Menú

showbizBeta

Redes

8/3/2025

"Aída", el eterno retorno al Teatro Colón

La obra de Giuseppe Verdi, clásico de clásicos, inauguró el coliseo porteño en 1908. En sus once funciones presentará tres elencos de cantantes.

En la ópera Verdi buscó una superación técnica y estilística de su música
En la ópera Verdi buscó una superación técnica y estilística de su música


EN VIVO

Cultura y Espectáculos

Sube a escena el domingo 9

"Aída", el eterno retorno al Teatro Colón

La obra de Giuseppe Verdi, clásico de clásicos, inauguró el coliseo porteño en 1908. En sus once funciones presentará tres elencos de cantantes.

La temporada lírica del Teatro Colón comienza con Aída. El domingo 9, a las 17, se pondrá en escena la primera de las once funciones previstas para la gran ópera de Giuseppe Verdi, que regresa a la mayor fábrica lírica argentina con la reposición de la histórica versión escénica de Roberto Oswald. La dirección de escena será de Aníbal Lápiz, a cargo además de los vestuarios. Un clásico para otro clásico, que en esta oportunidad contará con tres elencos de cantantes.

El primer elenco, que tendrá a su cargo las funciones de los martes 11 y 18 y los viernes 14 y 21 –a las 20.30– estará encabezado por dos italianas: la soprano Carmen Giannattasio, en el rol de Aída, y la mezzosoprano Daniella Barcellona como Amneris. Con ellas estarán el barítono surcoreano Youngjun Park, como Amonasro, y el tenor brasileño Martin Muehle en los paños de Radamés. En las funciones del miércoles 12, domingo 16 y jueves 20, estarán María Belén Rivarola como Aída, Mairín Rodríguez como Amneris, Leonardo López Linares como Amonasro y Marcelo Puente como Radamés. Mónica Ferracani, María Luján Mirabelli, Christian Maldonado y José Azocar, protagonizarán las funciones previstas para los días 13, 19 y 22. Stefano Ranzani (los días 9, 11, 14, 18 y 21) y Marcelo Ayub (12, 13, 16, 19, 20 y 22) se alternarán al frente de la Orquesta Estable y el Coro Estable, preparado por Miguel Martínez, y Lidia Segni elaboró la coreografía para el Ballet Estable del Teatro Colón que dirige Julio Bocca.

Sin lugar a dudas, Aída está entre las más populares, más queridas, más sentidas, más vistas, más aplaudidas, más ensalzadas y más conmemoradas de las óperas italianas en el mundo. Para el Colón es una obra particularmente significativa. Con Aída se inauguró el edificio actual del Teatro en 1908 y a través del tiempo y una presencia constante su nombre se puede ligar al de figuras inmensas de la lírica de todos los tiempos que pasaron por el Colón. Se podría nombrar a cantantes como Enrico Caruso, Claudia Muzio, Renata Tebaldi, María Callas, Giovanni Martinelli, Aureliano Pertile y Giacomo Lauri Volpi, y directores de la talla de Tulio Serafín, Gino Marinuzzi y Héctor Panizza, entre muchos otros. La puesta de Oswald se estrenó en 1996, cuando el Colón cumplía 88 años y ahora se repone para celebrar el centenario de la creación de sus elencos estables: Orquesta, Coro y Ballet.

Allá y aquí

Del mismo modo que el exotismo y sus ensoñaciones sirvieron a la ópera durante siglos, Aída es un caso, si se quiere, inverso. En la obra que Verdi compuso por encargo del Jedive Isma'il Pashá de Egipto para representar en su teatro, es la ópera la que se pone al servicio de lo exótico. Hacia 1871, Isma’il Pashá, el primero en ostentar el título de jedive de Egipto bajo el control del Imperio Otomano y hombre formado en la cultura europea, había cumplido dos sueños: dos años antes había abierto el Canal de Suez y poco después construyó un teatro lírico a la altura de las más importantes ciudades del mundo –que inauguró con una puesta en escena de Rigoletto–. Para cumplir su tercer sueño, el jedive buscaba un gran compositor europeo para un libreto de ópera que a partir de una fábula arraigada en el Antiguo Egipto él mismo había elaborado junto a Auguste Mariette, un egiptólogo francés que había llegado a El Cairo en una misión arqueológica impulsada desde Francia por Napoleón III.

Por esos años, Verdi buscaba una superación técnica y estilística de su música, en épocas en las que Richard Wagner, el otro espíritu de la ópera europea, se aprestaba a consagrar su idea de drama con la tetralogía El anillo del Nibelungo. El poco común argumento egipcio, la solemnidad de los protagonistas, cierta religiosidad arcaica y el exotismo de lo lejano figuraban una buena oportunidad para superar ciertos esquemas del melodrama, que a fuerza de ser repetidos terminaron por empobrecer esa forma de espectáculo que con la marca italiana se había proyectado a todo el mundo. Una mayor presencia de la orquesta en el andamiaje dramático, el uso más sutil del cromatismo armónico, la orquestación en función expresiva y melodías recurrentes para identificar algunos personajes, son algunos de los expedientes que Verdi, que a partir de Don Carlos había refinado notablemente su escritura, termina de poner a punto con Aída.

Ante el rumor de que si no aceptaba componer la ópera, esta podría ser encargada a Wagner o Gounod, Verdi, que poco antes había rechazado una atractiva oferta del mismísimo jedive para componer un himno en ocasión de la inauguración del Canal de Suez –“No compongo piezas de circunstancia”, dicen que le dijo–, se apresuró a definir las condiciones económicas de su trabajo: 150 mil francos depositados en el Banco Rothschild de París y plazo hasta fines de 1871.

Así nació Aída, una historia en la que todos sucumben ante las razones del poder. La princesa etíope esclava en Egipto y Ramfis, el gran sacerdote, representan los polos opuestos del drama, los motivos inconciliables, entre humillación y prepotencia, que prefiguran un final terrible. La fuga imposible hacia la libertad de la protagonista; el amor de Radamés dividido entre Aída y la lealtad a Egipto; la hija del rey, Amneris, concedida como esposa al mismo Radamés por sus triunfos militares. Estas son las partes del clásico triángulo amoroso a partir del cual Verdi logra, con verdaderos golpes de genio, elaborar una compleja trama de pasiones y conflictos que resuelve con la misma agilidad con que los urde.

El estreno de Aída, previsto para enero de 1871, fue suspendido. Las escenografías y el vestuario que se habían encargaron a la Ópera de París no podían salir de capital francesa, sitiada por los alemanes en el marco de la guerra franco-prusiana. Verdi aprovechó el tiempo para seguir limando detalles de la partitura. En septiembre de ese año se firmó el tratado de paz que puso fin a las hostilidades, y las escenografías y el vestuario llegaron finalmente a El Cairo, con el anuncio del estreno de Aída para el 24 de diciembre. Con la dirección de Giovanni Bottesini, la primera representación fue grandiosa y colmó con creces las expectativas de la vigilia. La escenografía, los vestuarios y los accesorios fueron diseñados por el mismo Auguste Mariette, con gran despliegue de medios y detalles fastuosos: la corona de Amneris era de oro macizo; las armas de Radamés, de plata.

El éxito del estreno en la Scala de Milán, en febrero de 1872, significó la legitimación de la nueva ópera de Verdi ante el propio público, dato que para el compositor no era secundario. El primer estreno mundial fuera de Egipto e Italia se produjo en Buenos Aires, en el viejo Teatro Colón que estaba frente a Plaza de Mayo, el 4 de octubre de 1873.

Suscribite a los newsletters del Grupo Octubre

Conocé todas las opciones del contenido que podés recibir en tu correo. Noticias, cultura, ciencia, economía, diversidad, lifestyle y mucho más, con la calidad de información del Grupo Octubre, el motor cultural de América Latina.

Este es un contenido original realizado por nuestra redacción. Sabemos que valorás la información rigurosa, con una mirada que va más allá de los datos y del bombardeo cotidiano.

Hace 37 años Página|12 asumió un compromiso con el periodismo, lo sostiene y cuenta con vos para renovarlo cada día.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/809071-aida-el-eterno-retorno-al-teatro-colon