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28/3/2025

Mudhoney en Vorterix, del ruido a la psicodelia

Cando todo parecía encaminarse a un único tono, la banda estadounidense pegó un volantazo que la llevó a desplegar múltiples matices en escena.

Mark Arm, cantante y guitarrista de la banda, un sobreviviente
Mark Arm, cantante y guitarrista de la banda, un sobreviviente


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Mudhoney en Vorterix, del ruido a la psicodelia

Cando todo parecía encaminarse a un único tono, la banda estadounidense pegó un volantazo que la llevó a desplegar múltiples matices en escena.

Cuando el recital parecía resuelto, Mudhoney pegó un volantazo que cambió la historia de esta vuelta a Buenos Aires y seguramente la de buena parte del público que acudió a verlos al Teatro Vorterix en la noche del miércoles. Lo que en principio parecía un recital plano y monotemático, en el que el ruido, la exasperación y el volumen ensordecedor habían impuesto sus reglas, de pronto, sin ninguna señal que lo advirtiera, empezó a deshilachar otros matices, texturas y colores. A veces en ese orden, y en otros pasajes priorizando la síntesis. Esto le permitió a Mark Arm, cantante y guitarrista del grupo estadounidense, transmutarse en el Ozzy Osbourne del primer Black Sabbath, para luego metamorfosearse en Iggy Pop e incluso en Barry Tashian, ex líder de los garajeros The Remains.

La sala estaba envuelta en un vaho espeso, medio tedioso y poco llevadero hasta que la cosa tomó una forma más armoniosa y dinámica, sin abandonar la potencia ni la distorsión inicial. Entonces el cuarteto se metió en una dimensión de bucles estridentes, algo similar a una plastilina que se moldea y se moldea hasta encontrar una definición, para después aplastarla y transformarla en una nueva figura. Sin embargo, lo que le daba sentido a este pandemonio musical era su intensidad, y partir de esa esencia se abría la dialéctica en una misma canción entre el punk y el heavy metal, o el hardcore y la experimentación sónica, lo que alcanzaba un estadio exuberante cuando la psicodelia hacía acto de presencia para ponerle el moño al regalo. Y si la banda le apetecía, podía romper ese envoltorio a puño limpio.

Esa conjunción fue la que le dio vida al grunge, y el músico que en ese preciso instante orquestaba en su condición de frontman ese ejercicio estilístico era nada menos el que le puso el nombre a la escena patentada en la ciudad norteamericana de Seattle, en los años 80. “¡Odio Mr. Epp & The Calculations! ¡Puro grunge! (suciedad) ¡Puro ruido! ¡Pura mierda! Cada persona que conozco los ama, no sé por qué. No tienen sentido del humor. De hecho, no tienen sentido”, escribió Arm en 1981 al editor de la revista Desperate Times, carta mediante, cuando era integrante de la banda de punk Mr. Epp & The Calculations. Ésta fue el acta fundacional que marcó a toda una generación, entre los que figuran los músicos de Pearl Jam, Soundgarden, Nirvana y otros más que ya no están en el mundo de los vivos.

En esta nueva actuación en la capital argentina, Mudhoney tributó, más que al género, a la supervivencia propia, porque, a diferencia de otros colegas suyos que no pudieron vivir para contarlo, su vocalista resistió a cuatro sobredosis. Hasta que finalmente decidió usar el escenario para drenar la compulsión autodestructiva. Este recital también se comportó como una ofrenda a la libertad creativa, de lo que pudo dar testimonio la suite free rockera “Next Time”. Aunque un ratito más tarde liberaron al punk más diligente, como si se tratara de un toro enfurecido cazando al matador, en “Human Stock Capital”. La canción es partícipe del repertorio de su más reciente álbum Plastic Eternity (2023), un digno registro de su vigorosidad y de su impulso compositivo.

Pasaron 11 años desde su última vez por estos lares, lo que se tradujo en tres discos más. Es por eso que este reencuentro sirvió para ponerse al día con su tribu local, sin descuidar, claro está, a clásicos de la magnitud de “If I Think”, con la que inauguraron la hora y media de show. A pesar de que en esta oportunidad la convocatoria no acompañó, lo que fue una pena porque recitales con este temperamento escasean últimamente entre la oferta porteña, Mudhoney no se amedrentó. Y es que estos hijos pródigos del under y sus tugurios, tras casi 30 años de curtirse de manera grupal y algunos más individualmente, sí que saben pasársela bien. Lo que dejaron en evidencia en el tablado, sobre todo el coloquio escénico entre Arm y el guitarrista Steve Turner, quienes también juntaron fuerzas en la banda Green River.

El rock cítrico “Move Under” dio paso a la clamorosa “Ge Into Yours” y a la paranoica “Nerve Attack”. En sintonía con esa impronta furibunda, invocaron una viejita, “Into the Drink”, de los años en los que hoy el canoso frontman (con aire a Diego Capusotto) aún lucía su cabellera castaña. Salieron de ese arranque cañero con la rítmica “Almost Everything”, donde el baterista Dan Peters (integrante de Nirvana en el verano de 1990) tuvo su primer momento protagónico. A continuación, rescataron “Good Enough”, himno de la nación alternativa que envejeció con suma decencia, a la que le secundó un grunge diseñado a la imagen y semejanza de la identidad de la banda: “Judgement, Rage, Retribution And Thyme”. En “The Gift” sacaron a relucir su veta stoner, en tanto que "Sweet" es una loa al caos controlado.

Así como lo indica su nombre, “Touch Me I’m Sick” fue una invitación a contagiarse con la locura que emana de ese vals de distorsiones. Luego de una primera mitad iracunda, Mudhoney recurrió al tema más pop o musicalmente ligero de su acervo, “Little Dogs”, para fijar el punto de inflexión de su performance. Mientras esas guitarras con eco surf vibraban (recurso que convirtió en marca registrada bandas contemporáneas como Pixies), la batería sonaba atrás y el bajo de Guy Maddison marcaba la cadencia, la entonación vocal de Arm tomaba prestado el “No Fun” de The Stooges. Y la rabia cultivada previamente la comenzaron a dosificar, lo que ya venía signado en una canción como “Real Low Vibe”, de fines de los noventa. Sin embargo, volvieron a sembrar la maldad en “You Got It”.

A “Souvenir” la mecharon con otra maravilla psicodélica: “Tom Herman’s Hermits”. Al tiempo que el punk “FDK” lo enlazaron con el garage “Oh, Yeah”, en la que el vocalista se puso en la piel de John Lydon. Al momento de hacer “Chardonnay”, Arm se liberó de la guitarra y con micrófono en mano se plantó al borde del escenario, desde donde arengó al pogo, que en ese tramo del show ya lo vitoreaban con un “Olé, olé” o celebrando el nombre de su grupo. “21st Century Pharisees” reveló el costado épico del grupo, para luego internarse en las profundidades del ruido por cortesía “One Bad Actor”. Si bien lo que pasó esa noche podría servir para instalar otro mito sobre el culto, lo que legó este retorno de Mudhoney fue fruto de la inconciencia de cuatro veteranos que aún huelen a espíritu adolescente. 

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Fuente: https://www.pagina12.com.ar/814021-mudhoney-en-vorterix-del-ruido-a-la-psicodelia