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Borreroak Baditu Milaka Aurpegi. En 1993, la edición en Argentina del cuarto disco de Negu Gorriak fue no solo un mazazo sonoro sino también una clase acelerada de euskera, el idioma vasco que Fermín e Iñigo Muguruza levantaban como bandera desde los tiempos de Kortatu. Esa frase, "El verdugo tiene mil caras", se aplicaba al estado de las cosas en el final del siglo XX, pero lamentablemente tiene una ardiente vigencia hoy. Por eso Fermín no calla desde el disco Kortatu (1985), ni cuando el sistema judicial español lo persiguió y procesó por cantar a viva voz sobre las injusticias del mundo y, especialmente, las difíciles cuestiones políticas del País Vasco.
Negu Gorriak pasó a retiro en 1996, no sin antes trabar amistad con referentes argentinos como Todos Tus Muertos y Los Fabulosos Cadillacs. Fermín siguió como solista, pero en la previa de la pandemia pareció amagar con el retiro. La muerte de Iñigo en 2019 fue un duro golpe, pero quienes se acerquen este sábado 24 a C Art Media se podrán dar un festín con la gira 40 aniversario que lleva el explícito título de Hachas vascas contra la motosierra. Un interesante antídoto para estos tiempos, tan distintos y a la vez parecidos a otros del pasado.
-Las canciones son como máquinas del tiempo. Un concierto retrospectivo te pone en contacto con ese momento, una situación, una sensación particular. ¿Qué cosas te pasaron al revisar tus canciones y reencontrarte con esos Fermines más jóvenes?
-Sí, tengo catalogada de alguna manera mi vida por diferentes capítulos, los discos que fui grabando, las giras, las películas que iba haciendo. Cuando pensaba esta gira decía que como mínimo habría una canción por disco; con el disco me iba esa época, repasaba cada canción y cuál quería hacer, con la que me iba a sentir más cómodo, la que no había perdido actualidad o podía tener un significado especial… fue un ejercicio de memoria histórica. Repasar qué cantaba en ese momento, cómo la escribí, cómo la compuse, cómo la llevamos al local de ensayo. Es una gira que ha sido muy difícil arrancar porque no tengo a mi lado a mi hermano Íñigo, y todo este repaso por esas canciones me ha traído muchos recuerdos de cómo trabajábamos juntos, cómo vivimos juntos, de la infancia, de nuestra vida. Pero ha sido un proceso precioso.
-Debe haber sido difícil elegir una canción por disco, una masacre en tu cabeza…
-(Se ríe) Ha sido difícil, sí… lo que ocurre es que algunos discos tienen más representación y otros menos. El disco tiene mucha importancia, entonces… no lo definiría como masacre, pero sí que ha habido este término que en cine se llama kill your babies, mata a tus bebés. Y aún y todo vamos a estar en un concierto que roza casi las tres horas, una cosa descomunal con una banda de diez músicos. Pero creo que le hemos dado una forma muy coherente a todas las canciones, para que no haya ningún salto. Sí hay diferentes estilos de música pero con esta maquinaria que hemos puesto en marcha, pues… todos los temas suenan muy muy muy infalibles.
-En algún momento hubo especulaciones más de afuera que tuyas con un retiro: dejaste la gestión del sello Esan Ozenki, hubo largos procesos judiciales que te persiguieron. ¿Seguís enganchado con esta necesidad de subirse al escenario?
-Es que cuando hice la gira de 2013 No More Tours (“No más giras”) todos dijeron aquí se acabó, pero cada nombre o consigna que lanzamos refleja el momento en el que estamos situados. Sí es verdad que al introducirme en el mundo audiovisual, hacer documentales, películas e incluso teatro, no sabía cuándo iba a volver o si iba a volver y cómo. Después vino la pandemia y tampoco lo tenía claro, pero volvieron todos los temas judiciales, ya no contra mí sino contra gente que me hacía un reconocimiento, y ahí dije tengo que salir otra vez. Por muchas censuras que me hayáis practicado, persecuciones, procesos judiciales, estoy aquí, tengo un repertorio vivo y lo voy a lanzar al directo. Esa va a ser mi forma de responder.
-Un concierto de esta clase, un repaso de tus convicciones, aparece en un momento especialmente necesario: el mundo hoy parece un lugar más peligroso que en los inicios de tu carrera. El avance de la ultraderecha… aquí se le impuso un embargo a una diputada de izquierda por señalar el genocidio del Estado de Israel en Gaza…
-Yo viví un momento muy duro, la dictadura de Franco que prohibió cualquier expresión de la cultura vasca. Tuve que aprender el idioma de joven y conocí la llamada transición, que fue una transacción también, porque hubo una ley de punto final. La política era la misma, los jueces eran los mismos, y el poder económico siguió en las manos de quienes lo tenían. Incluso el año en que cumplí 18 hubo un intento de golpe… pero cuando da la sensación de que tiene que haber una evolución de la especie humana, estamos en el siglo XXI y empiezas a ver ese auge de la extrema derecha con unos discursos desquiciados, y el neoliberalismo cada vez más salvaje. Y presenciamos el genocidio al pueblo palestino en Gaza y Cisjordania. No haber aprendido las decisiones que nos ha dado la historia, con ese otro genocidio del Holocausto, y de repente presenciar esto, o lo que pasa en República Democrática del Congo. Situaciones que dices ¿qué está ocurriendo aquí? Creo necesario que la gente de vieja escuela, los que tenemos una edad y que hemos estado militando durante años en frentes culturales (el musical, pero también cómics, programas radiofónicos, literatura, cine documental, de ficción y animación) tenemos que volver a la acción. Entender el desasosiego, el desánimo, incluso hasta el escepticismo que es una enfermedad muy fácil de contagiar, pero despertar y salir y decir “no señores, aquí estamos y no vamos a admitir que sigan con esas tropelías.”
-El gran desafío parece ser conectar con los jóvenes, quizá seducidos por un discurso que los más viejos sabemos falso, lleno de trampas. En el reciente Quilmes Rock pareció haber una reacción de ese público que parece ser la base electoral de esas derechas, que recibe un bombardeo permanente en las redes.
-Por eso una de las herramientas más útiles vuelve a ser la música. Con el tema de las redes hay una crítica que tenemos que hacer, pero también estamos conectados un montón de gente y me parece interesante. La música como arma que sacude a esta gente absorta en los nuevos influencers, de nuevas presiones a través de las redes sociales. Es decir “estás viviendo una burbuja, la realidad es esta, es que tus padres o tus abuelos no van a poder tener una jubilación digna, está pasando esto en estos países y tenemos que despertar porque el futuro es vuestro."
-¿Y qué ves en tus conciertos?
-Es muy interesante, hay una nueva generación que está viniendo, pensaba que no iba a atraerla pero es gente que por la influencia de la música que han escuchado en casa, a sus padres, a gente conocida pero mayor que ellos, dicen "no me quiero perder esto". Y se da una comunión tan grande y hay un sentimiento generalizado antifascista, antirrepresivo, tan grande con una bola de energía musical tan contundente como la que estamos ofreciendo que mucha gente sale revitalizada. Gente de nuestra edad pero un concierto transgeneracional. Está llegando esa gente joven que no reaccionaba, estaba en esa especie de letargo, como que las cosas ya no se pueden cambiar.
-Tu forma de trabajo siempre fue la autogestión. Hoy parece ser la norma; Spotify y YouTube son multinacionales, pero parece establecido un consenso de que la autogestión es el camino… lo cual lleva al problema de miles de músicos largando sus obras a un océano gigante. ¿Cuál te parece hoy la clave o por dónde van los caminos para los artistas?
-Yo he defendido siempre ese campo de trabajo, y para esta misma gira. Por supuesto también he tenido esos cantos de sirena de esos grandes grupos que se están encargando ya no solo a nivel discográfico, pero ya saben que conmigo tiene perdida la batalla. Incluso para realizar la gira, “venga Fermín. ya estás mayor, no te vas a poner otra vez a escribir a todo el mundo, te organizamos la gira en Latinoamérica y Europa”. Y no te voy a mentir, en un momento dije que sería genial, a organizármelo todo, delegar un poco. Pero dije mira, seguiré así y voy otra vez al ataque. En el País Vasco la autogestión siempre ha sido muy fuerte, y hay una nueva productora muy potente que también viene de la autogestión, prácticamente se les puede considerar alumnos míos porque yo los potencié también para que grabaran los discos con nuestra discográfica independiente. Entonces les dije mira, yo hago los primeros contactos y luego me apoyáis. Y vuelvo a Buenos Aires de la mano de 300, la gente que me ha organizado mis conciertos siempre y creo que eso también es una señal. Yo no vengo con Live Nation, no vengo con estas grandes corporaciones que hubiera sido más fácil o algún gran festival en los que si quieres verme tienes que pagar un dineral de entrada. El trabajo es pesado pero la satisfacción y el orgullo no lo quita nadie.
-Está claro que no te falta energía, pero el repaso cronológico de esta gira también podría llevar a pensar en una despedida. ¿Es así?
-La planteo como despedida, puede ser, pero igual es probable que haga un disco y después plantearme otro formato que me gusta, más de cercanía, en teatros o lugares más chiquitos. Esta gira, con esta banda, con este repertorio, puede considerarse una despedida. Pero volviendo a la autogestión, creo importante que así como mucha gente joven tire por ello y eso provoque una especie de atomización de la escena, hay que promover que se junten. La táctica colectiva es la táctica eficaz: que se animen a organizar conciertos, que se creen escenas juntándose con otras bandas.
-El concierto propone Hachas Vascas contra la Motosierra. ¿Qué impresión te producen personajes como Javier Milei, como Donald Trump, que están en la frontera de lo payasesco?
-A mucha gente que tenemos un nivel cultural nos hace gracia. Yo soy evolucionista, considero que el racismo, las actitudes homófobas tienen que ser cosas del pasado. Se han ido imponiendo una serie de actitudes, y cuando vemos a esta gente al principio nos reímos, y pensamos que va a ser imposible que esa gente llegue a encontrar espacio. Yo veía a Donald Trump y me moría de la risa, decía ¿de dónde ha salido este personaje? Luego te enteras que es un multimillonario que tiene detrás a Elon Musk, que creo que se va a postular a presidente. Y luego ves a Milei también y te ríes, pero claro, luego dices, no, cuidado, esto va en serio. Ese mensaje encima va calando, como “bueno, aquí sale un tipo que es capaz de decir las cosas como hay que decirlas”, y engancha a la gente, y millones de votos. No estamos hablando solo de personajes sino de sistemas de comunicación económicos que los promueven. Son como ofensivas que va teniendo, y en el mundo no hablamos más que de él. ¿Qué está pasando, qué tipo de estrategias? ¿Qué tipo de think tanks a los que les pagan dinero para pensar no solo cómo actuar en este momento, sino cómo van a hacer que esta gente detente el poder económico muchísimo más de aquí a 50 años? Son cosas que dan pavor. Al principio te lo tomas a risa, ya no son estos desfiles de nazis del siglo pasado, pero esas arengas también enganchaban. Y ahora son este tipo de desprecios, de insultar, el todo vale. Y nosotros los vemos salir con una motosierra, es muy brutal y te quedas pegado porque dices “¿y este loco qué está haciendo?”. Bueno, nosotros venimos del punk, también vamos a atacar el sistema. Aunque ya tengamos una edad, vamos a decirles, ¿tienes una motosierra? Pues nosotros venimos con hachas vascas, que no necesitan electricidad y vamos a destrozar la motosierra, vamos a abrir grietas en ese sistema que parece impenetrable.
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