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11/5/2025

Ojos de terciopelo

A seis décadas de aquel momento fundacional, acaban de publicarse en un pequeño libro que lleva el sintético título de "The Velvet Underground, New York 1965–66". Su autor recuerda aquel llamado con el que comenzó todo.  El resto, como se suele decir, es historia. Y, por suerte, también fotos.

The Velvet Underground actuando en una película underground (Foto: Adam Ritchie)
The Velvet Underground actuando en una película underground (Foto: Adam Ritchie)


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Entrevista con Adam Ritchie, autor de las fotos que testimonian los comienzos de The Velvet Underground

Ojos de terciopelo

A seis décadas de aquel momento fundacional, acaban de publicarse en un pequeño libro que lleva el sintético título de "The Velvet Underground, New York 1965–66". Su autor recuerda aquel llamado con el que comenzó todo.  El resto, como se suele decir, es historia. Y, por suerte, también fotos.

Hubo un tiempo en la historia de la humanidad en que podía pasar algo como esto. El jefe de una megaempresa podía decirle a un empleado: “Vos deberías ser artista”. Luego de eso despedirlo de su trabajo de oficina, darle un goce de sueldo de seis meses que le permitiera asentarse y después simplemente dejarlo volar. Ese tiempo fueron los absurdos e idealistas años ‘60, que también engendraron, entre otras cosas únicas, a un mutante como Lou Reed, o a una fuerza de la naturaleza como Nico. Y por supuesto un gran puñado de horrores, no es necesario idealizar. Pero sin duda que palabras como libertad y revolución tenían significados comunales y encantadoramente utópicos bastante diferentes a lo que le atribuimos hoy. Algo exactamente así fue lo que le pasó a un entonces joven Adam Ritchie, economista inglés contratado por una exitosa empresa y devenido accidentalmente fotógrafo, que casualmente terminó capturando uno de los momentos más pregnantes de la historia del rock.

“En 1965 yo era fotógrafo y vivía en el Lower East Side de Nueva York. Una amiga cineasta, Barbara Rubin, me llamó un día y me dijo que iba a interpretar a una monja en una película underground de Piero Heliczer llamada Venus in Furs. En ella actuaba un fantástico grupo desconocido. ‘Estamos rodando ahora. Tienes que venir enseguida a escuchar a esta banda’, me dijo. Así que en quince minutos estaba allí”. Así se lee el texto de contraportada, escrito en primera persona, de The Velvet Underground, New York 1965–66, un pequeño librito de su autoría, casi formato fanzine, aunque bien de lujo, que recopila sus extrañas y no demasiado revisitadas fotos de unos muy jóvenes Velvet Underground.

Una serie de una treintena de fotografías donde quedaron capturadas momentos fundacionales de la banda, como por ejemplo la primera vez que tocaron con Nico, y también alguna icónica, por supuesto, como el clásico primer plano de Lou Reed perfilado, joven, frente a su micrófono con un leve corte de taza. El librito, que se puede encargar desde cualquier lugar del mundo, acaba de salir por Café Royal Books, una pequeña y pletórica editorial inglesa que realmente vale la pena seguir y que se encarga de recopilar raras capturas de historia social y cultural del siglo XX, especialmente a cargo de autores de Inglaterra e Irlanda.

¿DÓNDE TOCAN DE NUEVO?

“Podía oír la fantástica música de la calle de abajo, y subí las escaleras con cada vez más excitación. Allí estaba el director Piero Heliczer, al que ya había conocido en Londres, estaban los Velvet Underground con la cara pintada, un camarógrafo y un equipo de la CBS porque también estaban filmando el documental sobre el corto, que se llama The Making of an Underground Film, una enfermera, una monja y un villano. Todos en la misma habitación. Velvet tocaba ‘Heroin’. Fue alucinante y eso que a mí ni me interesaban las drogas”, cuenta Adam Ritchie, ahora ya veterano, en una animada conversación online desde su casa en Londres, donde volvió a vivir hace años, y que luego continuará desde Bruselas, donde en ese momento se lo encuentra, dice él, comiendo mejillones. “Quedé fascinado, así que pregunté dónde tocaban de nuevo. Y así fue como fui a la Film Makers Cinematheque, al Café Bizarre, al Delmonico's Hotel y al Dom, donde se hacía el Exploding Plastic Inevitable, y fotografié al grupo. Esto era únicamente porque a mí me interesaba la cultura underground, no para vendérsela a nadie, solo para mí mismo”, dice Ritchie, que varias veces en su propia historia estuvo en el momento indicado y en el lugar adecuado: la auténtica marca de un fotógrafo urbano. De hecho, se sabe que Barbara Rubin, la cineasta que conocía a todo el mundo y que le presentó tan visionariamente a esa nueva banda, fue también la encargada de contactar a la Velvet con su primer mánager, el periodista Al Aronowitz, y luego con Andy Warhol, y que así empezó gran parte de la historia.

En el pequeño libro hay también algunas breves y divertidas explicaciones de algunas de las fotos, con cameos incluidos. Era el tiempo de Exploding Plastic Inevitable, los espectáculos multimedia montados por Andy Warhol, justo la prehistoria de la banda, donde seis noches a la semana Velvet Underground tocaba para un público desconcertado en sótanos prácticamente vacíos. Algunos de los pies de fotos cuentan cosas como esta: “En cuanto me enteré del próximo concierto, allí estaba. Fue justo antes de la navidad de 1965, en un pequeño club del sótano de Greenwich Village con un dueño al que no le gustaban mucho. Fui con Barbara, que estaba filmando al grupo, y con Jonas Mekas, hoy una leyenda del cine underground”. O esta otra: “Hotel Delmonico's 13 de enero de 1966. Cena anual de la Sociedad de Psiquiatría Clínica de Nueva York. Los psiquiatras invitaron a Andy Warhol a entretenerlos y él llevó a The Velvet Underground, además de Nico, que hizo su primera aparición con la banda. Ahí estaba Gerard Malanga, Edie Sedgewick, Barbara Rubin, Jonas Mekas y Candy Darling. Creo que los psiquiatras decidieron invitar a Andy para conocer mejor la cultura underground de sus clientes, que a menudo eran los hijos alienados de los ricos. Los Velvet tocaron. Nico cantó por primera vez con su estilo lúgubre. Gerard y Edie bailaron. Bárbara se paseó con luces deslumbrantes y una cámara de cine preguntando a la gente por su vida sexual y sus intereses. Algunos de los psiquiatras escaparon de la sala”.

MUCHAS VIDAS EN UNA

También sucede que la historia personal del fotógrafo y el recorrido de las fotos es tan extraordinaria como esas capturas libres, casuales, hermosas, sacadas de otro tiempo, de otro mundo; el rostro hermoso de Nico en primer plano, el garbo de Lou Reed, Andy Warhol haciendo lo suyo. Algunas de ellas fueron usadas por Todd Haynes en la película sobre la banda y también expuestas en París y Nueva York. Y claro que también olvidadas por un tiempo. Y ahora revividas en fanzine. Resulta que Adam Ritchie es la prueba de que una persona puede tener muchas vidas en una vida. Hay un hermoso tipo de persona que se cabrea de hacer algo y decide hacer algo totalmente diferente. O decide que arte no tiene por qué ser sinónimo de trabajo y puede retirarse a vivir de atender una rotisería, o algo así. O no se siente obligado a escribir un jingle y decir: es que yo vivo de esto. Así que Ritchie, investigador especializado en análisis económico, devenido fotógrafo profesional, devenido arquitecto autodidacta, devenido diseñador de amoblado, devenido salvaguarda de uno de los primeros registros de una de las bandas más influyentes del siglo XX, tuvo un recorrido paralelo al que a menudo tienen los formatos analógicos que los humanos usan para recopilar su experiencia y su memoria: difuso. Como sus fotos: extraviadas, reencontradas, olvidadas, resucitadas.

Según el fotógrafo la historia empieza así: “En 1962 me fui de Londres a Nueva York y conseguí un trabajo de investigación económica para grandes empresas de Estados Unidos. Después de un año viviendo ahí, un día vi una rata caminando tranquilamente por la calle East 10th St, en el Lower East Side donde estaba por ese entonces y quise fotografiarla. Al día siguiente era viernes, así que fui con un amigo fotógrafo profesional y me compré una cámara, el fin de semana saqué un montón de fotos, las revelé en el cuarto oscuro de mi amigo, las imprimí el domingo. El lunes colgué veinte copias en la pared de mi despacho y toda la oficina se quedó asombrada. Al cabo de dos meses, el jefe me llamó y me dijo: ‘Esto es lo que deberías estar haciendo’, cuenta Ritchie sobre su espectacular inicio en la fotografía, justo antes de que su jefe lo despidiera con goce de sueldo para que se dedicara a su arte, y que lo llevó subsiguientemente a trabajar para revistas como Mademoiselle y luego aburrirse, volver a Londres y trabajar como profesor de fotografía en la Central School of Art.

“Entonces también me cabreé de ver directores de arte todo el tiempo y conseguí un trabajo construyendo y reconstruyendo una vieja casa en Gales para uno de los hijos de Augustus John. Contraté a ocho amigos artistas de Londres y lo hicimos. El arquitecto quedó impresionado por la calidad del trabajo, así que me contrató para otra”, cuenta sobre esa siguiente aventura. El problema es que mientras estaba embarcado en la reforma de casas, el advenimiento de la digitalización empezó a abarcarlo todo, y el laboratorio fotográfico que había estado utilizando durante todos esos años quebró y cerró, y con él se llevó su trabajo en el underground. “Tiraron todos mis negativos y diapositivas. Por casualidad, había guardado diapositivas y hojas de contacto de mis fotos de Velvet Underground y Pink Floyd en un armario. Muchos años después las encontré en una bolsa cualquiera y un amigo me ofreció exponerlas en Boston. John 'Hoppy' Hopkins también le dijo a los Pink Floyd que yo tenía buenas fotos de ellos y las utilizó en varios libros. Desde entonces las fotos no han dejado de crecer”, cuenta él, que de hecho, fue además uno de los primeros testigos, y de los primeros en documentar, a Syd Barret al frente de Pink Floyd, pero esa es otra historia.

UNA EDITORIAL FAMILIAR

Por su parte, la otra mitad de la heroica historia de rescate es Royal Café, la pequeña editorial que edita el librito. Entre sus ediciones hay recuperaciones de movimientos culturales como los albores del punk, protestas sociales, emprendimientos ciudadanos, fachadas de hermosas tiendas barriales o el subte de Londres en hora pico. De hecho no es el primer libro que editan con material de Adam Ritchie. Ya lo habían hecho con Play Space, una recopilación de parques de juegos para niños montados comunalmente por juntas de vecinos en los años 60 's para contribuir a la sobrepoblada y acaso abandonada comunidad de North Kensington. La editorial funciona en gran parte con colaboraciones abiertas, donde fotógrafos amateurs o accidentales o anónimos aparecen así como así, tal como algunos hallazgos que han dormido por décadas en placares, como las fotos de Ritche, que tienen la oportunidad de gozar de una nueva vida. Ellos se definen así: “Somos una editorial familiar: Craig, Joanne, Oscar, Hugo y el perro Coco. Vivimos y trabajamos entre el bosque y el mar, en Ainsdale, un pueblo de la costa noroeste de Inglaterra”. Una auténtica ensoñación.  

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Fuente: https://www.pagina12.com.ar/824663-ojos-de-terciopelo