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La noticia se celebra como aquel necesario gol de Lio Messi a México en el Mundial de Qatar 2022: vuelve a la Ciudad de Buenos Aires la posibilidad de que los espectadores sean parte de una experiencia en la que el desenfreno, la incredulidad, la euforia y lo celebratorio se encuentren en un mismo espacio físico para dejarse llevar por las sensaciones que se generen. El estreno el viernes 25 de Hincha! Ritual show marca no solo el regreso a la escena porteña de Pichón Baldinu, el cofundador de compañías como De la Guarda y La Organización Negra, sino también la recuperación del teatro inmersivo como medio para construir colectivamente y sin estructuras rígidas una experiencia distinta a las ya conocidas. El fútbol, esta vez, será el eje temático de un viaje sensorial en el que la pasión alrededor de la figura del hincha permitirá que el Polo Cultural y Deportivo Saldías (San Pedro de Jujuy 4) se transforme en una fiesta de sentidos cada noche, de jueves a domingo.
Doce actores. Cinco músicos actores. Tres compositores de música. Un equipo de animación y video. Otro escenográfico. Cientos de personas deambulando por la sala-cancha diseñada especialmente para la puesta de Hincha!, con tribunas, palcos y hasta un sector “pre match” para vivir todo el ritual que envuelve a la aventura de transformarse en un espectador más cercano al que va cada fin de semana a alentar a su equipo que al que concurre al teatro a sentarse a disfrutar una obra. Una fiesta popular. Una experiencia escénica interdisciplinaria en el que los límites de lo posible se desafían ante las búsquedas creativas y la interacción entre artistas y público. El aire y el suelo, el agua y la tierra, el grito de gol y la adrenalina de volar -metafórica y literalmente- por los aires.
“La idea siempre es hacer volar al espectador desde adentro y desde afuera”, cuenta Baldinu, especialista en el arte del uso del espacio aéreo en escenarios no convencionales. “La idea siempre es proponerle una temática y llevarlo por ahí, empujarlo a que la viva y también habilitar a que el espectador componga la temática desde su lugar, formando parte, buscando que se integre -subraya el director artístico y creativo de Hincha!-. Que no sea un espectador que la vea desde afuera nada más. Y eso tiene mucho que ver con el espacio, con la forma del lenguaje escénico, con la propuesta sonora, la propuesta visual, el layout del espacio. Hay muchos elementos que propone la experiencia que son subliminales o que están por atrás de lo que se percibe a primera vista. Y eso también forma parte del lenguaje que le propongo al espectador, que tiene que descubrir por sí mismo, jugando, imaginando”.
-Animándolo a sacarlo de su rol habitual de espectador pasivo...
-Claro, al menos desde lo físico, porque las emociones siempre están dando vueltas; siempre trabajan las emociones en el arte. Pero es distinto cuando vos estás sentado que cuando estás de pie. La visión es distinta. Cuando estás sentado, te acomodás con una visión de 180 grados y te pones más reflexivo. En Hincha! hay espacio para eso. Hay lugar para aquel que quiere estar sentado, pero la idea es que participen activamente del hecho artístico. Hay una experiencia, hay un territorio que es el territorio del hincha, que es el de la cancha. Hay un territorio que está expresado así. Pero la cancha no es el único territorio del hincha. Muchas veces, su territorio está fuera de la cancha.
-¿Hincha! busca trasladar el protagonismo del hincha de fútbol argentino al teatro?
-Nosotros comenzamos a hacer este tipo de teatro en una época en la que el espectador era en un 99% “pasivo”, porque no se movía de su lugar designado, no porque no sintiera o porque no participara con las emociones. Cuando descubrí lo que generaba el hecho de trabajar físicamente al lado de un espectador, de que él formara parte de la escena y de que no hubiera ahí un límite sino que se pudiera integrar, fue un shock. Cuando vi la primera vez a La Fura Dels Baus, a los 19 años, en el primer año de la democracia en el Festival Internacional de Teatro de Córdoba, entendí que se trataba de una experiencia distinta, eso que hoy se llama teatro inmersivo y todo lo que deriva de ahí. Uno estaba adentro de la escena, participaba. Eso antes no ocurría. Para mí ese festival fue mi propio Woodstock. ¡No era rock and roll, pero era La Fura...!
-En cierta manera, es proyectar en espacios limitados todo lo que sucede en la calle, donde hay ciertas reglas pero mucha improvisación, mucha situación “no controlada”.
-Trabajar en la calle es muy fuerte, porque allí el espectador es el dueño de la calle. Porque es el transeúnte, el que pasó por ahí o el que fue a ver algo que ocurre en un lugar público. Para mí eso tiene una potencia adicional enorme. Que eso sea dentro de un festival, o una fiesta callejera o un festejo popular, le da un condimento muy groso porque se borran todas las líneas de quiénes somos y dónde estamos. Empezás a ser uno más del montón. Eso es maravilloso.
-¿Hincha! tendrá mucho de “fiesta popular”?
-Sí, esa es la idea, que haya espontaneidad. En un show como Hincha!, uno ya está poniendo a la gente dentro de un ámbito, es un ser humano en modo hincha. ¿Qué es estar en modo hincha? Bueno, van a venir a ver mi versión de ese modo hincha. Para alguno será una obviedad, para otro va a ser una fuego, una fiesta.
-Conceptualmente, al hincha se lo relaciona con lo pasional.
-Sí, sí, se relaciona con lo pasional, se relaciona con lo desatado, se relaciona con todo lo que produce el fútbol en un país como la Argentina. Porque uno puede ser hincha de muchas cosas al mismo tiempo. Es casi un estado permanente ser hincha. Si te lo ponés a pensar filosóficamente, ser hincha es básicamente alentar a algo o a alguien con el cual te identificás desde el corazón. Una identificación que se da y no sabés cuándo comenzó ni por qué. Simplemente sos. Cuando sos hincha de tu hijo o hincha de la banda de tu hijo, hay un lazo afectivo que aparece. Pero vos no sabés cuándo te hiciste hincha de un club de fútbol o incluso de Sumo… Uno puede ser fanático de muchas cosas. En otros países, a los hinchas los llaman “fan”, que auditivamente en inglés significa “diversión”. No creo que sea casualidad. Estamos hablando de una faceta del ser humano que es pura pasión y que a veces lo coloca en un lugar jodido, a veces contradictorio.
-¿Irracional?
-Cuando era pendejo, me acuerdo que hablaba de la pasión y un amigo me dijo algo así como que la pasión no era copada, "porque no tiene límites, es irracional. Y estar irracionalmente enamorado de una minita no me va, porque me descoloca, me quedo sin norte, sin piso”. Yo no estaba de acuerdo, pero en su descripción algo de eso hay. Cuando te transformás en hincha, te despersonalizás, sos otro. Creo que la mayoría de la gente no se reconocería si viera un video de ella misma en modo hincha. A la vez, es hermoso ser hincha de algo que te lleve a ese lugar de intensidad que no sentís por ninguna otra cosa.
-En un mundo donde todo lo que se hace debe tener una “utilidad”, el hincha resulta auténtico, amor puro. Algo que no resulta fácil de encontrar hoy en día.
-Completamente. Creo que para la experiencia de ser un ser humano ser hincha de algo es similar a enamorarte. Hay muchas experiencias, pero la de ser apasionado por alguien o por algo, en este caso por un club, es increíble. Pero, incluso, cuando vos hablás del hincha de fútbol, que tiene esta pasión, no es solo por los colores… Los colores representan algo más, que estás más allá. Por ahí le representa un linaje de amores, no de nobleza o apellidos, necesariamente. Tiene que con una descendencia que hasta puede trascender lo filial. Un hincha de Boca me paró una vez y me dijo: “Para mí un hincha es el que pagó la cuota social y nunca dejó de pagarla. Mirá que hubo crisis, pero nunca dejé de pagar la cuota”, me dijo. Porque ahí se le mueve una cosa mucho más profunda, mucho más grande que él, que no es solo su amor por el club, es todo lo que el club genera socialmente. Es decir, lo que representa la entidad, que es lugar de contención de las familias, en donde vas a hacer deporte, en donde terminás yendo los domingos o en la semana, donde fuiste de chiquito… El hincha de un club tiene un apego indestructible con eso que ama.
-¿Vos sos futbolero?
-No, no soy futbolero. No soy futbolero como lo es un hincha. Me muero con los mundiales y cuando caigo en las manos del fútbol no puedo dejar de mirar lo que pasa, pero no tengo esa cosa totalitaria que tiene un hincha en su vida. Estoy a años luz de eso. Iba a la cancha con mi abuelo a ver Argentinos Juniors y Deportivo Italiano, en las viejas canchas de tablón. Los productores de La Santa Productora me propusieron pensar en algo relacionado con el fútbol y yo volví con la idea de que más que hablar de fútbol, más que hacer algo en torno a los jugadores, me interesaba todo el ritual pasional, todos estos chabones y chabonas que se juntan, viejos, grandes y pendejos, que están desaforados en una tribuna gritando, sufriendo y gozando. Y al principio tenía como todo ese color, las hinchadas, los cánticos, los colores, qué sé yo. Y después me empecé a meter adentro del tema y encontré la dimensión desconocida del hincha, que me llevó muy profundamente hacia otro lugar y hacia un lugar enorme del ser humano, que es el de las emociones. Ahí encontré un caudal narrativo gigante, que no me va a alcanzar este show para abordarlo. La cantidad de perspectivas para contar al hincha es infinita. Para poder contar todas las experiencias y profundidades del hincha en nuestro país tenés que ser el Dante.
-¿Y qué aspectos del hincha te propusiste contar en el espectáculo?
-Abordo al hincha desde su ADN, como si fuera un personaje mitológico. Siento que el gen del hincha es un gen del ser humano, que está desde mucho antes que el fútbol. Viene de mucho más atrás de que existan los colores. Y así lo cuento acá, desde ahí parto. Pero un poco tiene que ver con eso y otro poco tiene que ver con la posibilidad de abordar a los argentinos en ese ritual. En ese abordaje sobre el hincha argento vamos a hablar de la Argentina.
-La Selección Argentina ganó tres campeonatos del mundo, con contextos sociopolíticos muy diferentes: el de 1978 en plena dictadura, el de 1986 tras la recuperación de la democracia y la Guerra de Malvinas, y el de 2022 en la lejana Qatar. ¿Eso va a estar representado en el espectáculo?
-Es que ahí se cuenta la historia de dónde venimos. Es inevitable contar de dónde venimos y de dónde salió la primera estrella.
-¿O sea que va a estar el contexto sociopolítico de cada Copa del Mundo?
-Sí, sí, porque forma parte del ADN argento. Pienso que si el show viaja a otras culturas, a otros países, es algo para contar, es algo para compartir. Nosotros tenemos tres estrellas, pero lo importante es de dónde salieron esas tres estrellas. Hincha! pasa por ahí.
-¿Cómo hacés para que la tecnología no absorba la fibra emotiva de tus espectáculos, que no se transforme en una parafernalia tecnológica?
-Soy muy análogo. Para mí la tecnología es una herramienta, así como el aire es un medio, no un fin. El aire en el sentido de hacer acciones y tenerlo como espacio dramático, el lugar desde donde trabajás, desde donde actuás. La tecnología tiene que estar utilizada en pos de lo que quieras transmitir. Vos podés hacer un espectáculo tecnológico porque querés que la tecnología esté presente, ya sea porque traés las últimas invenciones, o porque tomás dos o tres aparatos y hacés una obra de arte con eso, porque lo estás utilizando con otro fin. Y de repente te sale un resultado novedoso a partir de la tecnología. O podés hacer algo donde esa tecnología está subliminalmente utilizada para sorprender con algo maravilloso. La tecnología no es el problema sino su utilización, para qué. Cuando hace poco vino Immersive Van Gogh, fue interesante físicamente estar ahí, en ese espacio con 400 proyectores mostrándote las obras y uno allí adentro. Distinto si una empresa de laboratorio quiere hacer un evento inmersivo… ¿Qué podés hacer?¿Una lluvia de pastillas? Van a quedar todos locos… (risas). Lo más importante es cómo combinás la tecnología para que te toque la fibra del corazón, para que vos estés en un lugar, en una historia, que te guste mirar, que te guste seguir, que te lleve a preguntarte cosas, que te insista, que te sacuda y que te permita vibrar junto con otra cantidad de espectadores que están en su propio viaje. Hincha! busca tomarte desde ese lugar.
-Hacés mucho hincapié en la conexión física y colectiva. ¿Creés que es necesario recuperar esas dos dimensiones de la vida humana ante tanta pantalla y vida a distancia?
-La humanidad está perdiendo la conexión física… hasta que la recupere. Nada está dado por hecho. Lo que estamos aprendiendo hoy, en nuestro país sobre todo, es que hay una historia que se repite. Que no es como antes pero casi, que se vuelven a poner en tela de juicio cosas que uno creía que ya se habían arreglado… No discutamos esa pelotudez, vayamos a algo más profundo. No podemos pelearnos para ver si mi camiseta es mejor que la tuya: no hace falta discutir esas cosas, ya está. Lo que está mal, siempre va a estar mal. Hay cosas que que pueden repensarse, pero no nos podemos anclar ahí porque nos impide pensar el futuro. Se piensa más en el pasado. Hay una mayor atracción en la gente por pelearse y por la energía que te da la adrenalina de la confrontación que por construir un camino posible colectivo. Cuando empezás a construir, y empezás a ponerte de acuerdo o a tratar de convivir, se abren millones de caminos. Pareciera ser que no son interesantes esos caminos. Como que el conflicto te atrapa más, cuando vos tenés autopistas que te pueden dejar muy velozmente en otro lugar, en un lugar más óptimo, un lugar donde hay más espacio para todos. Esa es una manera de ver la vida. Toda esta cosa de magnates que miran la vida desde otro lugar y se olvidan de lo análogo, es medio una cagada. Pensar que una vez que todo esto se resuelva vamos a lograr estar unidos con un mismo fin… No, vamos a ser siempre distintos, siempre va a haber puja. Pero es importante el viaje, que mientras vayamos transitando vayamos construyendo. No se puede romper todo para que empiece algo nuevo. Vamos muy para atrás en vez de ir para adelante. Hay que elegir de qué lado de esa dualidad uno se coloca, si vas a mirar el vaso lleno o el vaso medio vacío.
Pichón Baldinu es director, stage designer y coreógrafo en altura, pero fundamentalmente es un pionero y referente en el uso del espacio aéreo como lugar creativo. Desde La Organización Negra, aquella compañía teatral en la que esbozó sus primeras ideas sobre el teatro físico, emocional e interactivo, lo suyo siempre fue correr los límites creativos más allá de la media. En 1993, con la fundación de De la Guarda, la popularidad y el reconocimiento que había recogido en el under le iba a llegar masivamente. El espectáculo Villa Villa (1995) fue todo un suceso, manteniéndose en cartel durante años en ciudades tan disímiles como Nueva York, Las Vegas, Londres, Tel Aviv, Tokio, Sydney, México DF, Portugal, Milán, Moscú, Seúl, Detroit, Atenas, Monterrey, Estambul, Madrid, Valencia y Bogotá, entre otras, llegando a cerca de 3 millones de espectadores. Luego vendrían los espectáculos Doma con De la Guarda y Hombre vertiente, ya con la compañía Ojalá. ¿Cuánto cambió el público desde aquellos primeros espectáculos experimentales, que propusieron un nuevo lenguaje, a este que se estrena en el Polo Cultural y Deportivo Saldías, del Grupo Octubre? “El público cambió porque la tecnología nos cambió a todos”, afirma Baldinú, que en 2004 fue convocado por Disney Theatrical para participar en el equipo creativo del musical Tarzan como diseñador del lenguaje y coreografía aérea de la obra que se estrenó en Broadway (2006), Hamburgo (2007) y Holanda (2008). “Cuando empezamos hace más de 30 años, nosotros estábamos innovando en la forma de contar un espectáculo teatral, incluso resistiéndonos a querer ser 'teatral'. La propuesta siempre fue que el público viniera a jugar y ver qué le pasaba. Nuestros espectáculos tenían una esencia que estaba afuera de cualquier rótulo. La tecnología nos cambió. Las redes sociales nos permiten ver de todo, vivir distinto, informarnos y hasta cultivar conductas de ese ciberespacio al que consultamos permanentemente. Antes, en el viaje en colectivo podíamos ver a una persona leyendo el diario, a otra un libro y el más marciano tenía auriculares, pero la mayoría miraba lo que pasaba a su más cercano alrededor.”
-¿Creés que la tecnología aisló a la gente?
-Sí, empezó a aislarla. En tal caso, antes uno construía con lo que leía o escuchaba, no te aislaban absolutamente, sino que te ponía en un mood donde permitías que tus pensamientos fluyeran. Tu creatividad hasta podía ser estimulada por el libro, el diario o la música. Ahora eso no pasa. El teléfono inteligente te estimula, pero inmediatamente pasa a otra cosa y a otra y a otra, que pueden o no tener algo que ver, pero que está siendo leído por el Dios algoritmo que sabe más de vos que vos mismo… y que tu mamá, tu papá y tu médico. Obviamente que eso nos cambió. Ahora tenemos que ver qué pasa con esa nueva existencia al ver un espectáculo como Hincha!, qué pasa con los chicos. Hay que ver qué pasa cuando los ponés en un lugar distinto al de la pantalla. Tengo fe, porque los chicos van a un concierto y estallan. No perdieron el éxtasis que produce el “vivo”.
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Fuente: https://www.pagina12.com.ar/820737-pichon-baldinu-ser-hincha-de-algo-es-similar-a-enamorarte