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Hyperlocal es una rara avis en la oferta festivalera de Buenos Aires debido a su cualidad de puente entre la vanguardia musical porteña e inglesa. Y este sábado 30 de noviembre no sólo volverá a dar cuenta de ese carácter, sino que también se atrevió a traccionar una edición ambiciosa dividida en dos partes, organizada en sendas sedes y con un line up atractivo constituido por 15 artistas. Además, pese a la recesión que asfixia a la Argentina, la entrada para ver todo el evento vale lo mismo que el ticket más barato de la reunión de Los Piojos.
De la programación que se llevará a cabo en el Teatro Verdi, ubicado en el barrio de La Boca (Av. Almirante Brown 734), a partir de las 18, despunta la música, cantante, compositora y productora británica Mica Levi, conocida por la confección de bandas de sonido como la del film Under the skin (en el que Scarlett Johansson encarna a una extraterrestre que turistea por Escocia). Aunque por estos lares se le espera desde mediados de la década pasada, cuando era la enfant terrible del pop (de cuña experimental), con su proyecto Micachu & The Shapes.
La segunda parte de la grilla sucederá apenas irrumpa la medianoche en el centro cultural Maquinal (Anchorena 364), del Abasto, cuya curaduría apunta a la pista de baile. Pero desde una perspectiva atrevida. De lo que pueden dar fe las propuestas de los actos nacionales Driado, Eqal y El Rústico DJ, así como la del exótico tándem New York. El proyecto establecido en la ciudad inglesa de Sheffield (hogar de Pulp, Arctic Monkeys y The Human League) viene del futuro. Y es que este debut argentino se produce a pocos minutos de convertirse en uno de los grupos revelación de la cultura pop.
La estética sonora de este laboratorio musical, que tomó prestado su nombre de la megalópolis norteamericana, ganó notoriedad por experimentar con el pop desde un lugar incómodo para el cultor estándar del género. Al punto de que hay quienes se atrevieron a llamar a su propuesta “pop anhedónico” (el último músico en la Argentina que se animó a recurrir a la insatisfacción para tornarla en una canción pop fue Charly García, en su disco Cómo conseguir chicas). Antípoda del enfoque maximalista que distingue a la generación centennial.
“Hay ciertas culturas que se conectan con la fiesta, y a las que les gusta la música electrónica de club. Pero nosotras tenemos un enfoque diferente, y creemos que en Buenos Aires puede funcionar”, explica Gretchen Lawrence, llamada de WhatsApp mediante. “No sólo será nuestra primera vez en Buenos Aires, sino también en Sudamérica. Hace mucho tiempo que las dos queremos conocer lo que pasa en la ciudad”.
Quizá lo que hace aún más interesante la intención sonora de New York es que sus integrantes no son músicas. Gretchen (de 26 años y de origen estonio) se dedica a la performance, mientras que su compañera, Coumba Samba (tiene 24 años y es mitad senegalesa y mitad estadounidense), es artista visual y modelo. Sin embargo, al momento de abordar el hecho compositivo no las atraviesa esa circunstancia. “Esto es mucho más emocional”, afirma Coumba. “Usamos referencias e ideas de nuestra carrera en el arte visual, pero al final lo que hacemos se siente como una versión más abstracta de todo eso”.
En julio último, la dupla lanzó su segundo álbum, Rapstar*, que evidencia de manera más clara su pop underground o alternativo. No sólo eso: también está dividido en dos partes, a las que titularon Side A y Side B. “El primer disco que sacamos era como una lista de reproducción de Spotify o algo así”, dice la artista báltica. “Estaba destinado a ser fácil de escuchar y nos divirtió la idea de armarlo porque recién habíamos empezado a hacer música juntas. Simplemente, no queríamos ser pesadas cantando sobre las preocupaciones de la vida”.
Ese trabajo debut, No Sleep Till N.Y. (2022), era lo más próximo a un sueño feliz, pero la secuela la describen como “algo más rudo y real”. “Son dos mini álbumes”, ilustra Coumba. “La primera mitad se siente un poco más pop, y luego, la otra parte, se vuelve más como un corte profundo. Es lo mismo que si tuvieras un vinilo, y el single principal fuera algo raro. Cuando empezamos a pensar en el concepto del álbum, parecía que el mundo se estaba moviendo muy rápido. Y lo mismo pasa con la música: en esta época todo cambia deprisa”.
Si su primer repertorio tenía dejo a electroclash, las 14 canciones que conforman ambos volúmenes beben del hip hop, del glitch, de la música dance (a partir de una perspectiva ralentizada) y del minimalismo. “Es un reflejo de nuestro desarrollo en la música. Nos tomamos nuestro tiempo, y queríamos que eso se sintiera. Era como una división del ritmo de vida, por eso va en cámara lenta”, justifica Gretchen. “Cada uno de los sonidos elegidos tiene una razón de ser, lo que se nota en temas como Worldstar o Kicks, que se sienten fallidos. Así que ese caos tiene sentido”.
Mientras eso sucede con su música, la métrica vocal a la que apelan pareciera apuntar hacia el spoken word, lo que se tornó en tendencia en la escena musical británica en los últimos años. “Cuando empezamos a hacer música, simplemente no queríamos hablar sino grabar voces. Para mí un poco más musical que el spoken word, aunque me gusta que se lo vea de esa manera”, señala Coumba. “Hablamos, grabamos, son como notas de voz a las que luego les damos melodías. Hay ciertos momentos vocales que se repiten, y que se vuelven como instrumentales”.
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