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Para la ficción seriada, 2024 fue el año del “lore”. ¿De qué? Todo aquello que forma parte del trasfondo de una historia (real o ficticio) y que le da coherencia a una narrativa, sea el dato de color, las tradiciones o las características de sus personajes, le dan sustancia a este término. Se trata de uno de esos vocablos de moda en las redes sociales y, amén de su origen en el ámbito videojuegos, ejemplifica de manera cabal lo sucedido -o buscado a conciencia- en las producciones audiovisuales en capítulos durante el año que está por terminar. El panorama deja un largo tendal de remakes, secuelas, series derivadas, reboots y extraños ejemplares que abonan su propia leyenda.
Bebé Reno (Netflix) y El pingüino (Max) se desmarcaron como dos de las mejores exponentes dentro de las miniseries de 2024, federados del lore y con argumentos completamente opuestos. Una surgió de la nada, la otra tenía una imponente mitología pop como sostén. Richard Gadd decidió ficcionalizar su propio trauma de humillación y acoso desde un lugar tan incómodo como adictivo. El anzuelo era “simpático”. Un standupero y ocasional bartender (interpretado por el propio creador de la entrega) comienza a ser hosigado por Martha Scott (Jessica Gunning). Miles mensajes digitales mal redactados y la inoperancia policial dejan de ser un chistecito a medida que avanza la trama. Lo que parecía ser una Misery moderna se convierte enun viaje dantesco sin indulgencia para ninguna de las partes involucradas. Ahí está el vínculo tóxico de Donny Dunn con un productor de televisión como testigo. El hit menos pensado para la N roja se coló en discusiones globales. ¿Cuánto de realidad y de ficción había en el retrato confeccionado por el desconocido artista escocés? La demanda de Fiona Harvey –la inspiración para la antagonista- hacia la plataforma de streaming le dio más cuerda al fenómeno. “Si Bebé Reno prueba algo es que no hay una fórmula para hacer esto. La única constante en televisión es contar una buena historia que nos hable de nuestros tiempos. Así que tomen riesgos, fuercen los límites, exploren lo incómodo, atrévanse a fallar para lograr lo que desean”, señaló Gadd durante su consagratoria noche en los últimos Emmy.
Otro que tuvo un año movido fue Colin Farrell. El homenaje al noir lo tuvo como protagonista en Sugar (AppleTV+) y El pingüino. En la primera encarnó a un detective chandleriano y popmoderno. En la otra encarnó a uno de los villanos más reconocidos de Batman sin la necesidad de que el encapotado se hiciese presente en sus ocho episodios. Apenas si la Batiseñal brilló en el cielo plomizo de Ciudad Gótica durante el último episodio. Su showrunner, Lauren Le Franc, le dijo a este medio que su intención era explorar el submundo de esa urbe apegándose al lodo criminal. Esta derivación de The Batman (Matt Reeves; 2022) fue a fondo sobre el sujeto que no lleva monóculo ni muerde la boquilla pero culminó consagrado como capomafia. Y de yapa regaló a la mejor villana de la temporada: Sofia Falcone (Cristin Milioti), la heredera del emporio criminal con sus propios rollitos mentales tras haber pasado algunas temporadas en el Manicomio Arkham. Estéticamente afín al cine estadounidense de los ’70, ejemplar en el rubro actoral, El pingüino venció a fuerza de picotazos.
Fue otro notable año para el juego de espías a la vera del Támesis. La tirria británica del género vino con la cuarta temporada de Slow Horses (Apple TV+), El chacal (Disney+), la novedad de Palomas negras (Netflix), No digas nada (Disney+) y la segunda temporada de The Diplomat (Netflix). A esta altura, el concepto de Slow Horses es tan reconocible como las flatulencias que orgullosamente se lanza Jackson Lamb (Gary Oldman) frente a cualquier interlocutor. El modelo se compone de algún libro de la saga de espionaje de Mick Herron, el respeto por los engranajes del género, el dejo de algunas notas sobre la actual coyuntura europea y el tono zumbón propio de la comedia negra. Con dos temporadas más confirmadas, los “perdedores, inadaptados y borrachos”, tal como canta Mick Jagger en la canción de apertura, los marginados a “la ciénaga” aún tienen bastante más por bucear.
No digas nada, por su parte, amplió el foco sobre el conflicto en Irlanda del Norte a partir del libro de crónicas de Patrick Radden Keefe. Aunque plenamente ficcional, El chacal apela a otro universo conocido: la novela de Frederick Forsyth que ya tuvo dos versiones en el cine. En esta ocasión, la historia del asesino de elite y maestro del disfraz se adecua a los tiempos que corren con una factura deudora del género de espionaje y paranoia de los ‘70. Y por ello asoma otra constante en todos estos productos. El juego del gato y del ratón transeuropeo sucede con decisiones moralmente ambiguas de todos los involucrados.
Nadie suele pensar en la comedia como el principal guerrero de la guerra de las plataformas. Así y todo, 2024 tuvo soldados en plena forma con las segundas temporadas de Loot y Terapia sin filtro (ambas de Apple TV+), la tercera de Hacks (Max) y la cuarta de Only Murders in the Building (Disney+). Es de apreciar que las tribulaciones de la vejez son parte de la mayoría de estos cuadros. El 2024, por otro lado, se inició con una master class de misantropía con la despedida de Curb Your Enthusiasm (Max). El grinch de Larry David tuvo su contrapartida con la empatía y el candor de Ted Danson en Un hombre infiltrado (Netflix). Michael Schur (The Good Place) fue el responsable de adaptar el “documental” chileno El agente topo sacándole el jugo al carisma del ex Cheers y gambeteando los clisés de su tipo. En esta comedia geriátrica literal, Danson encarna un jubilado que lucha por superar la pérdida de su esposa y que encuentra una nueva oportunidad cuando una investigadora privada lo contrata para entrar en un asilo de ancianos como espía y ayudar a investigar un robo de joyas. Envoltorio simpático y sencillo, con chistes y observaciones sobre la soledad y el deterioro mental, hasta la pérdida de los compañeros y amigos, junto a alguna buena canción de Cat Stevens sonando de fondo.
De a poco, y sin pedir permiso, el viejo y querido “caso de la semana” del formato episódico empieza a pisar fuerte en el streaming. Ya se había visto en Poker Face (Universal+) y El abogado del Lincoln (Netflix), y tambén sucedió con la conclusión de Evil (Universal+). Esta estimulante entrega sobre una fuerza antidemonios llegó a obtener la venia de Stephen King. Mejor dicho, el propio maestro del terror pidió por la continuación de la ficción que ¿terminó? con los catorce episodios de su cuarta temporada. Según le dijera su protagonista a Página/12, el proyecto “es The X-Files, con algo de Los Cazafantasmas y Friends, pero pasados de drogas”. Evil nunca habrá tenido el lustre producciones premiadas como Shogun y El oso (ambas de Disney+), pero todavía busca su chance para dar sus buenos sustos y carcajadas.
Ok, el streaming vive de formatos probados y también de mirarse hacia atrás. La estetizada Ripley (Netflix) le dio un nuevo giro a la historia de Patricia Highsmith con sus sueños homoeróticos y un villano encantador magistralmente compuesto por Andrew Scott. Ahí también estuvo Se presume inocente (Apple TV+), reconfigurando la historia de un hombre de ley acusado de femicidio. Basada en la novela de Scott Turow y en una recordada versión cinematográfica, la producción de David E. Kelley jugó con sus sinuosos antecedentes y los discursos de época actuales. Esta vez, el banquillo de acusados tiene espacio para el protagonista y la misoginia. El juego metatextual se anotó otro pinino con las sátiras superheroicas. La virulencia de la cuarta temporada de The Boys (Prime Video) era esperable, pero The Franchise (Max), sobre el backstage de una saga que podría ser de Marvel o DC, fue mucho más entretenida. El chiste de un superhéroe que empuña un martillo mecánico invisible merece que todo este universo tenga su continuación.
Para la franquicia de Star Wars, la galaxia se sintió más lejana que nunca con The Acolyte (Disney+). La saga invitó a viajar hasta la era dorada de los Jedi, un siglo antes de que los midiclorianos en la sangre de Anakin Skywalker apareciesen en esta mitología. Lamentablemente, el aquelarre de brujas, el carácter circunspecto de los Jedi y las acusaciones de discurso políticamente correcto, llevaron a la cancelación de la sexta producción live action de Lucasfilm. Y Skeleton Crew llegó con un cambio de timón -bienvenido y muy piratesco- para esta odisea hiperespacial. Gran acierto de sus showrunners Jon Watts y Chris Ford fue el de volver a lo básico. Contar una fábula fantástica (sin tanto fandom) con la travesía de cuatro pibes junto al truhan encantador de Jod Na Nawood (Jude Law). Una serie “spielbergiana” en su máxima expresión. No por nada, sus responsables la describieron como una “versión galáctica del Amblin Entertainment con sus películas de coming of age”
Apple TV+, con Constellation y la segunda temporada de Silo, mantuvo el hándicap bien alto para la ciencia ficción. Especialmente con la segunda mecnionada, producida y protagonizada por la sueca Rebecca Ferguson y con la presencia de Tim Robbins en un rol misterioso, traslada los usos y costumbres del género (búsqueda filosófica, conspiparanoia, hecatombe, suspenso y acción) ya no en el espacio sino bajo tierra. En el otro lado del péndulo, El problema de los tres cuerpos, haciendo honor a su título, fue un gran problema de visionado para Netflix.
Las nuevas temporadas de Los anillos del poder (Prime Video) y La casa del dragón (Max) dejaron una certeza: es tiempo de darle descanso a las adaptaciones de J.R.R. Tolkien y George R.R. Martin. Pese a haber levantado la puntería en sus segundos arcos, la narrativa tiene el carburador gastado. Entre tantos personajes y vericuetos, el fuego a los dragones y al aliento de Saurón nunca terminan de arrancar. Tampoco tuvo buena respuesta KAOS (Netflix), que intentó reinterpretar la mitología griega con sarcasmo e hipermodernidad. Estaba pensada para varias temporadas, pero la pobre respuesta en la plataforma de streaming eyectó el proyecto más allá del Monte del Olimpo.
Más allá de lo fantástico, Eric (Netflix) con el protagónico de Benedict Cumberbatch, Before (Apple TV+) estelarizada por Billy Crystal, True Detective (Max) con Jodie Foster y The Girls on the Bus (Max) quedaron en falta. Ejemplos perfectos de proyectos ambiciosos propios de la era del streaming, un carnaval de géneros, la afectación de tratar grandes temas, con un ojo puesto en la temporada de premios antes que en contar una buena historia.
Tras el éxito masivo de Dahmer, la serie antológica sobre crímenes reales de Ryan Murphy e Ian Brennan, se enchastró con los infames hermanos Menéndez –los Schoklender manufacturados en L.A.–. Los chicos bien que masacraron a sus padres en 1989 tuvieron su retrato en Monstruos: La historia de Lyle y Erik Menéndez (Netflix) justo cuando se supo que el caso volverá a ser analizado por la justicia norteamericana.
2024 volvió a demostrar la globalidad y alta factura de formatos made in Holywood. Desde la brasileña Ciudad de Dios (Max) a la españolísima El caso Asunta hasta las mexicanas Las azules (Apple TV+) y La máquina (Disney+), mostraron que en otras latitudes también se pueden hacer artefactos audiovisuales de fuste.
Y el año terminó con el estreno de la segunda temporada de El juego del calamar (Netflix). Desde su aparición hace tres años, muchas producciones coreanas (The 8 Show, Sabuesos, La chica de la máscara, El acuerdo) buscaron ocupar su sitial con alegorías sobre el sadismo del sistema capitalista y críticas sociales. Ninguna llegó a los talones de su muñecota gigante. Asi es, el jugador 456 está entre nosotros para implosionar esa estructura perversa. El público –y el algortimo- decidirán su suerte... una vez más.
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