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A un año y medio de gobierno de Javier Milei todavía hay preguntas sobre las razones de su éxito político, sostenido con altos niveles de aceptación a pesar de lo errático de su gestión. Y si una clave está en mirar los yerros y las disputas internas del gobierno de Alberto Fernández, con los agravantes de la pandemia y la sequía, menos se reflexiona el por qué del acompañamiento al presidente libertario. “Se dijo muchas veces que los votantes peronistas votaban con el corazón o con el estómago pero no con la cabeza, y sobre los votantes de Milei lo mismo”, dice a Página/12 Alejandro Grimson, autor de Los paisajes emocionales de las ultraderechas masivas (Unsam Edita-Calas). “Considerar que las personas son irracionales muestra la incapacidad de entender al otro por parte del que cree eso. De entender su posición, otro punto de vista. Cree que la única racionalidad es la suya y eso es bastante incompatible con la democracia, porque en la democracia aceptamos que hay distintas racionalidades”, sostiene el autor.
Ese es, afirma, un punto central a abordar, porque “hay fuerzas autoritarias que pueden triunfar electoralmente y el apoyo social a esas fuerzas tiene siempre dimensiones de racionalidad”, resalta Grimson, que incluye a Milei en un contexto que crecimiento de las ultraderechas en distintos lugares del mundo, donde ganan elecciones o tienen un apoyo popular masivo, sea en la región como Bolsonaro, en el norte del continente como Trump, en varios países de Europa (con Meloni, Orban, Vox, por ejemplo) o en Asia, donde en la India Narendra Modi concita un alto apoyo en la democracia más populosa del planeta. “Me atrevería a decir que a mayor desencanto, mayor apoyo a la extrema derecha. Las razones de ese desencanto no se pueden globalizar, hay que mirar la historia nacional. En el mundo sí hubo una promesa con la caída del Muro de Berlín de que con la globalización y el neoliberalismo las cosas iban a andar fantástico, y sobre eso hay un desencanto global. Pero después hay desencantos más puntuales”, señala.
-¿Cuáles son las características de ese desencanto en la Argentina?
-Las extremas derechas son mucho más diversas de lo que habitualmente se cree. En algunos países de Europa han hecho guiños a las comunidades de las disidencias sexuales. Hay una idea de que todas son antifeministas, pero en lugares de Europa son más islamofóbicos y una forma de incorporación del feminismo les resulta útil para eso. Milei hizo campaña contra la inflación, no contra los inmigrantes. Aparentemente, en el plano ideológico, lo que plantea Milei es de destitución del Estado. Y después viene el pragmatismo: él es jefe del Estado. Los cerebros del gobierno, incluyendo seguramente al propio Milei, creen que lo que ellos llaman “batalla cultural” es decisiva para consolidar el triunfo electoral que tuvieron. Lo que es muy peculiar es que ellos entienden que la “batalla cultural” no es solamente el individualismo de mercado, el self-made man, el uberismo como modelo de las relaciones laborales, sino por los valores tradicionales de la familia que algunos no tienen, de las parejas e hijos que otros no tienen, de la lucha contra la homosexualidad, a la que consideran una enfermedad... Lo que ellos llaman “batalla cultural” son todas restricciones a la libertad.
Grimson, doctor en Antropología e investigador del Conicet, publicó libros y podcasts sobre cultura e identidades argentinas, y también sobre el crecimiento de la extrema derecha en la Argentina. Sus trabajos apuntan a comprender qué hace de las ultraderechas fenómenos políticos de masas que sacudieron consensos que se creían firmes desde las cúpulas, pero que en las bases están crujiendo. “Si tuviéramos que encontrar una palabra que sintetice todo lo que sucede en esta época es incertidumbre”, analiza. “La pandemia fue incertidumbre, el cambio climático es incertidumbre (hubo sequía en la Argentina hace poco, sigue habiendo problemas climáticos, hay incendios por todas partes), vivimos en el mundo con más guerras desde 1945, y la guerra es incertidumbre; Donald Trump es incertidumbre, sus políticas económicas y sus consecuencias sobre la economía global... Hoy vivimos en la sociedad con más incertidumbre que hayamos conocido".
-Recuperás la cuestión del lenguaje como forma de ilusionar y traer certezas sobre el futuro, aunque sean muy simples e incluso contradigan la experiencia. ¿Cómo opera eso a nivel social? El lenguaje de Milei sintonizó con una gran cantidad de gente y el lenguaje de la política quedó alejado de las mayorías...
-Milei es una fábrica de certidumbres. ¿Son ciertas? A mí juicio, son todas discutibles. Ahora, frente a esas incertidumbres, ¿qué fue lo otro? Milei frente a la inflación: "Hay que destruir el Banco Central". Lo otro: "La inflación es multicausal". Mientras uno decía que tenía la receta para resolver, el otro decía que el problema era muy complejo. No es falso que sea muy complejo, pero la política no trabaja sobre los diagnósticos, trabaja sobre soluciones. Entonces, la discusión que tienen que tener las fuerzas democráticas por la justicia social es qué tipo de certidumbres democráticas pueden construirse para contraponer a las certidumbres falsas que proponen las extremas derechas. Tienen que ser quizá de corto plazo, moderadas, de convivencia o sobre la ética pública. Podemos discutirlo. A mí juicio, como la sociedad está enloquecida por la incertidumbre, el objeto de esta coyuntura es la política de la certidumbre.
-Y en esa línea, piensan de otra manera su relación con el Estado: antes era que lo defienda o que le garantice derechos, hoy muchas veces lo ven como un obstáculo a superar. Una especie de emprendedurismo radical que obvia las desigualdades de los puntos de partida.
-Está vinculado a un cambio que señalo en el libro: a mi juicio, lo que estructuró la política argentina en el último tiempo había sido la injusticia vertical: que muy pocas personas acumularan enormes riquezas y que hubiera millones de pobres. La lucha contra la injusticia vertical era lo que organizaba la discusión política: hay que ponerles más impuestos o no a los ricos, hasta qué punto, etcétera. Hoy, una parte de estas nuevas subjetividades están vinculadas a lo que la gente percibe como injusticia horizontal. O sea, deja de mirar al millonario y empieza a mirar a su vecino, y a preguntarse por qué tiene un plan, una asignación, un subsidio, un beneficio, un crédito, y por qué no yo. Eso, que vulgarmente llamamos la lucha de pobres contra pobres, está creciendo. Y lo que estamos viendo es cómo, a través de mecanismos de transformación en las relaciones laborales como el uberismo como forma de autogestión, la desigualdad está generando esa admiración que, en un juego de palabras, mientras resulta cautivante genera cautiverio.
-Pero ese apoyo, ¿podría caerse?
-A mí me preguntan "¿Puede ser que si aumenta la inflación mucha gente se desilusione de Milei?" ¡Obvio que puede ser! La pregunta es con quién se van a ilusionar. O sea, lo más difícil de pronosticar no es que se desilusionen si hay inflación, es con quién se van a ilusionar. Para eso tiene que existir una alternativa política con un proyecto que genere un horizonte de esperanza. Hoy uno puede tener esperanzas en una persona, en un grupo, en una idea. Pero todavía no hay una esperanza que la sociedad perciba que si esto no funciona, hay otra cosa que podría funcionar. La política es tiempo, esa esperanza seguramente va a nacer. No sé de qué manera, pero es importante que tenga en cuenta algunos de los rasgos de esta época, que estamos analizando en este tipo de estudios, porque la política no se hace en el vacío, se hace en estos contextos que estamos discutiendo. Pero también estoy convencido que para que eso sea factible, las fuerzas realmente existentes tienen una reflexión muy grande por hacer como tarea pendiente.
La idea es que Los paisajes emocionales de las ultraderechas masivas tenga presentaciones hacia mitad de año, en ferias del libro que se hacen en las provincias y alguna más en la Ciudad de Buenos Aires. Mientras tanto, Grimson sigue pensando las condiciones del surgimiento y consolidación de una extrema derecha popular. “En el libro planteo que la pandemia se vivió como una experiencia traumática que quedó anudada a una serie traumática argentina”, reflexiona, que tuvo como consecuencia la reactualización de “algunos dolores colectivos de la historia reciente”, como Malvinas, la hiperinflación o el 2001. “No solamente por las pérdidas (económicas, laborales, salariales, de vivienda, etcétera) sino también por la desilusión política, por la foto de Olivos y otros fenómenos similares. Creo que tal como lo conocemos, este fenómeno de la extrema derecha combina una serie de elementos en el que la pandemia fue decisiva. Ahora, hago un contrafáctico: ¿y si no hubiera habido pandemia?”, se pregunta. “No hubiera habido un ascenso de una ultraderecha de masas si el peronismo en el gobierno asumía que la inflación era un problema de primera magnitud para la sociedad argentina y que iba a tener un impacto general sobre las subjetividades. O sea, si no hubiera habido pandemia pero el peronismo en el gobierno no le hubiera dado importancia a la inflación y hubiera terminado en una situación de inflación altísima, igual hubiera terminado llegando una extrema derecha de masas”, concluye el autor.
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Fuente: https://www.pagina12.com.ar/825090-alejandro-grimson-hoy-crece-la-lucha-de-pobres-contra-pobres