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Como viene ocurriendo desde su fundación hacia finales de los años ‘70 y, sobre todo, su relanzamiento en 1991, el Festival de Cine de Sundance sigue siendo una cantera de nuevos talentos creativos, además de un atractivo mercado de compra y venta de películas “independientes”, ese término multiuso que algunas veces resulta certero. Todos los años diversos títulos y nombres hasta ese momento desconocidos comienzan a circular en medios especializados, cimentando con algo de suerte el comienzo de una carrera. Haley Elizabeth Anderson es uno de los más recientes de esos nombres, una joven realizadora que, luego de un puñado de cortometrajes realizados durante la última década, llegó al nevado encuentro cinematográfico con su primer largometraje bajo el brazo. Independiente hasta la médula, Tendaberry, que toma su título de un viejo disco de la cantautora neoyorquina Laura Nyro, New York Tendaberry, no podría sin embargo ser más contemporánea, aunque entre sus pliegues se esconden las diversas capas históricas que han hecho de esa ciudad –en particular las zonas del sur de Brooklyn y, muy especialmente, Coney Island, Fort Tilden y Brighton Beach– un palimpsesto de rostros, cuerpos, oficios, espacios y, por qué no, fantasmas.
A partir de la historia de una chica de 23 años llamada Dakota, neoyorquina por adopción luego de pasar toda su infancia en República Dominicana, y de cómo el inesperado regreso de su novio a Ucrania cambia radicalmente su existencia, Anderson entrelaza el presente, el pasado y algunas posibilidades de futuro en una película siempre inquieta y vibrante. Las imágenes de la ciudad, filmadas en 16 milímetros y varios formatos digitales, de baja y alta definición, se suman a materiales registrados por otros camarógrafos en instancias pretéritas, entre ellos algunos del video-artista de Brooklyn Nelson Sullivan, verdadero cronista que supo registrar con su cámara de video la vida artística y callejera de Manhattan durante gran parte de los años ‘80. Ese material de archivo se suma al relato central, que la realizadora filmó durante más de dos años junto a la actriz debutante Kota Johan, cubriendo un relato de ficción que transcurre a lo largo de un año exacto, recorriendo de esa manera las cuatro estaciones, con sus particularidades y mutaciones. Relato de crecimiento al tiempo que oda a los deseos y miedos de la juventud, Tendaberry ya puede verse en la plataforma Mubi.
SINFONÍA DE UNA CIUDAD
En el comienzo fue una canción. “El título tiene su origen en una chica. Una chica de Nueva York: Laura Nyro. Una chica del Bronx que cantaba en el subte y tomaba en préstamo notas de los grupos de doo-wop que cantaban en las esquinas del barrio”. Así describe Haley Elizabeth Anderson el particular e intraducible término con el cual bautizó su ópera prima, aunque la génesis del film es múltiple, expansiva. Desde el otro lado de la pantalla, en conversación mano a mano con Radar, la joven realizadora también destaca la impronta de Nelson Sullivan, cuya historia de vida y parte de su obra videográfica puede conocerse a partir del sitio web que lo homenajea: www.nelsonsullivan.com. “Conocía los tapes de Nelson, pero en un primer momento eso no formaba parte de la película. Soy de Texas, pero incluso antes de mudarme a Nueva York solía ver los videos que forman parte de ese archivo. Conocía su famoso último video y parte de su biografía. Pero, insisto, eso estaba completamente al margen del film, que al comienzo de todo el proceso era un relato coral en el cual se seguía a varios personajes. Uno de ellos era el de Dakota, pero con el correr del tiempo ella comenzó a tomar cada vez más importancia. Por otro lado, ahora me doy cuenta de que un relato coral de esa naturaleza hubiera demandado mucho más tiempo y el desafío habría sido enorme. Además de requerir más dinero”.
Anderson destaca que, al perder todas esas capas narrativas, esos personajes que quedaron en el tintero, Dakota quedó demasiado sola. “Debía haber alguna manera de ligar su historia personal a un universo más grande. Tendaberry nunca fue simplemente un coming-of-age, un relato de crecimiento. Siempre fue, al mismo tiempo, una historia de la gente del barrio y sobre la historia del barrio. Allí fue cuando Nelson Sullivan se sumó a la ecuación narrativa, además de algunas cosas sobre Coney Island, su historia. La historia de la ciudad, las fibras que le dan forma y estructura al pasado”. Mientras la pantalla regala una serie de imágenes antiguas de Coney Island, con sus juegos mecánicos relucientes a comienzos del siglo XX, la voz en off de Dakota, la protagonista, desgrana pensamientos e impresiones. “Los indios lenape estuvieron aquí primero. Le llamaban Narrioch, la tierra sin sombras. Coney Island era una isla, pero el ser humano cambió eso. Hoy no significa nada. Los barcos que atravesaban el Atlántico llegaban aquí con esclavos. Muchas pesadillas comenzaron aquí. El pasado está cerca, escondido por debajo y a los lados, olvidado”. De pronto, el presente y un pensamiento sobre el futuro. “¿Cómo seré en el año 2055?” Dakota camina entre la gente, sube al metro subterráneo, se pone a cantar para hacerse de algunos dólares. El sueldo como repositora en un pequeño mercado no alcanza. Su novio Yuri la espera en casa.
“El proceso de escritura fue probablemente la parte más difícil”, afirma la realizadora, sin dudarlo. “Como dije antes, muchos personajes fueron eliminados y nos centramos en Dakota. Pero incluso así los cambios continuaron, ya que la realidad se nos imponía. Cuando estalló la guerra en Ucrania decidimos utilizar eso como parte del guion”. Yuri, interpretado por el modelo y actor Yuri Pleskun, recibe la noticia de que su padre está muy enfermo y decide regresar temporalmente a Ucrania para estar a su lado. Pocas semanas después, en la ficción se cuela la realidad y la invasión rusa escala. Yuri ya no responde los llamados de Dakota. “No queríamos que los personajes vivieran en un espacio de fantasía, de ninguna manera. Así que seguimos escribiendo el guion a medida que filmábamos. El rodaje fue un poco seguir el día a día. A veces alguien no podía participar o se caía una locación. Fue un proceso de escritura y cambio constante, ideal para esta película, aunque no sé si es algo que repetiría en el futuro”.
RETRATOS Y FANTASMAS
Hay algo de diario audiovisual en la estructura de Tendaberry, aunque esa impresión está enlazada a un relato de ficción con sus elementos dramáticos de rigor. Las cuatro estaciones delimitan asimismo los cambios en la ciudad y en la protagonista, a quien la ausencia de la pareja la deja con un vacío enorme. En medio de todo ello la chica comienza a llegar tarde al trabajo, se pelea con algunas de las compañeras, es estafada cuando decide mudarse a un departamento más pequeño, cae en la cuenta de una novedad impensada que podría cambiarle la vida por completo. Algunas de las pequeñas grandes cosas que le ocurren durante esos 365 días. “Una de las primeras imágenes que tuve para la película era la de una chica cantando un rap mientras un bebé llora. Una manera de calmarlo. Había varias escenas específicas que siempre estuvieron presentes y también sabía dónde quería terminar, pero el resto fue surgiendo a medida que la filmación avanzaba”.
Anderson confiesa una obsesión: mirar películas de ficción o documentales realizados décadas atrás “sólo para ver cómo la gente vivía, caminaba, hablaba. Como Tendaberry fue filmada en las calles quería que la realidad entrara en la pantalla, de manera que, cuando alguien vea la película dentro de treinta años, pueda hacer algo similar y decir ‘Ok, así era Coney Island en 2021’. La ciudad siempre cambia y ahora lo hace de una manera muy veloz. Creo que el simple echo de apuntar la cámara hacia algún lado captura algo de la realidad, más allá de que tengas actores interpretando papeles delante de ella. Los espacios son reales. Como artista y como ser humano creo indispensable ser consciente de cómo las cosas cambian, prestarle atención a esas transformaciones alrededor tuyo. Del comienzo al final del rodaje los cambios fueron muchos, algunos sutiles, otros enormes. Y esos cambios se cuelan en los márgenes del cuadro, de manera consciente o inconsciente. Me gusta pensar en las películas como si fueran cápsulas temporales. Hay una escena en Taxi Driver que transcurre en un diner y uno puede ver a la gente yendo y viniendo a través de la ventana. Gente real que caminaba por allí en ese momento. Quería que Tendaberry tuviera esa cualidad. Además”, aclara la directora entre risas, “no teníamos dinero para pagarle a un grupo de extras”.
Anderson cree que uno de los mayores desafíos del rodaje fue el covid. “Eso nos hizo detenernos muchas veces, perder locaciones que teníamos aseguradas, volver a escribir cosas que ya estaban escritas. Es muy bueno tener algo en papel y saber que eso es exactamente lo que vas a filmar, pero este no fue el caso”. Lo que nunca cambió fue la preponderancia de la actriz Kota Johan, cuya falta de experiencia actoral previa se transformó en uno de los elementos constituyentes más importantes de la película. “Nos vimos por primera vez en 2018, tres años antes de comenzar a filmar, en 2021. Así que un poco nos conocíamos. Ella fue muy abierta desde el mismo momento en el que le propuse que fuera la protagonista. Tenía una lista de cosas que quería hacer en la vida, y una de ellas era actuar en una película. Dirigirla en el rol de Dakota fue un poco reafirmar una habilidad que yo sabía que existía. Ella tiene una presencia personal muy fuerte y eso es algo de lo cual me di cuenta de inmediato, tal vez en parte porque trabajé bastante tiempo haciendo castings para otros proyectos. Sabía que iba a ser absolutamente natural frente a la cámara. Y así fue. Al comienzo sólo tuvimos que lograr que fuera menos consciente de la gente alrededor suyo, después fue todo muy sencillo”.
Y la vida continúa. Con ausencias y dolores, con placeres y ansiedades. El derrotero de Dakota en su nueva vida no es fácil, y el trabajo en un local nocturno, muy distinto al de repositora, la acerca a nuevas experiencias y, quizás, amistades. En el futuro, un regreso a las raíces. Y el dolor que comienza a transformarse en otra cosa. Para la realizadora, según las palabras escritas especialmente para presentar la película en el Festival de Sundance, “la vida de esta película apenas está comenzando, así que, por ahora, sólo diré que es un film hecho de la gente que vive dentro de él. La gente que puede verse en pantalla y los que están detrás de la cámara. La gente que existe entre las palabras, entre los momentos, entre las imágenes. La gente que caminó esas calles antes que nosotros. Todos aquí, adentro. Neoyorquinos. Algunos vivos, la mayoría muertos, pero todos aquí”.
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Fuente: https://www.pagina12.com.ar/824369-tendaberry-un-diario-visual-de-nueva-york-y-sus-historias-de