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"Escribo porque no duermo": esta frase de Flor Monfort aplica a toda su producción periodística y literaria, pero sobre todo a su último libro, Diario del insomnio, relato autobiográfico en el que el hecho de no dormir de corrido es estructural en la vida de la narradora (en la entrevista, al referirse a la historia, Monfort dice indistintamente "ella" o "yo"). Tanto que dispara una multiplicidad de temas que contrasta con la brevedad del material -menos de 100 páginas-: la pérdida de un embarazo, la disolución de una pareja, el temor a la muerte, el abrazo colectivo del feminismo, la historia familiar, la salud mental y la búsqueda de soluciones alternativas.
Además, una metáfora recorre todo el texto: la noche se parece al agua. Publicado por la editorial Bosque Energético, de Andrés Gallina y Eugenia Pérez Tomas, dedicada a rescatar diarios de escritores, este libro plantea un problema "sin solución". Todo ayuda -la psicología, la medicación, los ejercicios acuáticos, la biodecodificación, la técnica EMDR- pero nada resuelve. Es el libro una solución en sí mismo, ya que Monfort escribe porque no duerme y porque siente que lo hace "más o menos bien". Es, todavía, más contundente cuando dice que lo escribió para "no morir": fue en los tiempos de la pandemia, cuando acababa de separarse y tuvo que irse a vivir, junto a su hijo, a la casa de su madre. El insomnio se agravó.
"Durante mucho tiempo escribí poesía. En ese momento empecé a escribir estas formas breves, un poco parecidas a la poesía, pero que intentaban tener un hilo narrativo para que se armara una novela. Cuando conocí a Bosque Energético me entusiasmé con la idea de que el material sea un diario. Lo era y no me había dado cuenta", cuenta a Página/12 en un bar porteño donde el griterío de un grupo de hombres en una mesa cercana conduce al chiste feminista, algo inevitable tratándose de una conversación con la editora de Las/12.
"Me encantan los diarios, soy fan de los de Pizarnik; siempre tuve predilección por la entrada corta que de repente tiene un vuelo poético, más misterioso, de clima y sensorialidad", se define. La primera persona y la zona autobiográfica le brotan de manera "orgánica": casi todo lo que escribió sigue ese camino, como muchos de los cuentos de Las rusas (Rosa Iceberg) y los poemas de Luna Plutón (Caleta Olivia). Monfort aborda tópicos como la maternidad, las dificultades económicas de una madre que cría en soledad, la disfuncionalidad de la familia de origen. "Me cansó un poco la primera persona -admite-. Creo que esta fue la última vez, no voy a hacerlo más". Ahora está escribiendo su primera novela, que no aborda un hecho de la vida propia. Es una historia vinculada a la dictadura y el exilio, sobre dos hermanas que viajan a Suecia a buscar el cadáver de su padre.
Diario del insomnio puede ser leído, también, como el diario de una ruptura. "Hay una crisis de pareja después de que ella pierde un embarazo. Ella ya es mamá; él no. Entonces, eso para él tiene un peso mucho más importante. Lo que empezó como un ensayo juguetón sobre qué pasa cuando no dormís terminó estructurándose alrededor de la ilusión de una familia, que no funciona". Como siempre, la noche anterior durmió poco. Confiesa que pensó en trabajar como serena. El domingo 6 a las 17.30, la autora presentará el libro junto a Mariana Yuszczuk y Tania Dick en Casa Gómez, Yerua 4962, Paternal.
-¿Los del libro son textos escritos, en su mayoría, en el insomnio?
-Sí. De noche soy productiva y pienso con más lucidez. La mañana no es mi momento. Siempre escribí de noche, me gusta, y en la pandemia tenía insomnios graves: despertaba a las 3, me pasaban un montón de cosas y las escribía como para no sentir que desperdiciaba ese tiempo. Escribía cosas sueltas y rastreaba un poco qué se había escrito sobre el insomnio. Hay una realidad paralela cuando la casa está quieta. Ella -bueno, yo- tenía impulsos de limpiar o comía la comida que sobraba en la heladera, iba experimentando con sabores. Después le pasa lo de la pérdida del embarazo a la madrugada, una experiencia re fuerte que atraviesa sola, porque a esa hora están todos durmiendo. El tema de no dormir es un pacto de soledad, porque nadie te va a dar bola a las 3 de la mañana salvo que sea por una emergencia. Ella tiene un compañero ocasional del insomnio, que es su hijo.
-¿Cuánto hace que tenés insomnio?
-Siempre, toda la vida, desde chica. Me acostaba tardísimo, me desvelaba, me despertaba muy temprano. Los fines de semana me despertaba a las 7. Mi instante fatal es ese en el que hay que irse a dormir, apagar la luz y decir "se termina la vigilia, el contacto con la vida, con lo vivo". Ahí se me genera mucha angustia y entonces trato de alargar lo más posible ese momento. Creo que el libro trata de ese momento trágico, que la narradora está intentando rastrear de dónde viene. Entonces piensa en el paso de su familia por el exilio, la infancia más prematura, los recuerdos de su padre quedándose dormido mirando la televisión.
-La narradora está todo el tiempo intentando entender eso que le pasa y llega a certezas, como la idea de que dormir es un ensayo de la muerte.
-Sí. Algo de irse a dormir es como morirse, se plantea con esa literalidad, entonces lo que busqué como escritora es darle vueltas más elevadas, más sofisticadas a eso que me acompaña desde que tengo uso de razón. Los diarios que publica Bosque Energético son de escritores, entonces son sobre cuestiones de la vida de personas que escriben. Eso me gustaba mucho, porque para mí el insomnio es algo que está muy asociado a la escritura. Cuando duermo, busco otras palabras para decir las cosas. El idioma del día no es el mismo que el del insomnio; o sea, cuando no dormís, no tenés con quién hablar. Entonces aparecen cosas como las respiraciones, los ruidos del afuera, la noche con sus monstruos y cosas que le empiezan a pasar porque no duerme.
-¿No dormís o dormís poco? ¿Cómo se sobrelleva?
-Hay épocas en las que ella se desvelaba. Se iba a dormir a las 11 y el novio llegaba a la 1, haciendo ruido, ni le importaba que ella se desvelara. Cuando se desvela no se puede volver a dormir y no dormir desde la 1 todo el día es un montón. Después ella busca esa solución química que es el Zolpidem, que es algo que le ayuda, pero que también le trae otros problemas porque es una droga fuertísima, y después está la salida del agua, de experimentar con ejercicios acuáticos para ver si eso le ayuda a dormir. Pero el libro no tiene solución. No está resuelto el problema en un 100 por ciento, que es lo que a mí me interesaba. Es salud mental y es algo que no se soluciona con una pastilla. Todo puede ayudar pero ella nunca dice "bueno, ahora duermo". Además, ¿se puede tener salud mental en esta coyuntura? Ni idea. La política es un poco el motivo por el cual no duermo. Y la plata: no me alcanza y a veces no duermo por eso. La vida es difícil para todos los que no somos casta multimillonaria. El insomnio también tiene un atravesamiento político. No dormir es político.
-Por eso la importancia de la anécdota familiar sobre el exilio.
-Nosotros nos fuimos a vivir a España en el '77, en barco porque mi papá le tenía miedo al avión. Yo no me banqué el movimiento: no dormí nunca, lloré, lloré y lloré, y mi mamá se volvió loca porque yo, que era rebebita, no dormía y ella tampoco. Mi mamá dijo siempre que yo desde ese viaje quedé traumada y nunca más dormí. En una biodecodificación fui al momento en que me pasaba eso, yo lloraba y pensaba que mis papás me decían "dale, podés descansar, relajate". A mi tío lo habían secuestrado; entonces a nosotros, en dos semanas, nos dijeron "váyanse del país". Mi mamá me dice que nadie dormía. Todos estaban en alerta. Para mí, hay algo que mi cuerpo absorbió de ese estrés: (el insomnio) es lealtad. Lealtad al linaje. Un respeto enorme que le tengo a la historia familiar.
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Fuente: https://www.pagina12.com.ar/814706-flor-monfort-explora-un-problema-sin-solucion-en-diario-del-