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3/10/2021

Durante dos décadas

Fue modelo viva y ahora lo cuenta en un libro: Teresa Arijón y aquellos años en los que posó desnuda

En "La mujer pintada", la autora, que es poeta y traductora, recuerda los días en que ayudó al pintor Juan Lascano. Un texto poético y una mirada original, la de la musa inspiradora.

Fue modelo viva y ahora lo cuenta en un libro: Teresa Arijón y aquellos años en los que posó desnuda
Fue modelo viva y ahora lo cuenta en un libro: Teresa Arijón y aquellos años en los que posó desnuda



“Siempre sentí que las cosas van por varios lugares y hay que tomar un camino. No siempre es el que esperabas o elegirías conscientemente. Nunca dije voy a ser poeta. Y menos había pensado en escribir narrativa. Creo que haber estudiado teatro de chica me abrió el corazón y el cuerpo. Fui actriz, modelo para artistas. Y ahora publiqué un libro con todo eso”, dice Teresa Arijón, autora de La mujer pintada, un texto que da vuelta esa vieja y conocida "tradición" de la historia del arte para contarla desde el otro lado: el lado de la musa inspiradora.

Además de publicar varios y celebrados libros de poesía, Teresa fue parte –junto a Fabián Casas, Laura Wittner, Daniel Durand y otros jóvenes poeta– del grupo de que hizo, a fines de los '80, la mítica revista 18 whiskys. Dos ediciones que ya no se consiguen en casi ningún lado, salvo en Mercado Libre, donde un usuario pide una pequeña fortuna por la mini colección.

También fue creadora y coeditora en 2003, con Jorge Monteleone y Heloisa Buarque de Hollanda de la primera antología de poesía argentina y brasileña traducida por poetas, Puentes/Pontes.




Además, en 2013 le dieron el Premio Konex en la categoría Traducción por su trayectoria en ese oficio. Trajo del portugués al español a Clarice Lispector y del inglés a Virginia Woolf, William Shakespeare, Tennessee Williams y Daniel Defoe, entre otros. Antes de todo eso estudió en la Escuela Nacional de Arte Dramático.

Y fue modelo viva.

La mujer pintada pone en juego a todas las Teresas antes mencionadas, y a otras más. Es una novela, también ensayo, una colección de retratos, muchas crónicas, un conjunto erudito y accesible, caprichoso con lógica, que recrea las historias de las mujeres que posaron para grandes obras a lo largo del tiempo.

En un plan de autoficción, cuenta además su propia experiencia. Todo lo enhebra con prosa, algo de poesía y una mirada desde el punto de vista original que casi nunca se muestra. La modelo, la mujer pintada, el centro de las miradas que a la vez suele ser silenciada.



–¿Cómo definirías este libro?

–Eso es casi más difícil de contar que haberlo escrito. Quiero empezar por un concepto japonés que justo encontré y me iluminó bastante. Lo menciona (el escritor cubano) Lorenzo García Vega, se llama "zuihitsu" –dice, saca un papelito añejo, escrito a mano, y lee en voz alta– “Es una colección de fragmentos, todos ellos unidos, por casualidad, en relación entre sí”. En Japón equivale a lo que en Occidente llamamos ensayo. Lo introdujo Sei Shōnagon en El libro de la almohada.

–¿Esa nota la llevás encima por si te preguntan qué género es La mujer pintada?

–Jaja, juro que no, en absoluto. Esta es una hojita de tantas otras cosas que me acompañaron durante la escritura. Iba a estar en la parte final del libro, que se titula Didascalia, y es donde reúno muchas citas que fue encontrando o buscando. Esta no llegó porque quedó en la hojita, medio separada de los archivos de computadoras .

–¿Entonces es un ensayo sobre casualidades?

–No. Lo de la casualidad sería lo que retiraría en este caso. En La mujer pintada no hay casualidad, hay causalidad. Porque tiene un tema que es rector, las modelos, que a la vez me permite el movimiento libre entre los géneros y los estilos. Entonces, eso sería de alguna forma el género, si hubiera que definirlo.




Una autoficción

En La mujer pintada, Arijón narra su propia historia como modelo, y entrelaza esa experiencia personal, que avanza de a retazos –en pequeños capítulos, algunos casi poéticos, o de un párrafo, otros más largos y narrativos– con las historias de mujeres que hicieron antes lo mismo que ella. Como Henrietta Moraes –musa en estilo rockstar groupie glam de Lucian Freud y Francis Bacon–, Adele Bloch Bahuer –la única mujer retratada dos veces con nombre y apellido por Gustav Klimt– o la misteriosa Lisa Gherardini –la posible Gioconda de Leonardo da Vinci–, entre otras.

Lo que las reúne, a las predecesoras y a Teresa, es que todas ejercieron el acto de modelar. Cada una en su estilo. Empoderadas o silenciadas, como parte activa o siendo objeto. A lo largo de estas historias, todas verdaderas, que investigó y relata la autora, se registra de alguna forma ese rol aparentemente pasivo de la mujer en el arte.

También el paso del tiempo, la relación entre la belleza y lo femenino y todo ese terreno de conflicto invisible que existe en las artes visuales. Pero visto desde el otro lugar. Observado por la persona a la que usualmente se mira.

“Ser el eje de las miradas. Estar parada sobre una plataforma en el centro del taller. Que los novatos tomen medidas con centímetro en vez de hacerlo a ojo, estirando el pulgar a la altura de la nariz. Que el frío del centímetro te erice la piel y tensiones los músculos para disimular la turbación. Que tracen líneas o hagan cruces con marcador negro de tu escápula a tu abdomen, del abdomen al abductor, del hombro al codo: un mojón, un vínculo”, escribe.




Teresa tenía 19 años cuando comenzó a ser el eje de las miradas en ateliers. Lo hizo durante casi toda década del '80, yendo en bicicleta de un lugar a otro, posando. Incómoda, relajada, feliz, aburrida. Y de cada experiencia sacó algo. Por ejemplo, cuenta, el silencio durante las sesiones le permitía pensar, ensoñar ideas, y gracias a esas pausas hipnóticas fue que comenzó a escribir poesía.

“Cuando posaba acostada para Juan, mis manos descansaban sobre la almohada. En aquella época yo aferraba los bordes de mi cama unos segundos antes de dormirme, en un último relámpago de conciencia. Pero durante las poses me quedaba dormida con las manos flojas, felizmente desprendidas del mundo visible”, dice la primera entrada.

Así empieza la historia.

Juan es el pintor realista contemporáneo Juan Lascano, maestro del trabajo de luz, que se especializa en bodegones, flores, paisajes y desnudos.  Más de 700 de sus obras fueron con Teresa como modelo. A los 30 años, la mujer pintada se fue a Río de Janeiro y se enfocó en la poesía y la traducción. Ya no posaba. No le interesaba. Pero un día él la llamó, dijo “te necesito” y ella fue. Entre 1990 y 2005 trabajaron juntos, casi en exclusiva.

–¿Qué te hizo volver a posar?

–Cuando Juan me dijo “te necesito” no lo dudé. No era mi plan, pero recordé cuánto me gustaba trabajar con él. Porque en el caso de Juan, siendo el artista que es, me llama mucho cómo me veo reflejada cuando él me pinta. Además somos amigos.

–¿Y pueden verse sin pintar y posar?

–Sí, jaja. Nos encontramos a tomar café. Pero igual siempre todo tiene mayor comodidad si estoy posando para él. El diálogo fluye mejor. Porque nuestra amistad tuvo siempre esa forma. Creo que es porque nos fuimos haciendo amigos cuando yo posaba y él pintaba.

Desde el 16 de septiembre se puede ver la última exposición de Lascano en la Galería Zurbarán, que incluye el último retrato que pintó de su modelo, en diciembre de 2020. Esa vez, fue ella la que dijo “te necesito” y él, el pintor, quien estuvo ahí sin dudar. “Estaba trabajando en el libro y quería ver qué pasaba. Hicimos una espaldita. Y por primera vez titulamos la obra juntos. Me preguntó ‘¿qué nombre le pongo?’ Y le dije: ‘Por toda la historia, porque volvimos a trabajar en esta sesión a raíz del libro, a este le pondría Teresa’. Y la noche que inauguró, ahí vi que estaba esa espaldita, y se llama Teresa”, cuenta.




–¿A él le incomodó salir como personaje?

–Juan dijo algo que me gustó mucho. “Durante todos estos años siempre pensé que yo era el artista y vos la modelo. Y ahora con este libro vos sos artista y yo soy el modelo”. Me encantó esa charla. Porque esto último que hicimos es así, como al revés.

–¿Y a vos, nunca te dio vergüenza posar desnuda?

–Cero problema. La primera vez que me desnudé fue en una obra de teatro. Y después, entendí que la modelo también es un personaje. Cuando sos modelo, sos ella. No es exactamente vos, como sos vos desnuda en tu casa. No, no, no. Es otra cosa. Es diferente.




–¿Contar la propia historia es de alguna forma desnudarse un poco?

–En este libro, yo soy material de trabajo y soy un personaje. Lo que cuento sucedió, y también está ficcionalizado. Somos de verdad y somos personajes. Sentía un poco de pudor de usar eso solo. Yo vengo de la poesía, que es un registro muy íntimo y muy inmediato. Pero en esta experiencia narrativa, donde se muestra inevitablemente un montón de cosas más, es imposible no estar muy cerca de lo que escribís. Este proyecto fue contar algo muy íntimo con todas las letras. Así quise que fuera. Pero creo que las historias de las otras modelos me animaron a escribir mi propia historia.

PC






Fuente: https://www.clarin.com/cultura/modelo-viva-ahora-cuenta-libro-teresa-arijon-anos-poso-desnuda_0_DCWQJJqRR.html