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22/5/2025

"Un hombre diferente", el baile de las identidades

Protagonizado por Sebastian Stan, el film tiene varios puntos de contacto con "La sustancia", aunque recorre caminos muchos más sinuosos y ambiguos.

Edward (Stan) es un actor mediocre que padece neurofibromatosis
Edward (Stan) es un actor mediocre que padece neurofibromatosis


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Dirigida por Aaron Schimberg

"Un hombre diferente", el baile de las identidades

Protagonizado por Sebastian Stan, el film tiene varios puntos de contacto con "La sustancia", aunque recorre caminos muchos más sinuosos y ambiguos.

Un hombre diferente - 7 puntos

(A Different Man, Estados Unidos/2024)

Dirección y guion: Aaron Schimberg

Duración: 112 minutos

Intérpretes: Sebastian Stan, Renate Reinsve y Adam Pearson

Estreno en la plataforma Mubi.

Es probable que el inesperado éxito de La sustancia le haya jugado una mala pasada a Un hombre diferente, obligándola a permanecer en las sombras durante buena parte de la temporada de alfombras rojas de Hollywood. Tanto la de la francesa Coralie Fargeat como la del estadounidense Aaron Schimberg son películas hermanadas por varios aspectos. El más evidente es el uso de prótesis faciales en sus protagonistas, una reputada actriz devenida en conductora televisiva en el primer caso y un actor con poca suerte y talento en el segundo. En común tienen también el utilizar esas prótesis como elementos centrales en la búsqueda de tensionar la idea de belleza, así como también el apelar al imperecedero concepto del doble. Pero si una recurría al body horror y a la ciencia ficción para construir un alegato incendiario un tanto obvio sobre la cultura del descarte, el tercer largometraje de Schimberg recorre caminos mucho más sinuosos y ambiguos, menos clausurados a una única interpretación posible.

Edward padece neurofibromatosis, un trastorno genético que ha llenado su rostro de tumores, deformando su rostro al punto que muchos podrían catalogarlo como monstruoso. Durante un viaje en subte, presta atención a cómo algunos lo miran con morbosa fascinación, mientras otros esquivan. Qué ves cuándo me ves le preguntará a su nueva vecina, una bella dramaturga que, lejos del espanto, encuentra en él un sostén y un compañero de cenas y desayunos en esos típicos barcitos con potes de kétchup de plástico en el centro de la mesa. Hay un pequeño acercamiento que Edward (un Sebastian Stan con el rostro cubierto de prótesis), confundido, interpreta como un acercamiento amoroso, una posibilidad que ella se encarga de desmantelar. Porque a Edward nunca antes le había tocado la cara.

Su ánimo está siempre por el suelo y él, muy probablemente deprimido, como demuestra su imposibilidad crónica de solucionar una gotera que carcome cada vez más superficie del techo. Hasta que, como en La sustancia, aparece un posible milagro, en este caso con la forma de tratamiento experimental al que Edward, sin mucho que perder, se somete. Menuda sorpresa se lleva cuando una noche, frente al espejo, los colgajos de piel se aflojen y él los arranque, develando así un nuevo rostro. Y, con él, el principio de una nueva vida, porque a partir de ahora dirá llamarse Guy y se presentará como un amigo de Edward, quien acaba de fallecer. ¿Qué mueve a ese hombre a negar quien fue? ¿Por qué no seguir con su vida, cuando ahora las proyecciones a futuro son indudablemente mejores? Misterios que la película elige, sabiamente, no revelar.

Con sus imágenes granuladas a raíz de haberse filmado en Súper16mm, Un hombre diferente reencontrará a Guy convertido en as de la venta de bienes raíces, sin vestigios de su vida pasada. Hasta que el pasado vuelve, como casi siempre, con la forma de una mujer. Y no cualquiera, porque es aquella vecina dramaturga. Él la sigue para comprobar que está haciendo una obra basada en sus recuerdos con él, o sea, con Edward. Para sumarle complejidad al asunto, Guy se presenta al casting y resulta elegido, justo antes de que aparezca en escena un tal Oswald, cuyo rostro es muy parecido al de Edward.

Lo que cambia es su actitud: el tipo es simpatiquísimo, seductor, vive de rentas por unas buenas inversiones que hizo en la universidad y se dedica a casi todo. Nunca actuó, aunque poco a poco irá involucrándose en el proceso creativo, a tal punto de desplazar a Guy. Con Oswald (Adam Pearson, que efectivamente padece neurofibromatosis) se configura el tablero de esa ambivalente y por momentos incómoda película con paradas en terminales donde la ironía y el doble sentido estarán a la orden del día. 

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Fuente: https://www.pagina12.com.ar/827933-un-hombre-diferente-el-baile-de-las-identidades