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Horacio Lavandera regresa al Teatro Coliseo, una sala que por su naturaleza acústica y la calidad de su piano –“un Stenway de la mejor época”, destaca el mismo Lavandera–, es el espacio ideal para un recital. El sábado 15 a las 21, el pianista porteño, intérprete de los más interesantes de este tiempo, ofrecerá un programa en el que retomará el repertorio que presentó en mayo de este año en el Carnegie Hall de Nueva York, el mismo con el que viene recorriendo distintos escenarios argentinos en los últimos meses. Además de piezas de Mozart, Mendelssohn, Beethoven y Schubert, Lavandera incluirá obras originales de Dino Saluzzi y George Gershwin, para completar un diálogo no sólo hecho de tiempo y latitudes, también de un sutil juego de afinidades y contrastes. “Parto de la idea de que cada compositor tiene un sonido particular. Ahí comienza la búsqueda de este programa”, asegura Lavandera al comenzar el diálogo con Página/12.
Las variaciones sobre la canción “Ah! Vous dirai-je, maman” K.265, de Mozart, y la Sonata nº 23 en Fa menor Op.57 “Appassionata”, de Beethoven articularán la primera parte del programa. En la segunda sobresalen tres piezas de Saluzzi, “Casa 13”, Claveles” y “Donde nací”, Moment Musicaux Op.94 y dos “Impromptus” del Op.90, de Schubert, y las Variations sérieuses Op.54 de Mendelssohn, antes del cierre con improvisaciones de Gershwin. “Aunque desciendan de la misma tradición, Mozart, Beethoven, Schubert y Mendelssohn presentan sus particularidades, lógicamente. Desde el punto de vista de las dinámicas y los contrastes, Mozart resulta si se quiere más ligero y en este sentido se acerca a Schubert, que sin embargo tiene otra densidad, aunque es más reservado que Beethoven, que a su vez no utiliza las velocidades que Mendelssohn maneja en el ciclo de variaciones de este programa”, relaciona Lavandera. “Hay distintas formas de circularidad en las que también entran Saluzzi y Gershwin para completar un contexto en el que Beethoven es el centro, porque representa un espectro que va desde la máxima sutileza a la máxima potencia”, continua el pianista.
Las improvisaciones de Gershwin sobre sobre sus propios temas, que Lavandera transcribió de las grabaciones, algunas cifradas en los rollos de pianola, constituyen todo una novedad dentro de un recital de piano. “Se trata de un trabajo muy minucioso de transcripción que hice de las improvisaciones que el mismo Gershwin dejó registradas”, cuenta Lavandera. “Es impresionante todo lo que grabó con el sistema de rollos de Pianola. Dejó alrededor de 130 grabaciones de este tipo, yo voy a tocar ‘Swanee’, y luego otras tres, que Gershwin grabó más tarde, cuando ya había sistema electrónico, en las que improvisa sobre algunos de sus temas más famosos, como ‘Someone to Watch Over Me’, ‘S Wonderful’ y ‘Funny Face’ y ‘The Man I Love’ y ‘I Got Rhythm’”, anticipa Lavandera. “Es todo un desafío, especialmente las transcripciones desde los rollos de pianola, porque se podían retocar, editar digamos, y se agregaban otras voces”, agrega.
–¿Cómo sería eso?
–Gershwin jugaba con esa posibilidad que ofrecía el rollo de pianola y agregaba otras voces a lo que grababa, como si tocara con tres manos, un poco un antecedente de lo que más tarde será el trabajo de edición en estudio. Hay obras increíbles, en las que con el uso de esa tecnología llega a formas de virtuosismo extremo. Es muy interesante lo que se puede hacer con ese material. Este voy a estar haciendo estas versiones de Gershwin y el año que viene voy a estar haciendo lo mismo con las grabaciones de rollo de pianola que dejó Gustav Mahler.
–Además de compositor de gran intuición, Gershwin fue un notable pianista…
–¡Claro! Fue un pianista increíble. Por lo que se puede apreciar en algunos videos, tenía una técnica súper lograda, con una soltura enorme, sobre todo en las muñecas, para tocar en el estilo “Harlem Stride”, que era un maestro. Tocaba muy rápido y quizás, a diferencia de lo que podía ser un pianista clásico de esa época, no estaba tan pendiente de la sutileza, pero sí de la vivacidad rítmica y de un ataque muy contundente de tecla.
–¿Tenía una formación clásica?
–Estudió con Charles Hambitzer, un gran pianista que murió muy joven. Él le dio un montón de conocimientos sobre técnicas y compositores clásicos. De hecho en la música de Gershwin están todo el tiempo dando vueltas Chopin, Liszt, Debussy, Ravel. Pero al mismo tiempo escuchaba a James P. Johnson y toda esta corriente afroamericana que estaba creando una técnica increíblemente difícil como es el “Harlem Stride”, con esos saltos de la mano izquierda, el gran despliegue rítmico y los cambios de acordes en gran velocidad.
–¿Y vos, cómo te fuiste acercando a ese estilo?
–Trabajé mucho para armar la mano izquierda, que no es algo que se hace de buenas a primeras. Es importante lograr la fortaleza necesaria, que es muy distinta a la que exige la música clásica. Fue realmente un desafío enorme, pagado con la buena recepción que tuvieron estas versiones cuando las toqué en Estados Unidos, ante un público que tiene esta música en su ADN cultural, digamos.
–Hablando de ADN cultural, este programa incluye música original para piano de Dino Saluzzi, que trabajaste con él y grabaste…
–La música de Dino en algún punto es muy “schubertiana” y por eso dialoga muy bien con el resto del programa. Él parte de una búsqueda interior que se proyecta. Hay perfumes de folklore y también rupturas, porque trabaja con escalas pentatónicas e incluso esquemas dodecafónicos, que según leí en su libro –Una vida en diez jornadas (Editorial Mil Campanas)– en el único lugar donde él explora el dodecafonismo son estas piezas para piano. Pero lo hace sin salir de su estética, de una cuidadosa selección de sonidos que no se deja encerrar por ningún tipo de estructura dodecafónica. Para mí, encontrarme con un compositor que habla en nuestro idioma musical, pero llevándolo hacia lugares muy nuevos, es muy inspirador.
–Hace unos meses murió el gran Maurizio Pollini, a quien siempre mencionás como uno de tus pianistas preferidos. ¿Qué recuerdos tenés de su figura?
–Él me premió cuando gané el concurso Umberto Miceli, en Milán y más tarde tuve la oportunidad de estudiar con él en la Accademia Chigiana de Siena y en el Festival de Lucerna. Fueron momentos únicos en mi vida, que me dejaron enormes enseñanzas sobre cómo abordar las distintas obras e ir hasta el fondo de las perspectivas históricas. También fue ejemplar su conexión con la música contemporánea, esa idea de encontrar las correspondencias entre las últimas sonatas de Beethoven y obras de Pierre Boulez o de Stockhausen, por ejemplo. Fue un músico brillante y todo lo hacía con una seriedad enorme. Me marcó profundamente.
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Fuente: https://www.pagina12.com.ar/782454-horacio-lavandera-beethoven-va-de-la-sutileza-a-la-potencia