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Apenas dos años atrás, a sus treinta y dos, Antony Szmierek trabajaba como profesor de literatura en una escuela secundaria ubicada en los suburbios de Manchester. Hasta entonces había publicado dos novelas en editoriales independientes y era un personaje cada vez más conocido en el circuito de bares con micrófonos abiertos en su ciudad. “Hay una gran escena de poesía en Manchester, y con el tiempo fui mejorando mucho como performer”, contó en una entrevista con la revista NME. “Entonces pensé: 'Vamos a ponerle algo de música'. Y funcionó”. Funcionó muy bien: se compró un teclado, armó bases para leer sus poemas y en marzo de 2023 lanzó su primer EP, Poems To Dance To. Pronto ensambló una banda con amigos y pocos meses después ya estaba tocando en Glastonbury, lo invitaron al programa de Jools Holland y fue elegido artista del año por la Radio 6 de la BBC. A comienzos de 2024 decidió dedicarse de lleno a la música y se lanzó a una exitosa gira por su país y las ciudades más grandes de Europa, y un año después, el 28 de febrero pasado, lanzó su esperado primer disco, Service Station at The End of the Universe. Una contagiosa cruza de música dance y poesía en modo spoken word que en la primera semana se metió en el podio de los discos independientes más vendidos de su país.
En estos días está en su primera gira como cabeza de cartel por Europa mientras la prensa de su país se deshace en elogios por el disco y por la velocidad con la que conquistó terreno en su meteórica carrera en la música. En una de las paradas del tour, una periodista de la TV pública holandesa lo consultó recientemente sobre esa historia: “Fue todo una locura”, respondió él. “Un sábado tocaba en Glastonbury y al lunes siguiente ya estaba de vuelta en el aula. Cuando salí en Jools Holland les dije a los chicos: ‘¡Estuve en la tele!, ¿¡me vieron!?’, y ni les importaba. O capaz que sí y no lo querían demostrar”. Eso –continuó– lo mantuvo con los pies en la tierra: “No se trataba de mí sino de ellos. Y de enseñar. Pero enseñar y tocar en vivo tienen mucho de actuación. Tenés a los que se enganchan y querés desafiarlos. Y tenés a los que no, y no es fácil con chicos de dieciséis años. No pude haber tenido una mejor formación para los shows”.
Bautizado en homenaje a uno de los libros satíricos de ciencia ficción del escritor Douglas Adams, autor de Guía del autopista galáctico, desde lo musical mezcla ecos de Primal Scream, Orbital o Happy Mondays con Technotronic y la electrónica más pop. “Quería que se sintiera algo así como ‘Antony Szmierek: La película’, donde todo es más brillante, más grande, mejor”, contó a la revista Dork. “Pensé mucho más en la música para que todo tenga cohesión, que sonara como alguien manejando por una autopista en 1996 con un mixtape sonando en el estéreo: es ecléctico, tiene influencias del rave, pero también temas como ‘Crumb’, que fue como decirme ‘Ok, ¿y si los Backstreet Boys hicieran poesía?’”.
Las letras, por su parte, juegan con esos contrastes a partir del registro de la vida en los suburbios desde el humor, el absurdo y una introspección ácida pero atenta a compartir una liviandad con dejos de esa esperanza necesaria para poder continuar. Ahí están las líneas iniciales del tema que da comienzo y nombre al disco ("Entré sin querer por la salida/ Y la crisis de mediana edad pasa volando como estrella en un descapotable/ Un respiro fugaz del flujo del tiempo/ Y la puerta se cierra de un portazo"), el corte de difusión “A Hitchhiker’s Guide to the Fallacy” (“¿La esperanza está incluida con la cena de la cita?/ Nah, no creo / ¿Viste cuando te olvidás de lo que querías decir?/ Bueno, así todo el tiempo”) o el cierre con “Angie’s Wedding”, escrita a partir de un graffiti en rojo que decía “Angie, ¿querés casarte conmigo?” y que lo llevó a imaginar cómo será la vida de ella hasta que termina repitiendo: “Es la boda del siglo/ Y no sé cómo sentirme/ Ojalá le haya ido bien/ A casi nadie le va bien/ Pero vos tenés algo/ Iluminás la sala cuando entrás/ Ojalá le haya ido bien”.
Usualmente comparado con Mike Skinner de The Streets, de quien se declara admirador y deudor, Szmierek cita también como héroes musicales a Jarvis Cocker y Alex Turner. Su modo de abordar las letras es parte de la ya instalada escena spoken word de la música británica contemporánea, con referentes como Kae Tempest, Sleaford Mods o Dry Cleaning. Artistas y bandas con una actitud post-punk contracultural a la que Antony (cuya pareja es Lily Fontaine, cantante de English Teacher, banda ganadora del Mercury Prize 2024) agregó un desenfado pop filtrado por su aura cercana de muchacho de barrio y su formación en literatura. En ese sentido, la decisión de salir del aula no le resultó fácil: “Me costó bastante dejar de enseñar y dedicarme a la música, sentía que era una decisión egoísta, llevada por el ego. Y por supuesto lo es, pero después empecé a recibir mensajes muy locos”, contó en un reel de preguntas y respuestas. “Un seguidor me dijo que había pasado una de sus canciones en el funeral de su mamá, otra que ‘Angie’s Wedding’ sonó en la entrada de su casamiento. Me gustó sentir que las canciones también pueden tener algún impacto en la gente, y ahora no puedo parar de escribir”.
Por estos días, además de la gira de presentación del disco y de un cover que grabó para la BBC de la canción “Feel” de Robbie Williams, Antony ya tiene lista una nueva novela y está preparando con su banda las canciones de un próximo disco. Una vida inimaginable apenas dos años atrás: “’Salvaje’ es una palabra que uso mucho cuando pienso en todo lo que me pasó en este tiempo”, contó. “Hace un rato mi contador me pasaba por WhatsApp formularios y yo no entendía nada. No esperás escribir un poema y de pronto ser el CEO de una pequeña empresa con logísticas de viaje y cincuenta personas esperando que les pagues. Todavía no termino de descifrar cuál fue el momento en que todo cambió y cómo fue que sucedió, así que sigamos con ‘salvaje’ hasta que encuentre una palabra mejor”.
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