ya no están, ¿cuál creés que es la clave para sostener una murga con esa identidad durante tantos años?
-Lo primero que tenés que tener es la bendición del público. Hay murgas que tienen raíces muy populares y Araca la Cana es una de ellas. Segundo, hay que adaptarse a los cambios que sugiere la evolución de la cultura. Hoy por hoy con el tema de las plataformas de streaming, como Netflix, si vos no lográs enganchar en los primeros minutos de actuación la gente se te borra, porque está acostumbrada a tener cien películas para ver y si en los primeros cinco minutos no le gusta, cambia. Es todo más dinámico. Si hiciéramos lo mismo que en los ochenta a la gente no le gustaría.
-Araca atravesó diferentes períodos políticos y sociales: la dictadura, la vuelta de la democracia, la globalización. ¿El sello distintivo de la murga tiene que ver con la conexión con lo social y popular?
-Sí, pero además hay una cuestión que la gente valora mucho -y que valoraba sobre todo en épocas de la dictadura-: el murguista ponía su cuerpo también. Relataba lo que la gente quería escuchar, pero el que "sufría" era la persona que ponía su rostro. Muchos de nosotros perdimos trabajos. Porque de pronto el dueño de la empresa o lo que sea no quería tener problemas con tener a un integrante de Araca. Tuvimos esas vicisitudes, que no fueron las peores. Peor la pasó la gente que sufrió el exilio o la cárcel. En ésa época tuvimos que lidiar con esas cosas, la murga era una declaración política. Era impactante, porque provocaba en algunos casos el aplauso y en otros, el rechazo.
-Entonces, ¿es indisociable la conexión de la murga con lo social y lo político?
-Hay murgas que eligen otros caminos, quizás más basados en el humor o la sátira. A Araca la Cana por algo le dicen "la Bruta" porque cuenta las cosas de un modo directo. Incluso en algunos tiempos fue acusada de panfletaria, como si eso fuera algo malo. Pero a veces tenés que decir las cosas con nombre y apellido y de manera directa. Otras veces te podés permitir la metáfora. Creo que la gente lo sigue valorando; sabe que Araca es una murga que está acá y que va a decir esto de esta manera. Siempre hay poesía en el mensaje directo.
-¿Cuáles son las inquietudes de la murga en esta época?
-Nosotros estamos en un momento difícil para lo que es la vida de los más necesitados. El costo de vida en Uruguay es alto. Y sobre todo ahora nos estamos malacostumbrando a ver ciertas cosas que antes no veíamos aquí en el Uruguay, como gente durmiendo en la calle. Es parte del paisaje caminar por 18 de Julio y ver personas que se hacen una casita de cartón y duermen a la intemperie en estos días de frío. Y lamentablemente ya no es noticia eso, es parte de la escenografía de la ciudad. Ése es un tema que hay que visibilizar. Uruguay ha pasado por un gobierno que ha dejado sus secuelas, ahora tenemos otro gobierno. Si Araca la Cana tiene que criticar a un gobierno de izquierda lo hace. En 1997, cuando la murga obtuvo el primer premio, hacíamos una crítica al dirigente frenteamplista ya fallecido Danilo Astori. Porque la murga entendió que había que criticarlo, aunque a algunos no les gustara. Los partidos son formados por hombres y mujeres que aciertan y erran. Obviamente que nosotros estamos del lado de esa izquierda, pero eso no quiere decir que hagamos oídos sordos a cosas que nos parece que se deberían hacer de otra manera.
-Acá en Argentina nos estamos acostumbrando a que la Policía todos los miércoles reprima a los jubilados que marchan para pedir un aumento de los haberes. ¿Esos ecos llegan a Uruguay?
-Sí, nosotros vivimos toda la carrera del presidente Milei como el vecino que sin querer mira la casa de al lado. Y preocupados por cómo llegó, por lo que dijo que iba a hacer y por lo que está haciendo. Porque si bien no estamos empapados en la política argentina, vemos cosas en el país que parecen salidas de una película, como lo que pasó con el juicio de Maradona. En algunos aspectos vemos estupefactos lo que pasa en Argentina. Por otro lado envidiamos la manera que tienen de protestar y salir a la calle, que es algo que acá no sé si se ha perdido, pero los uruguayos estamos muy cómodos criticando por internet. Y eso nos preocupa. Y algunas manifestaciones que hay, como la Marcha del Silencio, son ninguneadas por la derecha; instalan temas que no son ciertos o tergiversan el objetivo de la marcha. Además de pedir respuestas sobre los restos de los desaparecidos, también es decir no al terrorismo de Estado. Pero hay gente que dice que eso divide a la población. Yo creo que une.
-¿La murga tiene el desafío de convertir o trasmutar los pesares en un ritual de celebración y festividad?
-Sí, porque es parte de la murga. Araca la Cana ha hecho del humor político una bandera. Y el humor político también es muy divertido, porque podés satirizar. A veces desde el humor podés decir cosas más contundentes que desde la crítica directa. La murga es una fiesta; la murga actúa, baila, canta e interpreta. Hay teatro callejero. Hay muchas artes que confluyen en un escenario para que suceda el fenómeno murga. Ese es uno de los secretos. Además, los que la integran son personas comunes y silvestres. No tenés que ser músico ni cantante. Obviamente hay músicos, pero hay un escribano, un desocupado, un cuidacoches, un estudiante. No hay límites en cuanto a la edad, un gurí de veinte años puede salir al lado de uno de sesenta. Araca la Cana fue una de las primeras murgas que tuvo mujeres en su conformación. Ahora por suerte hay más, aunque no las necesarias. Siempre fue encargada de romper los moldes de la época. En cuanto al humor cada conjunto elige de qué reírse. Nosotros entendemos que esa libertad no se puede perder.
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