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12/1/2025

Macarena Fatne: un arte donde convergen el ritmo de las ciudades y de la naturaleza

El diseño y las artes visuales se encuentran con otro oficio de la artista, que es DJ, para crear una obra con reminiscencias tan abstractas como oníricas.

La obra de Fatne profundiza en la abstracción.
La obra de Fatne profundiza en la abstracción.


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Macarena Fatne: un arte donde convergen el ritmo de las ciudades y de la naturaleza

El diseño y las artes visuales se encuentran con otro oficio de la artista, que es DJ, para crear una obra con reminiscencias tan abstractas como oníricas.

Cuántos cielos habrá visto Macarena Fatne. Vio el cielo del oeste, de San Antonio de Padua, en la casa de su infancia. También el del amanecer, cada vez que volvía hasta esa ciudad del conurbano después de una fiesta. Si vio al sol asomarse, también vio el cielo de la noche, con y sin estrellas. Debe haber visto cielos en pinturas, fotos, tapas de discos y viajes. Infinidad de escenarios arriba de su cabeza a lo largo de su vida y en los más diversos lugares. Lo que ocurre es que Macarena Fatne –al igual que el cielo– es muchas cosas: es artista, pero se formó como diseñadora gráfica; es dj, gestora –produce su propia fiesta– e incluso naturalista: si viaja y escucha un pájaro cantar, se fija en su télefono de qué plumífero se trata. Además, es docente en la Universidad Di Tella y fue alumna en diferentes espacios de formación: desde el Programa de Agentes Culturales de CIA –aquel espacio formativo comandado por Roberto Jacoby–, hasta clínicas de obra con artistas como Ernesto Ballesteros, Paola Vega y Ana Clara Soler, entre otros. Es decir, Macarena Fatne es y hace muchas cosas, todas igual de importantes para ella misma. Quizás por eso el patchwork que es su vida se ve también en las obras que actualmente exhibe en su muestra individual El cielo es negro.

Con curaduría de Emmanuel Franco, esta exposición reúne un conjunto de piezas realizadas entre 2020 y 2024; además, está acompañada de una pequeña publicación que reúne textos de diferentes autores, como el músico Diosque, la curadora Sofia Dourron, la escritora y directora teatral Eugenia Pérez Tomas y el diseñador gráfico Leandro Ibarra, entre otros. Casi todas las obras de la muestra están hechas con tiza sobre papel, con la excepción de una sola pieza que fue realizada con óleo y acrílico sobre tela. Sin embargo, a pesar de la diferencia, esta obra particular se funde con el resto sin problemas. Son todas del mismo grupo de amigas. Las imágenes de Fatne son abstractas, pero guardan algunas referencias figurativas. Lo más justo sería decir que muestra un registro trastocado del mundo. Ella retrata todo de una manera corrida, casi onírica. En el conjunto que forman El cielo es negro pueden verse rastros de personas, animales y plantas, pero hay una gran nube que cubre todo y que convierte a esos elementos en algo difuminado.

LO PRIMITIVO Y LO COTIDIANO

Todo lo que aparece como “identificable” en su trabajo parece bastante trivial. No estamos ante la reencarnación de Cándido López, ni hay grandes temas de agenda en las obras de esta artista. El objetivo parece ser hacer un registro delicado y sensible del mundo cotidiano. Este gesto parece funcionar como una continuación de un viejo hábito que tenía Fatne: salir a la calle con una cámara de fotos a fotografiar objetos descartados. El punto en el que ambas cosas se unen es en el extrañamiento que genera ver estas imágenes. Una persona puede ver un pájaro y no decir nada, ni siquiera prestarle atención; sin embargo, una foto del animal sí puede causar muchas y muy distintas reacciones. En el momento que lo trivial se transforma en otra cosa –es decir, en una obra– las emociones y las interpretaciones emergen. Si bien la fotografía quedó atrás para esta artista, el gesto de retratar objetos para devolverles una cuota de misterio sigue intacto.

Algunas de sus obras parecen estar hechas con figuras extraídas directamente de una caverna con pinturas rupestres. Hay algo de tribal en el trabajo de Fatne, como si se sintiera más a gusto con una forma arcaica de representar el mundo y la realidad, en vez de hacerlo de una manera ultra definida y ultra artificial como la que ofrece el mundo visual de la inteligencia artificial o cualquier otro invento de moda. En este sentido, su manera de pensar la fiesta y el baile –hábitat en la que se mueve con soltura cuando se pone su traje de DJ– también tiene que ver con esto mismo, con pensar a ese lugar como un espacio de ceremonia grupal como quien se junta alrededor de un fuego a contar historias o purgar demonios. La fiesta que organiza desde 2021, llamada Discos Completos (se trata de un evento sin dj en el que las personas se juntan a bailar y cantar álbumes, sabiendo de antemano qué va a sonar y a qué hora) se describe como una “fiesta rave ritual”. Allí sonaron álbumes muy distintos y muy diversos: desde Talking Heads, Daft Punk y Madonna, hasta Los Encargados –aquella banda mítica de Daniel Melero–, Charli XCX, Miranda! y Rosin Murphy. Una fiesta sin ningún tipo de sorpresa, ya que todo el mundo sabe qué va a sonar de antemano, pero cargada de la intensidad del hit, de la canción que cada quien conoce y canta a los gritos. Bailar, pintar y dibujar son actividades que para ella parecen estar íntimamente conectadas y en un punto hasta significar lo mismo: formas de liberar energía y de pensar ideas sobre el mundo.

LA MÚSICA DE LA NATURALEZA

Esa no es la única relación que hay entre música y artes visuales. La música es algo que solamente se puede percibir y experimentar, no es algo tangible que se pueda ver y mucho menos tocar. La música es una seguidilla de sonidos abstractos e inmateriales que generan climas y universos. Así también es la producción visual de Fatne, en tanto no es completamente representativa, sino una cosa amorfa de diversos colores. Las líneas curvas viajan por las hojas y las telas en las que trabaja de la misma manera que una melodía flota por el aire hasta entrar en los oídos de un escucha. Su trabajo funciona como una traducción del sonido en trazos, colores e imágenes. Tal vez, una persona con sinestesia –esa patología neuronal que hace que se mezclen los sentidos en la cabeza– pueda ver con los ojos cerrados las obras de Fatne cada vez que se pone a escuchar una canción.

Entre 1989 y 1990 el director de cine y artista británico Derek Jarman escribió un diario en el que contó sus días trabajando en el jardín de su casa. La pregunta subterránea que recorría ese relato, materializado en el libro Naturaleza moderna, era cómo podían las personas vincularse con la naturaleza siendo que el sesgo mayoritario de la sociedad es “antinatural”. Esa misma pregunta parecería estar otra vez en circulación, al menos en esta exhibición. La preocupación de esta artista no tiene tanto que ver con cómo se ven las cosas que pinta y dibuja –por eso no importa las pinturas son más o menos figurativas–, sino con cómo se relacionan entre sí y de qué manera las personas se aproximan, por ejemplo, a otros animales y a las plantas. Sobre las obras que integran El cielo es negro avazan las aves, las frutas, las plantas, como así también lo hacen la música y las personas.

En la publicación que acompaña la muestra, muchos de los textos hablan también de este vínculo entre las personas y el mundo de la naturaleza. En “Avistaje de aves”, Sofia Dourron se pregunta “¿qué hay más allá del sujeto antropocéntrico? ¿Podemos los humanos aprender a escuchar las energías comunicativas no expresadas en palabras? ¿Podemos hablar con los pájaros?”. Luego, en el poema “Horizón (A mi perro)”, Diosque escribe: “¡A mi perro! Sí/ que lo tiña de oro el sol/ Y de plata por la noche/ con la luna en el lomo/ La muerte lo interrumpió solo unos segundos/ para volar un día cualquiera/ sin avisar/ sin avisar ahora es pájaro/ y es parte del viento/ trajo lo que pedimos y nos dejó más”.

LÍNEAS VITALES

La propuesta que trae la artista y que se retoma en esos textos tiene que ver justamente con pensar –o más bien hipotetizar– sobre qué pasaría si los límites entre el mundo humano y citadino y el natural se difuminara un poco, de la misma manera que lo hacen las obras de esta muestra. De qué otra manera se podría estar en el mundo y qué posibilidades aparecerían si se abandonara el sesgo antinatural y antropocéntrico. Las obras que integran El cielo es negro es un ensayo de ese otro mundo, de esa vida donde todo esto se mezcla de una manera más orgánica y sin tantas escisiones.

Así como Derek Jarman no pudo evitar juntar la vida, el cine, la escritura y la jardinería, Fatne tampoco puede evitar que todos sus intereses y todas las disciplinas que practican se junten y se mezclen todo el tiempo. En cada cosa que hace hay una cucharada de otra. Sus obras y sus fiestas son espacios donde sus intereses y su biografía se mezclan sin parar. Así como los dibujos y las pinturas de El cielo es negro puede ser un punto de encuentro para las personas, el mundo de la naturaleza y el universo de lo onírico, Macarena Fatne es el punto de encuentro para el diseño, la música y las artes visuales. Y también para el cemento y la naturaleza.  

El cielo es negro se puede visitar de lunes a sábado, de 19.30 a 22.30, en el Laboratorio de Festival, Gorriti 5741. Hasta el 30 de enero. Gratis.

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Fuente: https://www.pagina12.com.ar/795755-macarena-fatne-un-arte-donde-convergen-el-ritmo-de-las-ciuda