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19/5/2025

Festival de Cannes 2025: memoria, identidad y origen

Las películas presentadas durante el último fin de semana no podrían ser formalmente más distintas. Y sin embargo tienen un hilo rojo en común, un lazo que las hermana y las aúna: el proceso de la memoria y la pregunta por la identidad y el origen.

Wagner Moura, excelente protagonista de "O agente secreto"
Wagner Moura, excelente protagonista de "O agente secreto"


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Films de Kleber Mendonça Filho, Richard Linklater y Lav Diaz

Festival de Cannes 2025: memoria, identidad y origen

Las películas presentadas durante el último fin de semana no podrían ser formalmente más distintas. Y sin embargo tienen un hilo rojo en común, un lazo que las hermana y las aúna: el proceso de la memoria y la pregunta por la identidad y el origen.

Desde Cannes

Hubo que esperar al primer fin de semana para que aparecieran las grandes películas, esas que siempre se esperan del Festival de Cannes. Salvo por la apertura de la sección Cannes Classics, con la versión restaurada de La quimera del oro, en celebración de su primer centenario, el comienzo no había sido particularmente auspicioso. El cine francés mostró inicialmente dos títulos sólidos -La Petite dernière, de la franco-tunecina Hafsia Herzi; el austero policial de denuncia Dossier 137, de Dominik Moll- pero que más allá de sus modestas virtudes no están a la altura de las expectativas de la competencia oficial. Sin embargo, bastó que llegaran O agente secreto, del gran director brasileño Kleber Mendonça Filho, y Nouvelle vague, homenaje a la nueva ola del cine francés de fines de los años ’50 a cargo del estadounidense Richard Linklater, para que la luz del mejor cine volviera a brillar en el Palais des Festivals. 

A priori, ambos films no tienen nada en común, salvo que concursan por la Palma de Oro que discernirá el jurado presidido por Juliette Binoche. Es más, se podría pensar que no hay films más distintos, en sus temas, en sus respectivos tonos, en sus maneras de abordar la materia cinematográfica. Y sin embargo tienen un hilo rojo en común, un lazo que las hermana y las aúna: es el proceso de la memoria y la pregunta por la identidad y el origen.

Ambientada hacia 1977, en plena dictadura militar brasileña, por entonces a cargo del general Ernesto Geisel (cuyos retratos adornan toda dependencia oficial), el nuevo film del director de Sonidos vecinos, Aquarius y Bacurau, se presenta en la superficie como un thriller político. Pero O Agente Secreto va mucho más allá de lo que sugiere su título y propone distintas lecturas no solo sobre lo que sucedió en aquel momento determinado, sino antes y también después.

El protagonista de la nueva película de Kleber Mendonça Filho se llama Marcelo (estupendo Wagner Moura) pero su nom de guerre es Armando. Llega a Recife, capital del estado de Pernambuco –locus ubi esencial de toda la obra del director- huyendo de una amenaza indeterminada. Como científico universitario, se opuso en San Pablo a un proyecto privado que pretendía sacar generosas ganancias aprovechando investigaciones financiadas con dineros públicos, y tiene fundadas razones para pensar que su cabeza tiene precio. En Recife, además, lo espera su pequeño hijo, con quien eventualmente piensa escapar del país, gracias a una red solidaria de amigos y militantes.

Pero en el Brasil de aquella época no todo era tan sencillo: policías corruptos, sicarios sueltos y un carnaval desbordado, donde los muertos se cuentan por decenas –sin distinción de excesos alcohólicos o represivos- hacen que la situación se complique para el protagonista, empeñado a su vez en ubicar durante su paso por Recife algún dato sobre su madre, una mujer invisibilizada a quien casi no conoció. Una segunda capa de relato transcurre en el presente: una investigadora universitaria quiere saber qué fue de Marcelo y de su hijo y para ello viaja a una ciudad que ya no es la misma: entre tantas otras cosas que la globalización se llevó, Recife perdió a los cines que contribuyeron a la educación sentimental del protagonista y de su hijo, que sufría pesadillas con solo ver el afiche de Tiburón.

Si el film de Kleber Mendonça Filho –primo hermano de Ainda estou aqui, la película de Walter Salles ganadora del Oscar al mejor film internacional 2024- es pura tensión, sin caer jamás en ningún convencionalismo, Nouvelle vague, la primera película íntegramente en francés del estadounidense Richard Linklater, es pura alegría, sin rendirse nunca a la autocomplacencia tan común cuando se hace cine sobre el cine. Aquí Linklater se dedica a contar un momento clave, que también tiene que ver con los orígenes y la identidad, en este caso del cine moderno: el rodaje, en 1959, de Sin aliento, que Jean-Luc Godard no podría haber hecho sin la ayuda de Truffaut, Chabrol, Rivette y varios más de sus compañeros de redacción de los Cahiers du cinema, pero que tampoco le debe nada a nadie que no sea su propio genio.

Y se trata –a diferencia del resentido retrato que Michel Hazanavicius había hecho de Godard en Le redoutable, que pasó sin pena ni gloria aquí por Cannes 2017- de un genio festivo, chispeante, sin duda soberbio, pero siempre inspirado, incluso para jugar y hacerle bromas a sus actores e incluso a su productor, Georges de Beauregard, que más de una vez está a punto de cancelar el rodaje de una película que no termina de comprender.

No se puede dejar de mencionar que Nouvelle vague es la segunda película de Linklater este año, quien en febrero pasado estrenó en la Berlinale la estupenda Blue Moon, sobre el letrista de Broadway Lorenz Hart, en una actuación consagratoria de Ethan Hawke. Pero si aquel film daba cuenta del fin de una amistad y de una época, ésta en cambio expone el comienzo de una nueva era, la de una revolución –la del cine de aquel momento- que fue pura energía, talento y creatividad colectiva.

En la historia del cine, hay directores fundacionales, que han contribuido a configurar la identidad nacional de un país, a darle gran parte de su voz y de su imagen: John Ford en Estados Unidos, Jean Renoir en Francia, Theo Angelopoulos en Grecia, Im Kwon Taek en Corea, Leonardo Favio en Argentina. A esta lista, que está lejos de ser exhaustiva, hay que sumar al filipino Lav Diaz (Mindanao, 1958), que trajo aquí a la sección Cannes Premiere –fuera de concurso- su épica más reciente, que como la mayoría de su obra también tiene que ver con el mito de origen de su país.

Se trata de Magellan, la leyenda del explorador y navegante Fernando de Magallanes, íntimamente vinculado a la historia de las islas que hoy son Filipinas, a las que llegó primero como adelantado de la corona portuguesa, hacia 1511, y luego, diez años después, circunnavegando el globo, como comandante de la corona española, para apropiarse de lo que entonces se denominaba la Isla de las Especias (hoy Molucas). Que en 1521, a punto de concretar una proeza náutica, muriera sin embargo a manos de un pueblo pacífico que se negó a someterse al yugo de la espada y la cruz españolas, es esencialmente aquello que le interesa narrar –siempre privilegiando los grandes planos generales, como si quisiera abarcar al territorio todo- al gran Lav Diaz.

Esa resistencia de un pueblo que nunca se rindió a la superioridad militar de las potencias occidentales es lo que está en el centro de Magellan, que tiene en Gael García Bernal un muy digno protagonista, y en el argentino Roger Koza la sorprendente encarnación de Afonso de Albuquerque, llamado por su beligerancia el “Marte portugués”, quien sin embargo, luego de una arenga a su diezmada tropa -un discurso imperialista como pocos- termina desplomándose por el suelo, presa de la fiebre, el alcohol y de una tierra que parece rechazarlo visceralmente. 

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Fuente: https://www.pagina12.com.ar/826932-festival-de-cannes-2025-memoria-identidad-y-origen