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Alguna vez fue un vehículo de fantasías. Hoy descansa, como un cadáver de hierro, entre el pasto y la tierra de este parque de 120 hectáreas ubicado en el extremo sur de la ciudad de Buenos Aires. Fue una montaña rusa entre 1982 y 2003, pero hoy es otra cosa. El Parque de la Ciudad, con sus atracciones mutantes, su mirador con forma de aguja y su carpa de circo de aspecto embrujado, fue este fin de semana el escenario de un regreso.
Nueve años después de su última edición local, el festival de música electrónica Creamfields volvió a Buenos Aires. Se había dejado de hacer en 2015, tras quince ediciones consecutivas, por la tragedia de Time Warp, el festival en el que murieron cinco chicos que habían consumido drogas sintéticas. El lugar, ubicado en Costa Salguero, no tenía suficiente agua, ventilación ni seguridad. El costo social lo pagó la música electrónica, que tardó casi una década en cancelar el saldo.
Como parte de la promesa del Gobierno de la Ciudad de trasladar los recitales del norte al sur de Buenos Aires, la nueva edición de Creamfields se hizo acá, en este gigante fantasmagórico de Villa Soldati: un patio de juegos tétrico pero apropiado para el festival británico que, entre 2001 y 2015, trajo a David Guetta, Martin Garrix y Tiësto, por nombrar algunos. Este año se presentaron Alesso, Swedish House Mafia, Paco Osuna, Steve Aoki, Helena Hauff, Tiga y Alan Walker. También tocaron artistas locales como Babasónicos, Peces Raros y Bad Boy Orange.
Son muchos los inicios de esta nueva Creamfields. Es la primera vez, por ejemplo, que el festival de espíritu nocturno se hace a partir de la una de la tarde, como nos acostumbró ya una década de Lollapalooza. Por la noche, las luces blancas que iluminaban todos los rincones del predio también contribuyeron a alejar el recuerdo de las primeras ediciones del festival, oscuras y mal iluminadas. ¿Se le puede llamar «rave» a una fiesta que transcurre a plena luz del día? ¿Pierde atractivo una Creamfields, se la despoja de su esencia si se le saca la noche? A juzgar por la cantidad de personas que asistieron -unas 35.000 por día, según la organización-, la respuesta es que no.
Pero también es un público mucho más heterogéneo que el de antaño: twinks que nunca vivieron una Creamfields con chupetines en la boca, abundancia de barbas que rozan los 40, y chicos y chicas que no se quieren perder un sólo festival, sea de electrónica, de rock nacional o de trap. Si la época en que vivimos es una donde todas las propuestas tienen que apelar estéticamente a todos los públicos posibles, la nueva Creamfields cumplió el objetivo.
Estos cinco artistas, que estuvieron entre lo más destacado del festival, subrayan ese panorama:
El sol —asesino— brillaba sobre la espalda de KILIMANJARO, el DJ nacido en Zambia que tocó por primera vez en Argentina durante la jornada inicial de esta Creamfields. Con 33 grados a la sombra, parecía que el anochecer no llegaría nunca. Lo sintió hasta el zambiano: alejado de la típica caricatura del DJ inmerso en su propio mundo y que sólo presta atención a la consola, KILIMANJARO se despojó gradualmente de su ropa hasta quedar en cuero, trepó a la estructura del escenario, bailó con los asistentes y cerró su set con samples franceses y breakbeats que dejaron al público en trance. "La batería y la percusión tienen el poder de llevar la música donde quieras", le había contado el productor al NO antes de su set en el festival.
El dúo platense encontró en el escenario principal un lugar natural para mostrar su propuesta de rock electrónico dentro del ecosistema de festivales locales: al lado de Lollapalooza —quizás demasiado mainstream— y el Primavera Sound, la Creamfields parece un encuentro diseñado para Peces Raros. En vivo, la banda suele jugar con sus riffs y melodías, llevándolos aún más al campo de la electrónica, pero también suele terminar presa del vicio y extenderse más de lo necesario. Esta vez, la necesidad de tocar durante 60 minutos los forzó a aprovechar mejor el tiempo y comprimir el setlist en una medida que acercó más el show a escuchar un disco conceptual que a estar en una fiesta que tendría que haber terminado hace rato. "Todo lo demás no importa", repetía la dupla, ambos vestidos con su clásico outfit de pantalón tiro alto, remera y anteojos, todos negros, mientras una luna amarilla gigante empezaba a anunciar el fin de la tarde.
Por la noche del sábado, Steve Aoki tomó el Main Stage con un set que priorizó el efectismo por sobre la coherencia musical. Entre fuegos artificiales y gritos arengadores, el estadounidense de ascendencia japonesa apostó todo al impacto visual y la nostalgia con un set que combinó sin éxito temas tan dispares como Gasolina, de Daddy Yankee; La gata bajo la lluvia, de Rocío Dúrcal; I Love It, de Charli XCX, y hasta el tema de Piratas del Caribe. El contraste era notable con lo que sucedía en el Electric Garden, donde Laolu demostraba que la verdadera marca de un DJ está en hacer que los tracks dialoguen entre sí: partiendo de sintetizadores que evocaban clásicos de ciencia ficción, el DJ fue sumando capas de sonido progresivamente, tejiendo conexiones invisibles entre las canciones hasta construir algo nuevo y mayor que la suma de sus partes.
Lo del DJ canadiense estuvo más cerca de una rave en un sótano que cualquier otro show del festival. Y eso que Tiga tiene facetas muy disímiles: quienes sólo lo conozcan por discos como No Fantasy Required (2016), donde llega a coquetear con un pop casi melancólico, se llevarían una sorpresa al verlo frente a la consola, mezclando dancefloor beats como en Let's Go Dancing, su single más reciente, en la carpa del Alternative Stage. Pero el canadiense de 50 años, formado en los clubes de Montreal, siempre llevó el house y el dance en la sangre, sólo que algunas veces lo expresó de formas más inquietas que otras. Así lo hizo en Creamfields, donde atrajo a un buen número de personas que se quedaron hasta el final de la fiesta.
Alguien pidió que canten Cómo eran las cosas, pero Babasonicos se negó. Como una lección de vida o una analogía del festival, la banda de rock electrónico más importante del país no tocó aquel tema pero sí Microdancing, Yegua, Carismático y Risa, entre otros de sus hits. Aunque sufrió una merma en el público por el clima del segundo día —lluvias, nubes, frío—, el grupo de Dárgelos supo usarlo a su favor y dio un show de mood íntimo, casi a la carta de su líder. "Esto no es el festival de la canción donde festejan y aplauden", cantanan a caro con Roger, Tuñón y Diego Uma, mientras se festejaba y se aplaudía.
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Fuente: https://www.pagina12.com.ar/783653-creamfields-en-el-parque-de-la-ciudad-un-clasico-a-paso-camb