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1/5/2025

Javier Cercas: "El papa Francisco es un radical del Evangelio"

El escritor español, ateo, anticlerical y laicista, publicó El loco de Dios en el fin del mundo,  “novela sin ficción”, como la califica el autor. La invitación para acompañar al papa Francisco en un viaje a Mongolia, a fines de agosto de 2023, le permitió construir,  “un libro distinto, una mezcla de crónica y ensayo y biografía y autobiografía, un experimento friki, un cajón de sastre”.

"Las resistencias que ha generado Francisco son descomunales", sostiene Cercas.
"Las resistencias que ha generado Francisco son descomunales", sostiene Cercas.


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Se presentará este viernes, a las 17.30, en la Feria del Libro

Javier Cercas: "El papa Francisco es un radical del Evangelio"

El escritor español, ateo, anticlerical y laicista, publicó El loco de Dios en el fin del mundo,  “novela sin ficción”, como la califica el autor. La invitación para acompañar al papa Francisco en un viaje a Mongolia, a fines de agosto de 2023, le permitió construir,  “un libro distinto, una mezcla de crónica y ensayo y biografía y autobiografía, un experimento friki, un cajón de sastre”.

Sólo un ateo rabioso, un anticlerical indómito, un laicista militante, un racionalista contumaz y un impío riguroso como el escritor español Javier Cercas pudo escribir El loco de Dios en el fin del mundo (Penguin Random House), “novela sin ficción”, como la califica el autor, que presentará este viernes a las 17.30 en la Feria del Libro (sala Victoria Ocampo). La invitación para acompañar al papa Francisco en un viaje a Mongolia, a fines de agosto de 2023, le permitió construir, como él mismo lo dice, “un libro distinto, tan extravagante como fuera posible, una mezcla de crónica y ensayo y biografía y autobiografía, un experimento friki, un cajón de sastre, a ser posible un banquete con muchos platos”. De entrada declara que se ha embarcado en el avión con Jorge Bergoglio, que murió el pasado 21 de abril, por una razón íntima, familiar. “Mi madre amaba a mi padre con devoción. Su religión le prometió que lo vería cuando muriera, y yo quería hacerle esta pregunta al papa: ¿verá mi madre a mi padre cuando ella muera?”.

Cercas --que devino escritor porque perdió la fe-- es un loco sin Dios persiguiendo al loco de Dios, “un papa de intemperie y extrarradio”, como lo define, hasta el fin del mundo. No se convierte en un soldado de Bergoglio, pero la experiencia de este viaje marcará un antes y un después en su vida. En el hermoso epílogo del libro cuenta lo que pasó poco tiempo después de la muerte de su madre, que tenía Alzheimer. El autor de Soldados de Salamina, Anatomía de un instante y El impostor, entre otras novelas, recibió un llamado telefónico, en diciembre de 2024. “Soy Jorge Bergoglio -dijo, con su afonía inconfundible y su inconfundible acento porteño-. El papa Francisco. Viajamos juntos a Mongolia, ¿se acuerda?”. El escritor, que manejaba en la ruta, tuvo que detener el coche en un descampado. “Me he enterado de que su madre ha muerto -continuó Francisco-. Ya sabe lo que decía San Agustín: la muerte de la madre es el primer dolor”.

Para Cercas, que es miembro de la Real Academia Española, no cabe duda de que Francisco, en muchos sentidos, se halla políticamente más a la izquierda que sus predecesores en la silla de San Pedro; que la izquierda se siente próxima a él por su énfasis en la igualdad, en la justicia social y en la solidaridad con los más desfavorecidos, así como por su rechazo a lo que alguna vez llamó “ultraliberalismo individualista” y el “hedonismo consumista”. El escritor español afirma que Francisco es “un radical del Evangelio que otorga prioridad absoluta a los pobres”.

Un papa disruptivo

-Después de escribir “El loco de Dios en el fin del mundo” y de la muerte reciente del papa, ¿cree que Francisco fue un revolucionario en la Iglesia?

-Se han dicho tantas cosas... Ha sido un papa profundamente disruptivo, mucho más de lo que la gente fuera de la Iglesia piensa. Revolucionario depende de lo que entendamos por la palabra revolución. Si por revolución se entiende que ha cambiado la doctrina cristiana, pues no, porque no ha cambiado prácticamente nada. Ahora bien, si por revolución se entienden otras cosas, pues sí. Francisco se ha tomado en serio el Concilio Vaticano II. ¿Y qué pretendía el Concilio Vaticano II? Una gran revolución. Bergoglio es el primer papa hijo del Concilio Vaticano II, que propone una revolución, que no se ha llevado a cabo todavía y que es lo esencial de este papado: volver al cristianismo primitivo. Esa es la revolución. La inmensa mayoría de las reformas que ha intentado Bergoglio hay que entenderlas como un intento de volver al cristianismo primitivo. Lo esencial de su papado es eso. ¿Lo ha conseguido? Por supuesto que no, porque para llevar a cabo esa revolución hace falta no un papa sino 55 papas. Porque es una revolución enorme, descomunal. Cuando dicen un papa sin revolución, un revolucionario sin revolución, yo digo que ha llegado hasta donde ha podido. La revolución que implica volver al cristianismo primitivo es enorme, pero ese era su propósito. Cuando el padre (Antonio) Spadaro, un jesuita muy próximo al papa, le hace la primera entrevista, le preguntó: ¿Qué quiere hacer usted? Y Francisco dijo: “sacar a Cristo de la sacristía y ponerlo en medio de la plaza”. O sea en medio de la iglesia. Cristo era un tipo peligroso, un tipo subversivo, un auténtico revolucionario. Lo crucificaron por eso, porque decía cosas peligrosas y se rodeaba de gente peligrosa y decía cosas como “no he venido a traer paz sino espada” y “todos los seres humanos somos iguales”. Nada que ver con el cristianismo que nosotros hemos conocido, que es el cristianismo pegado al poder. Aunque se haya quedado mucho menos que a mitad de camino, el papa no puede hacer lo que le dé la gana, contrariamente a lo que cree la gente que no sabe lo que es la iglesia. Las resistencias que ha generado Francisco son descomunales. Si el Papa hubiese llegado a donde quería, sin duda alguna hubiera habido un cisma. Ahora, ¿hasta dónde quería llegar él? Yo no lo sé, creo que nadie lo sabe. A mi juicio humilde, es evidente que la Iglesia necesita una revolución monumental en el tema de las mujeres. Ahora se habla mucho de que la iglesia es misógina, pero en las grandes empresas los presidentes no son mujeres. Los presidentes de los grandes periódicos no son mujeres. Francisco ha hecho mucho más de lo que habían hecho sus predecesores. Por primera vez hay una prefecto mujer. Por primera vez, la gobernadora del Vaticano es una mujer. Hay cambios, pero no es suficiente.

Tiempos de moderación

-La cuestión es quién sucederá a Francisco. ¿Vendrá una restauración neoconservadora?

-Respuesta uno, nadie lo sabe. La opinión predominante entre la prensa internacional es que habrá una restauración conservadora. Yo a eso respondo que no va a ser tan fácil una restauración. Entiendo el punto de vista, que es fruto de un vicio o de un error: interpretar la iglesia en términos estrictamente políticos, de política laica, de derecha y de izquierda y todo eso. Hay una revolución neoconservadora, o reaccionaria, cuyo símbolo más visible es (Donald) Trump y por tanto la iglesia se va alinear con eso. Yo no lo veo tan fácil. Un dato importante es que el 79% de los cardenales que van a elegir al sucesor de Francisco los ha elegido él mismo porque consideraba que iban en su línea. Por eso digo que veo muy difícil que haya una restauración. Yo no soy un experto, pero conozco un poco el Vaticano por dentro y veo dos posibilidades: alguien que prosiga las reformas de Francisco, pero con más moderación; no va a venir nadie que sea más radical, porque Francisco ha sido muy disruptivo. O alguien que teóricamente siga las reformas, pero las frene. No imagino un papado radical, sino un papado mucho más moderado.

-Hay una pasión manifiesta por entender el pensamiento de Francisco, por leer todo lo que escribió y lo que dijo, pero el propósito del viaje a Mongolia es poder preguntarle al papa sobre la resurrección de la carne y la vida eterna, es decir si tu madre verá a tu padre más allá de la muerte. ¿Este motivo íntimo, familiar, lo diferencia de otros libros que escribiste?

-Es distinto y no tanto; en el fondo, mis libros, aunque traten de temas muy relevantes, la religión, la iglesia, la guerra civil, la transición de España, siempre responden a necesidades íntimas personales. En este caso es muy visible porque esta novela sin ficción es una mezcla de géneros, como en otras novelas mías, de ensayo, de crónica, de biografía, de autobiografía, etcétera. La novela tiene la capacidad de integrar todos los géneros y de trascenderlos. En este caso, mi madre aparece desde el primer momento. Cuando me hacen la propuesta insólita, inédita, que a ningún escritor le habían hecho de acompañar al papa Francisco en el viaje a Mongolia, en lo primero que pienso es en mi madre, una mujer profundamente católica y creyente; en algún momento digo que comparada con la fe de mi madre, la del papa Francisco era un tanto dubitativa. Cuando murió mi padre, después de haber pasado la vida entera con él, mi madre decía que iba a verle después de la muerte, como le había prometido su religión. Entonces supe que quería hacer el libro y que iba a tratar de cómo yo, un loco sin Dios, alguien que como tantas personas de mi edad en Europa fue educado en el cristianismo, pero perdió la fe en el camino, iba a buscar al papa Francisco, al loco de Dios, porque Francisco es el primer papa Latinoamericano, jesuita, pero también es el primer papa que se llama a sí mismo Francisco y Francisco era por Francisco de Asís, que se llamaba a sí mismo el loco de Dios. El loco sin Dios va a ver al papa Francisco, el loco por antonomasia, hasta el fin del mundo para preguntarle si su madre tiene razón y va a ver a mi padre después de la muerte. Todas mis novelas y todas las novelas que me importan del Quijote para acá son a su modo novelas policiales, porque en todas hay un enigma y alguien que intenta resolver ese enigma. Eso es la esencia del género policial. Solo que en este caso estamos ante el enigma de los enigmas, el enigma central del cristianismo, y que por lo tanto es uno de los enigmas fundamentales de nuestra civilización: la resurrección de la carne y la vida eterna. Pero a este tema tan grande, yo no llego por motivos teológicos, llego por motivos personales, que es lo que en el fondo ocurre en todos mis libros de manera más o menos visible. Todos responden a preguntas íntimas que involucran cuestiones generales, históricas, políticas, trascendentales. Lo que pasa es que nunca me había planteado una pregunta religiosa, espiritual. En Soldados de Salamina, la pregunta es por qué un soldado republicano salva la vida de un franquista al final de la guerra; en Anatomía de un instante, la pregunta es por qué tres hombres (Adolfo Suárez, el presidente del gobierno; Manuel Gutiérrez Mellado, el vicepresidente y el ministro de Defensa, Santiago Carrillo) permanecen en sus asientos el 23 de febrero de 1981.

La fe como intuición poética

-¿En qué aspectos haber escrito “El loco de Dios en el fin del mundo” te transformó?

-Un libro no es un trayecto en autobús de la calle Corrientes hasta la Plaza de Mayo. Es una aventura; te metes en una selva y tú sales transformado. Si no sales transformado, mal asunto porque no puedes transformar al lector, que al fin y al cabo es de lo que se trata. La literatura es placer, pero también es conocimiento. Este libro me ha cambiado por completo muchísimas cosas, por ejemplo mi visión de la iglesia y del cristianismo; pero también mi visión de mí mismo, mi visión de todo. Lo único que no he hecho, lo único que no ha ocurrido, es convertirme al cristianismo, la fe de mi adolescencia. Lorenzo Fazzini, uno de los personajes del libro, editor de la editorial Vaticano, y yo somos un poco Don Quijote y Sancho Panza; él es un personaje cómico y muy inteligente, que en varios momentos me dice: “Si te conviertes no lo digas. No lo digas porque no vas a vender un puñetero ejemplar”. Una vez que pasen cuatro años dices que te has convertido, escribes un libro sobre tu conversión, me lo das y vendemos 4 millones de ejemplares. O sea que si me hubiese convertido, no lo puedo decir (risas). Yo soy más anticlerical que antes, como el papa Francisco, que también es anticlerical. Pero cómo no iba a envidiar la fe de mi madre o de los misioneros que pueblan este mundo. La fe da tranquilidad y fuerzas; pero la fe no es un acto de voluntad. Me gusta la idea de que este libro sea muy entretenido y a la vez humorístico porque no concibo la novela sin humor; se pueden tratar temas profundos, ideas complejas y apasionantes con temas por los que aparentemente no sientes un interés previo, ¿no? Hay un momento que hablo con el Cardenal (José) Tolentino, que es un personaje extraordinario, mis amigos portugueses dirán que es el mejor poeta de la lengua portuguesa, y yo le digo que la fe es como una intuición poética. La intuición poética es la percepción de un sentido donde los demás no vemos ningún sentido. Tolentino estuvo de acuerdo. Pero luego hablo con el papa y él me dijo que la fe es “un don”. Yo creo que ambas cosas son compatibles. En cualquier caso la fe no es voluntaria: tú no puedes decir voy a recuperar la fe, porque la tienes o no la tienes.

-¿Por qué gran parte del diálogo con el papa no lo contaste en el libro?

-Hay un largo diálogo con el papa y una parte de ese diálogo simplemente no la cuento porque no me interesaba. Una vez que le formulo la pregunta fundamental al papa, si le puedo decir a mi madre que, cuando se muera, va a ver a mi padre, y él me responde “con toda seguridad”, tengo el final del libro, un final que le hubiese encantado a Aristóteles porque decía que “los mejores finales son inevitables y sorprendentes”. Después de esa respuesta, no tenía ningún interés. Lo único que me interesaba era el centro del mi libro, el centro del cristianismo. Además, la respuesta fue tan extraordinaria que lo demás ya fue como propina. ¿Para qué lo voy a contar? Pero algún día si quieres lo cuento, porque está grabado además, es muy importante. Tengo la grabación de todo porque, si recuerdas, yo le pido permiso a él para grabarlo. A mí me sorprendió mucho que el papa concediera entrevistas, porque los papas no concedían entrevistas, o las concedían a cuentagotas. Francisco ha concedido muchísimas entrevistas; esta es una de sus múltiples anomalías u originalidad, llámale como quieras. Este papa habló de todo, escribió libros, autobiografía, dio muchas entrevistas. Cuando llegué al Vaticano y les dije que quería preguntar lo que quería preguntarle, si mi madre vería a mi padre, más allá de la muerte, que es lo que preguntaría un niño, todos me decían: “Eso nadie se lo ha preguntado”. La resurrección es el centro del cristianismo. Una vez que me contestó la pregunta, todo lo demás resultó secundario.

El ejemplar más preciado

Javier Cercas presentó El loco de Dios en el fin del mundo (Random House) en Italia la primera semana de abril. Le dio un ejemplar del libro a Lorenzo Fazzini, responsable de la Librería Editrice Vaticana (LEV), la editorial de la Santa Sede, que es la persona que lo llamó para contarle la propuesta de escribir el libro, que era un proyecto del Dicasterio para la Comunicación, el ministerio de Comunicación del Vaticano, y que la idea había sido del director de ese organismo, Paolo Ruffini, “personaje sorprendente”, un periodista conocidísimo en Italia, enemigo número uno de Berlusconi, muy progresista. A él le entregó un ejemplar del libro, dedicado para el Papa. “Yo se lo voy a hacer llegar”, le prometió Fazzini al autor de La velocidad de la luz, Las leyes de la frontera y El monarca de las sombras, entre otros libros. “En los últimos días, Francisco estuvo encerrado en una burbuja por motivos de salud obvios y sólo tenía contacto con sus colaboradores más estrechos y con la gente que lo estaba cuidando. Por lo tanto, entiendo que el libro le llegó unos diez días antes de su muerte. El papa estaba muy delicado de salud, podía hacer pocas cosas, no creo que haya leído la novela. Pero no lo sé… a lo mejor le echó un vistazo. Espero que no se muriese del disgusto”.

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Fuente: https://www.pagina12.com.ar/822555-javier-cercas-el-papa-francisco-es-un-radical-del-evangelio