EN VIVO
Respeta el suicidio porque quien se suicida es un dios de la vida.
Hay un suicida en la historia de la literatura que siempre me ha llamado la atención. Es el poeta judío Paul Celan, que nació en una ciudad de Rumanía un 23 de noviembre de 1920. Su nombre real era Paul Pésaj Antschel, del segundo apellido formó la palabra Celan. Allí acertó, porque la fama literaria necesita siempre un apellido razonable. Escribió en alemán, segundo acierto literario, pues si hubiera escrito en hebreo, lengua en la que se formó, o en rumano, lengua de su país, hoy estaría enterrado en el olvido.
Los padres de Celan fueron exterminados por los nazis.
El padre murió de tifus en un campo de concentración y la madre fue asesinada, no sin antes ser violada brutalmente por los nazis. Se sabe que la madre de Celan era una mujer bellísima. Celan salvó la vida, era un cuerpo joven entonces. Alguien le dijo que a su madre la habían torturado y la habían violado antes de matarla. Alguien se lo dijo. Alguien que lo odiaba profundamente o lo quería también profundamente, no lo sabemos. ¿Se debe decir algo así? ¿Es importante saberlo?
No pudo con tantas penas.
Aguantó con ellas, con las penas, hasta 1970.
Desde 1945 hasta 1970 su vida perseveró. Veinticinco años de lucha contra los padres asesinados y la madre violada y decapitada, pues esa fue otra ocurrencia de los nazis que la violaron, con una bayoneta desafilada.
Se casó con una mujer llamada Gisèle, que era pintora, y tuvo una amante. La amante se dedicaba a la literatura, y se llamaba Ingeborg Bachmann. A mí la poesía de Celan no me emociona demasiado, más allá de algunos latigazos metafóricos. No se entiende nada y lo peor es que no entran ganas de entender nada. Imagino que sus poemas tendrán muchas tesis doctorales escritas en universidades de medio mundo y también me imagino esas tesis, que nadie lee, recibiendo el polvo de los días que ocurren en la oscuridad de los depósitos universitarios, en los sótanos donde se almacena ese saber inútil. Si no lo leen a él, al propio Celan, imagínate quién demonios va a leer una tesis sobre él. Me gusta el título de uno de sus libros: Amapola y memoria.
Se sabe que desde 1962 sufría hondas depresiones. El mundo está lleno de suicidas. La historia termina un 20 de abril de 1970. Paul Celan se sube a la barandilla del puente Mirabeau de París y se arroja al Sena, con el abrigo puesto. Ese puente no es tan turístico como el Pont Neuf u otros de París. En la elección de ese puente se observa una personalidad recatada, discreta, como discreta es su poesía. Lo que no poseyó discreción fue su suicidio. Pero no eligió un puente con prestigio literario, sino uno desconocido, y eso me gusta. Yo habría hecho lo mismo, y haré lo mismo, elegir puentes de segunda división.
Siempre al lado de la segunda división.
Algún transeúnte lo vería saltar, ¿qué habrá sido de quienes lo vieron saltar al agua? Ya estarán todos muertos, pero si lo vio por ejemplo un chaval de ocho años, alguien nacido el mismo año que yo, un mocoso francés de siete u ocho años, seguro que lo recordará, y seguro que estará vivo aún, pues tendrá la misma edad que yo, justo sesenta años. Y desde aquí le pido que por favor contacte conmigo para contarme cómo recuerda la caída de ese hombre en las aguas frías del Sena, aunque ya primaverales. Tengo un grave problema con los hechos pasados, tengo la sensación de que nos inventamos el pasado. Es una obsesión que me arroja a los pozos de una persistente melancolía que se mezcla con visiones y aceleraciones y estallidos de mi inteligencia.
No entiendo el pasado.
Necesitaría verlo para creer en el pasado.
Si todavía vive alguien que presenciara el salto de Paul Celan al Sena el 20 de abril de 1970 y puede confirmarme que ese hecho ocurrió se lo agradecería. Puede que el fantasma de Paul Celan también lo agradeciera. No el fantasma, sino el dolor que le impulsó a saltar sobre las aguas. Para saber que ese dolor fue real, solo por eso.
¿Y los policías y los buzos que sacaron su cuerpo del río?
¿Qué comentarían?
Lo hablarían aquella noche o al día siguiente con sus familias: “Un pobre hombre ha saltado hoy al Sena”.
Dante, Pergolesi, Burroughs, Celan confirman la existencia del pasado. Necesito saber que el mundo lo habitaron esas personas antes de que yo viniera, son como columnas que soportan el peso de la bóveda celeste.
Y la literatura sigue existiendo, cada año se siguen publicando en todas las lenguas cientos de novelas, de ensayos, de libros de poesía. Porque el ser humano es un hacer. Ese es el verbo más importante de la humanidad: el verbo hacer. Es más importante que el verbo vivir. Pues, aunque teóricamente es posible vivir sin hacer nada, en la práctica es imposible.
Haces café todas las mañanas.
O aunque solo sea un té, pero lo haces.
Este es un capítulo de El mejor libro del mundo, que acaba de publicar ediciones Destino, dentro de su colección Áncora & Delfín.
Conocé todas las opciones del contenido que podés recibir en tu correo. Noticias, cultura, ciencia, economía, diversidad, lifestyle y mucho más, con la calidad de información del Grupo Octubre, el motor cultural de América Latina.
Este es un contenido original realizado por nuestra redacción. Sabemos que valorás la información rigurosa, con una mirada que va más allá de los datos y del bombardeo cotidiano.
Hace 37 años Página|12 asumió un compromiso con el periodismo, lo sostiene y cuenta con vos para renovarlo cada día.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/813815-no-entiendo-el-pasado