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En 1947 se estrenaba en los cines de Reino Unido una película que cambiaría la fama de James Mason como actor y cimentaría la de Carol Reed como director, varios años antes del éxito de El tercer hombre. La película se llamó en Argentina Larga es la noche, basada en una novela de F. L. Green y clave para el estilo del film noir británico, que cobraba forma en paralelo a la consolidación de ese estilo en Estados Unidos. La historia era la de Johnny McQueen, un líder de las filas del IRA en Belfast, quien acababa de escapar de prisión y debía comandar un robo para financiar a la organización. El robo salía mal, un guardia terminaba muerto, y su periplo nocturno se convertía en un extraño martirologio que lo enfrentaba a sus verdaderas motivaciones para conducir la lucha por la independencia de Irlanda a través de la violencia. En su fuga enfrentaba a distintos miembros de su comunidad, leales y cuestionadores, que ofrecían menos una sanción que una sentida reflexión sobre métodos e ideales, propósitos y consecuencias. Una escena resultaba clave en ese sentido: Johnny sentado en el reservado de un pub atestado de parroquianos, mientras su cerveza se derramaba y la sangre perdida lo empujaba a las alucinaciones, a los rostros de aquellos compatriotas que lo interrogaban desde su memoria. ¿Ha hecho lo correcto? ¿En nombre de quién?
Esa misma pregunta parece atravesar la reciente miniserie No digas nada, estreno de Disney+ este miércoles 11, e inspirada en el libro de investigación del estadounidense Patrick Radden Keefe, que hace foco en el conflicto que sacudió a Irlanda entre 1968 y 1998 conocido popularmente como “The Troubles”. Término discutible si los hay, que engloba la guerra civil en Irlanda del Norte, entre sectores partidarios de la unión con Reino Unido, de cuño protestante, y aquellos partidarios de la independencia, de religión católica. Un conflicto armado que involucró a las filas del IRA, el Ejército Republicano Irlandés, latentes desde la guerra civil a comienzos del siglo XX, que cobró nuevo ímpetu tras la marcha por derechos civiles de octubre de 1968, su brutal represión y el posterior desembarco en la región de las fuerzas militares británicas. La guerra diezmó a la población irlandesa, sobre todo de ciudades como Derry y Belfast, y conmocionó a toda a Europa. De allí parte el trabajo de Radden Keefe, quien recogió testimonios de los principales líderes del IRA, voces que estructuran la serie creada para televisión por Joshua Zetumer, y proponen un viaje crudo hacia ese pasado todavía en carne viva.
“Tenía que ganarme el derecho a contar esa historia”, revela el escritor en una entrevista con Variety. “Esa fue parte de la razón por la que, para mí, fue una experiencia tan enriquecedora y gratificante, al igual que trabajar de cerca con el creador de la serie, Joshua Zetumer, y con el resto del equipo para intentar que esos pequeños detalles pasaran de la manera más auténtica posible a la pantalla". Publicado en 2018, el libro de Radden Keefe permaneció más de seis semanas en la lista de más vendidos de The New York Times y sembró el desafío para trasladarlo a la pantalla: ¿Era esa la mejor estrategia? ¿Optar por la mirada externa de un outsider, alguien capaz de recolectar testimonios de quienes estaban demasiado cerca de lo ocurrido para intentar un relato distanciado? La vocación de Zetumer fue preservar esa distancia a partir de un entrevistador que, en el comienzo de la serie, arma el rompecabezas con las voces que conducirán el relato. Esas son las de los cuatro líderes principales del IRA: las hermanas Dolours y Marian Price, y la de los célebres Brendan Hughes y Gerry Adams. Con la salvedad de que Adams, presidente del partido irlandés Sinn Féin y ex miembro de la Asamblea de Irlanda del Norte y la Cámara de los Comunes, siempre negó su participación en la violencia armada y su figura aparece reconstruida a partir de voces ajenas. Todos ellos se harán, a lo largo de la historia, la misma pregunta que el Johnny de James Mason ante su bebida burbujeante. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
LAS ESQUIRLAS DEL PASADO
La primera escena resulta enigmática. Jean McConville, una madre de diez hijos de distintas edades, envía a su hija mayor por comida mientras se prepara un baño antes de la cena. De pronto, un grupo de vecinos, algunos encapuchados, irrumpen en su casa, la suben a una camioneta y se la llevan en lo oscuro de la noche. Sus hijos asustados no saben bien qué sucede. Estamos en Belfast a fines de 1972. Casi 30 años después, las entrevistas comienzan. Ha concluido la guerra civil luego de los Acuerdos del Viernes Santo entre las autoridades de Irlanda y el gobierno británico de Tony Blair. El cese al fuego todavía tiene aire de incertidumbre y una Dolours ya adulta (Maxine Peaque) recuerda los inicios de aquella contienda que se extendió tres décadas pero que tenía sus raíces enterradas mucho más atrás en el pasado. “Lo primero que debes saber es que mi padre y mi madre eran miembros orgullosos del Ejército Republicano Irlandés”. A fines de los años 60, una adolescente Dolours (Lola Petticrew) y su hermana Marian (Hazel Doupe) viven en Belfast con las llagas de la historia previa. Su padre evoca la lucha armada, su madre fue clave en la asistencia a los hombres que luchaban y su tía Birdie ha quedado ciega y con las manos amputadas por los bombardeos de los británicos. La convivencia entre la minoría católica y las autoridades protestantes es precaria y signada por el segregacionismo y la discriminación religiosa.
Sin embargo, Dolours sueña con la universidad y la salida del gueto de Belfast, ese horizonte tan cercano y opresivo. Su ímpetu la empuja a discusiones con su padre en las que cuestiona la violencia como metodología y promueve las marchas pacíficas difundidas por Gandhi en la India como estrategia efectiva de liberación. Pero un sangriento enfrentamiento con los unionistas precipita la caída de los ideales pacifistas de ambas jóvenes y su rito de pasaje dentro del IRA: de servidoras de té y custodia de las armas en el jardín a células de combate en el frente armado. La estrategia de Zetumer para acercarse a ese universo, que como guionista de televisión afincado en California no dejaba de serle ajeno, consistió en darle la palabra a su elenco, integrado por jóvenes actores irlandeses que han vivido el conflicto de cerca y que todavía en su memoria retumban las consecuencias. “Traté de incorporar todo lo que pude, no solo del libro sino también todo lo proveniente de documentales, entrevistas, material de archivo”, explica Zetumer en Variety. “Llega un momento en el que terminás los guiones y se los entregás a los actores. Esa dinámica de poder es muy clara. Les explicás: ‘Acá tenés el guion, tenés que decir los diálogos’. Pero en este caso tratamos de darle lugar al reparto y le dijimos: ‘Alcen la voz si algo huele a podrido'”.
Anthony Boyle, quien interpreta a Brendan Hughes, creció en la región oeste de Belfast durante la llamada 'resaca' después de la finalización del conflicto en los tardíos 90. Recuerda caminar cada día hacia el colegio frente a los murales que homenajeaban a los muertos, por lo que sumarse a una serie producida por Disney que convierte a “The Troubles” en eje de su reflexión, era un poco controvertido. Pero el material de Radden Keefe y la libertad otorgada por el equipo creativo y por los directores, con Michael Lennox a la cabeza, le dio confianza. En una entrevista junto a las figuras claves del elenco en The New York Times, Boyle asegura que los interrogantes que lo atravesaron a lo largo de su crianza cobraron forma en el intento de enfrentarse a lo que había sucedido y hallar una forma de discutirlo y procesarlo.
"Al crecer en Belfast, el conflicto no es algo del pasado sobre lo que te sentás a pensar. Está en todos lados. Es parte de la fábrica de tu vida. La mayoría de la gente no puede superarlo, tienen hijos asesinados, miembros de su familia todavía con secuelas". Todos los actores no pasan la treintena, por lo tanto su memoria reciente es la que evoca esas esquirlas del pasado. Hazel Duppe, quien da vida a Marian Price, creció en la Irlanda independiente y evoca el silencio de sus padres respecto de lo que ocurría en el Norte. Mientras tanto, Lola Petticrew transmite en la piel de Dolours la tensión de haber nacido en Belfast, de sentir esa atmosfera presente aún en sus recuerdos de infancia. "Siempre creí que la denominación 'The Troubles' era un eufemismo cruel que minimizaba el hecho de que fue una guerra, y tanto Gran Bretaña como Irlanda del Sur se distanciaron de un conflicto del que también fueron partícipes decisivos".
UN ASUNTO DE MUJERES
En Larga es la noche, mientras Johnny deambula por las calles de Belfast, herido y con remordimientos, hay una mujer que lo quiere y lo espera. Es la misma que servía el té mientras los hombres planificaban el robo para conseguir armas y municiones, discutían los entretelones de la estrategia de escape, la necesidad de preservar la lealtad para la causa de la propia comunidad a la que pertenecen. Kathleen Sullivan (Kathleen Ryan) apenas alza la voz, ofrece su hombro y su comprensión, escucha los consejos de su abuela, ya experimentada en largos años de lucha y silencio. "He visto a los hombres desaparecer y a las mujeres salir a buscarlos", desliza la anciana en su sillón, ya cansada de ver siempre la misma historia. Pero Kathleen saldrá a la noche a buscar a Johnny aunque no pueda encontrarlo. Y años después las hermanas Price también saldrán a las mismas calles de Belfast, pero no a buscar a los hombres que hacen la guerra sino a ser ellas mismas las protagonistas. Se visten con los hábitos de monja y asaltan un banco, reclamando la lealtad de otras mujeres que están allí, que las ayudan o las repudian, pero que también han dejado de servir el té y esconder las armas para decidirse a empuñarlas.
La voz de Dolours es la que va y viene en el relato, la que asume mayor centralidad y quizás la que encarna la mayor autocrítica respecto de los ideales del movimiento. Primero su pasaje de la ilusión del pacifismo a la convicción de la violencia como método. "¿Por qué no te defendiste?", le pregunta con desconcierto su madre luego de la golpiza en Derry, tras el ataque de los unionistas y la complicidad de la policía local, respaldada luego por el ejército británico. Y Dolours saldrá a revertir esa muda resistencia, a defenderse a ella y a los suyos, y su entrada a las filas armadas del IRA será con audacia y temeridad, una constante improvisación que en los primeros episodios asume un contrapunto jugoso. También la inteligencia británica se mueve a tientas, en un terreno que no conoce, con civiles que apoyan y protegen a los subversivos de ese orden que no comparten. ¿Pero qué pasará luego con los ideales que las impulsaron a la batalla? "Toda mi vida pensé que unirme al IRA era lo más noble que podía hacer", afirma la voz adulta de Dolours en sus largos testimonios durante la 'resaca' del conflicto. "Te enseñaron que luchabas en el nombre del pueblo. Que cada gota de sangre derramada era el costo por una guerra injusta, que los hombres que luchaban a tu lado eran tus hermanos y todo lo hacían por una Irlanda libre y unida. Pero hoy deberían saber que todo aquello eran mentiras".
La controversia no es ajena al recorrido del libro y de la serie. Posiciones encontradas, revisiones que despiertan cierto resquemor, voces con mayor o menor protagonismo. ¿Es posible encontrar el justo equilibrio? La placa que cierra cada uno de los episodios confirma que Gerry Adams siempre negó ser parte del IRA, mientras Brendan Hughes y Dolours Price, fallecidos respectivamente en 2008 y 2013, afirmaron que sí había sido uno de sus principales dirigentes. Marian Price, de 70 años, inició en estos días acciones legales contra Disney por hacerla responsable del asesinato de Jean McConville en 1972 (Es tirando del hilo de su desaparición que Radden Keefe estructura su libro). Los testimonios de los líderes, que circulan desde fines de los años ‘90 en distintos medios de prensa, fueron material clave para el armado de la serie y la construcción de los personajes, más allá del frondoso entramado del libro original.
La tensión entre las versiones juveniles, entusiastas y en busca de justicia y adrenalina, y las declaraciones ya adultas, desencantadas, reflexivas, signadas por una reflexión más agridulce, son el aspecto más interesante de No digas nada. Para los integrantes de aquella lucha clandestina, el silencio era el verdadero poder. Nadie decía nada, ni los capturados por la policía británica, ni los habitantes de Belfast ante las miradas enigmáticas de sus vecinos. Por ello antes que juicios morales o acusaciones cruzadas, lo que define al relato es la búsqueda de una conversación posible, como afirma la actriz irlandesa Lola Pettricrew: "El que para unos es un luchador por la libertad, para otros es un terrorista. Así que podemos quedarnos atascado en la semántica o mostrar lo que pasó. Con todas sus zonas grises. Y como todavía no tenemos las respuestas, es necesario que sigamos haciendo preguntas".
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Fuente: https://www.pagina12.com.ar/788101-no-digas-nada-la-serie-sobre-el-conflicto-civil-en-irlanda-d