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16/2/2025

Gala Berger recupera sabores y formas primigenios en sus nuevos textiles

La artista argentina, con vínculos estrechos en diversos lugares de América Latina, indaga la intersección entre estética y medioambiente. 

"Asamblea barrial", una de las obras de Berge creada con formas antropomórficas.
"Asamblea barrial", una de las obras de Berge creada con formas antropomórficas.


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La muestra "Puedo oler el fuego" se exhibe en la galería Nora Fisch

Gala Berger recupera sabores y formas primigenios en sus nuevos textiles

La artista argentina, con vínculos estrechos en diversos lugares de América Latina, indaga la intersección entre estética y medioambiente. 

Desde la óptica de Gala Berger, la artista argentina que desde hace varios años se la pasa viajando por América Latina, una fruta puede contener un universo. Adentro de un mango hay historias, formas de producir la agricultura, tramas empresariales, pesticidas. Adentro de una granada, debajo de su cáscara rojiza, puede haber un poeta; una verdad, una fuente de conocimiento. En sus últimos trabajos fue profundizando aún más alrededor de estas ideas y su reciente exhibición Puedo oler el fuego, inaugurada en la galería Nora Fisch, se inscribe en este recorrido. En esta nueva muestra se pueden ver nueve piezas textiles sobre las cuales descansan impresiones digitales de frutas y verduras, que funcionan como cabezas de unos seres semihumanos.

Berger, además de ser artista, es curadora independiente y también investigadora. Desde hace ocho años vive fuera de la Argentina, entre Perú, México y varios otros países donde ha realizado diferentes experiencias, como residencias, muestras y proyectos curatoriales. Desde 2022, colabora con la artista shipiba MetsáRama –perteneciente a una comunidad originaria de la Amazonia peruana– en la exploración de la intersección entre arte y medioambiente; el proyecto se lleva a cabo junto con los responsables políticos de la Dirección General de Medio Ambiente de la Comisión Europea, en el marco de una iniciativa focalizada en arte y agricultura en la Amazonía.

Algo de su manera de estar en el mundo y de estos desplazamientos fueron nutriendo su trabajo de referencias vinculadas con diferentes geografías latinoamericanas. De todos modos, esta impronta en su quehacer no apareció cuando abandonó esta tierra gris e inflacionaria llamada Argentina, sino que ya estaba presente cuando vivía en Buenos Aires; por ejemplo: fue fundadora de La Ene (Nuevo Museo Energía de Arte Contemporáneo), un proyecto de museo experimental que nucleó a artistas de la escena local y de muchos otros países de la región –esta iniciativa fue impulsada por Berger junto a las curadoras Sofía Dourron, Marina Reyes Franco y el artista Santiago Villanueva–. El universo de la artista siempre fue expansivo y siempre priorizó, en todo caso, encontrar puntos de conexión entre diferentes latitudes y culturas para poder crear, a partir de esos vínculos, un corpus de obras. Puedo oler el fuego es otro capítulo dentro de esa manera de producir.

FRUTAS ARTIFICIALES

En 2021 Gala Berger llegó al aeropuerto de Lima nueve horas antes de que su avión, con destino a Buenos Aires, despegara. “En ese momento, sólo podían entrar apenas 70 personas al país desde otras partes de América Latina. Yo necesitaba llegar a Argentina porque tenía una muestra y pensé que si era la primera en llegar al aeropuerto, iba a conseguir un lugar en el avión”, recuerda la artista. Su táctica dio resultado y en ese entonces pudo subirse al vuelo, el mismo que trajo la cepa ómicron al país. Culpa de este detalle viral, la cuarentena que tuvo que hacer fue un poco más extensa de lo normal, pero el encierro se convirtió en el inicio de un proceso que después se convertiría en Puedo oler el fuego. “Me sorprendí del gusto que tenían las frutas. Todas iguales y con un gusto a nada. Bah, gusto a transgénico y algo raro. Algo muy distinto a lo que como acá en Perú, donde todavía no está tan extendido el uso de transgénicos y pesticidas, entonces las frutas y las verduras tienen bastante más sabor”. A partir de ese momento, empezó a pensar de qué manera podía convertir ese sabor insípido en una imagen, en una muestra.

Los años pasaron. En un abrir y cerrar de ojos, un panelista de televisión se convirtió en presidente y en otro abrir y cerrar de ojos algunas palabras fueron quitadas de las publicaciones oficiales del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). Los términos removidos fueron: agroecología, cambio climático, biodiversidad, género, sustentabilidad, huella de carbono y prohuerta. La noticia pasó sin penas ni glorias pero apareció en un pequeño recuadro en un diario, encontrado por los ojos de Berger: “Cuando vi la noticia, me pareció que valía la pena retomar el tema de las frutas en el que venía pensando de la pandemia y unir ambas cosas. Por un lado, cómo se producen esos alimentos; y por otro, el tema de la censura”.

Las obras que conforman Puedo oler el fuego exhiben estos frutos de diseño, semiartificiales, y también refieren a ese campo semántico que, por el momento está vedado. Con un puñado de textiles esta artista puede hablar de eso que los discursos oficiales tratan de omitir o se esfuerzan por callar. “Lo que veo como más problemático de esta decisión del gobierno es que la censura de estas palabras resulta bastante cruel, va a la raíz del problema: ya no podés ni nombrarlo. Cómo puede un Estado dar respuesta a algunas problemáticas actuales si no puede ni nombrar los términos necesarios para tomar acciones y hacer políticas públicas. Lo mismo se puede pensar con otros problemas, como por ejemplo lo que pasa con los incendios en la Patagonia”.

Para poder desarrollar estas obras, Berger empezó a investigar cuáles eran las frutas más contaminadas de la región y por qué se producía dicha contaminación. Esta pregunta ya había aparecido en otros proyectos suyos. Por ejemplo, en 2019 realizó una performance en Guatemala, luego de hacer una residencia en ese país, llamada “Mango fantasma”. En aquella oportunidad, disfrazó a un grupo de artistas amigos con piñatas gigantes con formas de frutas y los hizo marchar por una suerte de mercado central guatemalteco. La acción sucedió así, según cuenta la artista: “El mango iba encontrándose con otras cosas por el lugar, como por ejemplo un pesticida –que era otro artista con otra piñata– y después de ese encuentro se moría. Atrás iba yo con un parlantito reproduciendo una grabación de una protesta que hubo unos días antes de los trabajadores campesinos. La gente del mercado se veía interrumpida al ver pasar a unas piñatas con pies y ruidos de protesta, pero lo más genial fue que muchas personas se sumaron y me pedían volantes o información sobre el tema. Ya en ese momento estaba hablando de lo mismo que en esta muestra: de una fruta central para ese país y la manera en la que dejaba de producirse de una forma vernacular hacia otra más industrial”.

Lo que propone Berger, con estas imágenes de personas mitad humana y mitad vegetal, es apelar a una fantasía para poder referirse a algunas discusiones de la coyuntura actual. Esto es algo que ya se viene viendo desde hace algunos años, incluso fuera del mundo del arte. Un caso puede ser Distancia de rescate, la novela de Samanta Schweblin publicada en 2014, llevada al cine en 2021 por la directora peruana Claudia Llosa, en la cual encierra en una historia de terror las consecuencias que genera sobre las personas la colocación indiscriminada de pesticida cerca de áreas urbanas. La fantasía, o la ficción, entonces, se transforma en la herramienta para denunciar y para nombrar aquello a donde los ámbitos oficiales –e incluso la no ficción o el periodismo– parecerían no llegar.

MÁS ALLÁ DEL JARDÍN

Los textiles que presenta esta artista no se anclan únicamente al tema que tratan, sino que también se refieren a otros mundos e incluso esconden referencias a otros proyectos artísticos. “Estas obras las empecé a hacer durante un viaje a Canadá. Estaba en Toronto y desde el comienzo quise esconder otras cosas en estos collages, para que no sean solo piezas que hablaran de un único tema. Al final, cada cosa tiene un significado adentro de otro, cada textil guarda un secretito y está contando una historia”, dice Berger.

En una de las obras se puede ver al grupo de Serigrafistas Queer estampando remeras y carteles. Este colectivo utiliza la serigrafía como un medio para producir intervenciones políticas y artísticas que, generalmente, cuestionan el orden establecido de los géneros y las sexualidades. Sin embargo, en la fantasía de esta artista, las serigrafistas están trabajando en estampas que no tienen necesariamente que ver con Argentina, el lugar en el que trabajan, sino con otros puntos de América Latina, como Chile y Perú; incluso, en esa obra hay una remera en quechua. De esta manera, se anudan en una misma pieza las problemáticas con las que Berger está trabajando, una referencia a la escena del arte local y también un pedazo de esas geografías por las que pasó durante sus viajes.

En otra de las obras se puede ver a una persona leyendo un poema desde su celular y otro collage muestra una asamblea barrial. Cada una de las piezas se superponen mundos y distintas formas de comunicar y organizar ideas. Además, también hay un espacio para “los malos” de la película. En “Los podridos” se puede ver a dos personajes con raíces sobre sus trajes y sus bolsillos llenos de dinero. “Esta obra retrata a los empresarios del agro. No me parecía no incluirlos porque en definitiva son parte de este sistema y también son quienes generan muchos de los problemas que hay alrededor de la agricultura y la contaminación de cultivos y tierras”.

Puedo oler el fuego es una forma de poder ampliar una discusión coyuntural. La propuesta señala un conflicto que desde el punto de vista estatal es dejado de lado y también lo lleva a otros terrenos. Qué es lo que pasa con eso que nos llevamos a la boca se cuela en prácticas artísticas, en formas de organización comunal y hasta en textos escritos en versos. Lo que Berger genera es un registro de cómo todo puede entrelazarse y que aquello que se deja de lado, que se minimiza, muchas veces está más cerca de uno de lo que podemos percibir. Ese avión que tira pesticida a unos cuantos kilómetros de las grandes ciudades, al final, también pasa por las cocinas de nuestras casas y llega hasta nuestros estómagos.

Puedo oler el fuego se puede visitar de martes a viernes, de 14 a 19, en la galería Nora Fisch, Av. San Juan 701. Hasta el 28 de febrero Gratis.

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Fuente: https://www.pagina12.com.ar/803733-gala-berger-recupera-sabores-y-formas-primigenios-en-sus-nue