Con el lanzamiento de Aquí, su álbum debut producido por Gustavo Santaolalla, Julieta Venegas coronaba en 1997 una decisión que había tomado mucho tiempo antes, a contramano de ciertos mandatos familiares. Sin embargo, el modo en que la cantante rescata de su memoria aquellos días no declama épica alguna sino que convoca un guiño de satisfacción por haber hecho caso a su deseo y sentirse en paz con aquel gesto de rebeldía.
Aquel acontecimiento la ubicó a Venegas en el punto de origen de una ola que rápidamente tomó altura y velocidad, y que ella surfeó con notable destreza hasta que, unos tres años atrás, pensó que era el momento de contradecir una vez más a la lógica. Entonces, se tiró de la tabla para dejarse flotar en una deriva que la alejó de los grandes escenarios, la puso a resguardo de la exposición permanente y la sumergió en una búsqueda sin más GPS que sus propios instintos e intuición.
Finalmente, mientras prepara el concierto que dará por streaming el próximo sábado 22 de agosto, Julieta Venegas señala que al amparo del encierro al que nos obligó la pandemia que atraviesa en el hogar que comparte con su hija en su Buenos Aires querido que en 2017 se transformó en su domicilio permanente, parece haber encontrado un nuevo punto de partida.
A diferencia de quienes al principio del período de distanciamiento social se empeñaron en convertir el mundo digital en una continuidad del real, la cantante asegura que se desconectó mucho. “Entrabas a Instagram y era como si entraras al subte. ¡Una locura! Yo ingresé en una situación opuesta. Me entró un desánimo, porque todo me parecía un frivolidad; ¿Cómo podían estar pensando en hacer un show no sé donde, si ni siquiera sabíamos que estaba pasando? Esa incertidumbre, al comienzo, me rompió un poco la cabeza. Estaba más preocupada por el hecho de que no había colegio, por cómo lo estaba viviendo mi hija”, recuerda.
Sin embargo, una vez procesados los miedos de no saber muy bien "cómo es este bicho y de cómo nos va a pegar", la cosa cambió: “Empecé a relajarme, a acomodarme; como que aquí estamos y esto es lo que hay. Y que no se trataba tanto de esperar a que esto termine y seguir con lo que sea que venía haciendo antes, sino ver qué hacer durante. Me entró como la cuarentena reflexiva; empecé a sentir que ‘uauh, qué loca la vida que teníamos’”.
Enseguida, completa el cuadro de situación: “Cuando me vine a vivir a la Argentina cambié mucho el ritmo de mi vida y las decisiones que tomo. Comencé a priorizar la vida y mi familia, frente a muchas otras cosas. De alguna manera, no es que este momento me agarró de gira, porque en verdad estaba un poco peleada con eso. Me agarró en una situación distinta a la de muchos artistas que están ahorita posicionándose a quienes sí les entró una hiperactividad de ver qué y cómo hacer para seguir. ”
"Entrabas a Instagram y era como si entraras al subte. ¡Una locura! Yo ingresé en una situación opuesta. Me entró un desánimo, porque todo me parecía un frivolidad; ¿Cómo podían estar pensando en hacer un show no sé donde, si ni siquiera sabíamos que estaba pasando?"
“Como que he tenido varias cuarentenas”, agrega. Y marca dos escenarios que se complementaron a la perfección. “Al principio me di cuenta de que no tenía ninguna posibilidad de grabarme, de manera que me puse a escribir. Pero ahora, que tengo la posibilidad de hacerlo, empiezo a grabar demos, a darle forma a canciones. ”
Sólo que lo que para la mayoría de los de su clase puede resultar lo habitual, para Venegas es casi una novedad. “Hace mucho que no construía canciones. Estaba escribiéndolas y tocándolas así, sola con el piano, que es como me vengo acompañando en los shows. Pero hace tiempo que no me ponía a construir un universo, a producir”, explica.
La data dura dice que al momento de arrojarse desde la cima de la ola, la artista llevaba publicados siete discos de estudio, seis Grammy latinos y uno global una ganados, unos cuantos millones de discos vendidos e innumerables designaciones y reconocimientos y designaciones, entre ellos la que la consagra como embajadora de UNICEF.
-¿Hubo algún hecho puntual que haya provocado esa decisión de abandonar esa vorágine en la que estabas?
-Fue un proceso. La decisión de venirme a vivir a la Argentina tuvo que ver con mi pareja y con el papá de mi hija; los dos estaban acá. Y creo que a partir de entonces me empecé a dar cuenta de la angustia que me causaba todo eso. Fue un proceso, del que no me daba tanta cuenta. Entre 2015 y 2018 estuve de gira; fue una época muy pesada en todo sentido, y me empecé a enfermar, físicamente. Todo era un tortura. Como que no entendía, y estaba dando señales de que no estaba bien en ese lugar. No estaba feliz. En algún momento puede que no te des cuenta de que no estás feliz. En las relaciones puede ocurrir… Y a mí un día me pasó eso.
-¿Te arrepentís de haber hecho las cosas de la manera en que las hiciste?
-No. Estoy bien orgullosa de todo lo que he hecho, de todo lo que construí. Eso me da la oportunidad de tomar estas decisiones y decir: “Me quiero calmar, quiero hacer las cosas más chicas, quiero ser artesanal. ” Todo eso lo puedo hacer ahora porque tengo todo lo demás antes.
-¿Extrañás algo de aquella vida?
-Creo que no hay algo puntual que extrañe. Trabajar con una disquera grande, por ejemplo, te lleva a otro nivel, con otra estructura detrás y todo eso. Pero no puedo decir que lo extraño. Creo que en este momento estoy justamente buscando ese punto: dónde quiero seguir. Y eso necesito hacerlo a mi ritmo. No sé si estoy dispuesta a que me jaloneen, a que me digan lo que hacer. No es que haya sido así tampoco, pero todo ese ritmo te lleva a estar así. Para tomarme una pausa debía planearlo con tiempo, y era para dedicarme a escribir para hacer otro disco para volver a salir de gira. Ahora, quiero lograr una cosa más natural. Que no tenga que, forzadamente, meter mi vida en medio de huequitos entre los cuales desaparecía de gira, sin poder disfrutar a mi hija, de mi casa, ver amigas, ir a cumpleaños… Cosas que a mí me parecen importantes.
-¡Que ahora tampoco podemos hacer!
-(Risas) Pero se me hace bien importante en este momento acompañar a mi hija, por ejemplo. Ella tiene 10 años, y está perdiendo su cuarto grado de primaria. Es muy fuerte. Es lo que me toca. Y esto que me tiene feliz, de estar construyendo poco a poco canciones. Quiero seguir mi intuición, y sentirlo como una necesidad. Ahorita tengo la necesidad de estar compartiendo música de otra manera, haciendo un show bien sola, tocando varios instrumentos. Para mí es como volver a la esencia de las canciones, como también la ha sido en otros sentidos.
Para Julieta, el estreno a mediados de 2019 del unipersonal La enamorada, basado en un texto de Santiago Loza, fue una manera de explorar un nuevo territorio, en el que su pasión por la música unió fuerzas con la que siente por la literatura casi sin buscarlo, y con el teatro. “Para nada la actuación era una intención o una ambición, ni tenía una cuenta pendiente con eso”, resalta. Sin embargo, destaca el camino que recorrió hasta verse parada sobre un escenario en un rol diferente al que había conocido hasta entonces.
“Fue un trabajo que casi sucedió como pensando que era otra cosa. No estábamos enfocados en el final del proyecto, sino en el proceso mismo. Era una posibilidad de escribir sin tener que ponerme yo en ese lugar de mostrarme, de hablar de mí o de mi familia. No me sentía obligada a contar en qué momento estaba yo y qué estaba sintiendo en ese momento. Estuvo lindo enfocar el proceso creativo en un personaje preexistente”, dice.
-Tu vínculo con la literatura es muy estrecho. Un cantante me decía que ante la posibilidad de conocer a sus escritores favoritos, prefiere evitarlo, para no romper la magia que generan sus textos. ¿Qué te pasa a vos con eso?
-Me pasa eso tanto con la música como con la literatura. Porque, ¿qué vas a platicar? A menos que conozcas a una persona de una manera muy cercana, qué vas a decirle. A mí me pasó con Charly García. Me ha influenciado un montón, Charly. Lo fui a ver tocar en México, y las dos veces me preguntaron si quería ir a conocerlo. Y yo, "no". ¿Qué le voy a decir? Luego, surgió la posibilidad de hacer el programa Bios, y entonces sí, dije “uauh, es la oportunidad de mi vida”. Así sí me encanta poder conocerlo, poder expresarle cosas, poder saber. Porque, obviamente, me daba mucha curiosidad conocerlo. Fue increíble. Pero esa posibilidad no se da con frecuencia. Además, cuando le pones demasiado peso, nunca es la situación que te gustaría que fuera.
-¿Te pasó?
-Me acuerdo de cuando conocí a Suzanne Vega, que cuando empecé a escribir canciones fue un personaje que me influenció mucho. Le abrí un show en la Ciudad de México, así que acerqué y le dije que su música me había influenciado un montón, y que había sido importantísima para mí. Y me respondió: “Qué raro, para nada me suena que tu música tenga que ver conmigo. ” Y yo como que… “Ok. .. " (Larga una carcajada) O sea, siempre es anticlimático. Nunca es lo que te imaginas que podría ser. Y los escritores, menos. Porque es alguien a quien te imaginas escribiendo encerrado ahí, en una torre. Emily Dickinson ahí, en su castillo. Pero claro, no: son personas normales.
-Vos también sos una referente. Google dice que además de compositora, cantante, música y actriz, sos activista.
-No sé de dónde salió eso de activista. No sé por qué lo ponen. Siempre pregunto cómo hago para que lo quiten. Y me dicen que tienes que entrar, inscribirte… Y no tengo ganas de hacer todo eso. Pero si alguien puede, por favor quítenlo, porque no soy activista. Una verdadera activista se dedica completamente al tema en el cual se enfoca, y yo no estoy enfocada en ningún tema en particular. Apoyo temáticas que me parecen importantes, que pueden ser desde estimular la lectura hasta hablar de feminismo, pero eso no me hace activista. No es un título que me identifique.
-Mencionaste el feminismo. ¿Cómo te llevas con esta mirada casi inquisidora sobre cada opinión o comentario que hace un artista o un personaje famoso?
-Ahorita, como que todo el mundo tiene que opinar para estar presente un poco. Las redes sociales están basadas en el hecho de que todo el mundo, para estar presente, opine de algo. No siento ese compromiso, ni siento una mirada inquisidora porque no me siento comprometida a hablar de cosas que me pueden interesar; te puedo hablar de comida, de la vida, y a veces sí me enfoco en temas determinados. La última canción que publiqué se llama Mujeres -"las mujeres se están rebelando, los hombres no saben qué hacer", canta Venegas allí, "por las que vienen" y "por las que fueron"-, y habla de la violencia contra la mujer. A veces hago canciones que tienen que ver con eso porque siento una necesidad que viene desde un lugar, como del cuerpo, de la emotividad que es de donde viene la razón por la que escribo también otro tipo de canciones. No lo hago porque quiero quedar bien con un personaje o con una idea de lo que soy. Simplemente creo que como compositora tengo que expresar lo que me está pasando, como me voy sintiendo, con qué me siento identificada y listo.
-¿Hacia dónde apuntan las nuevas canciones que estás construyendo?
-Temáticamente hay de todo. También hay mujeres, hablo del del miedo, que está ahí, pero también del amor. A mí, el amor me encanta. Escribir sobre el amor, desde diferentes lugares. Hay un poco de todo. Hay despecho… He pulido mucho estas canciones, porque ahora me gusta tocar canciones en mi casa. Es raro; antes no me pasaba. Antes escribía la canción, me metía a grabarla, me la aprendía en los ensayos para salir de gira; y hoy, no. Hay algunas que me ha llevado un largo tiempo grabarlas porque tenía ganas de tocarlas en los shows. Tal vez, nada más que por contradecir lo que hice antes ahora lo hago de otra manera.
-El 24 de noviembre cumplís 50 años. ¿Cómo te llevas con eso?
-La verdad es que me gusta llegar a los 50. No soy una persona que esta peleada con la edad. De hecho creo que hay mucha carga en las mujeres, con la edad. Creo que es algo mucho más con las mujeres que con los hombres. Pero bueno, es una de las cosas que estamos trabajando el tema… (Risas) La única vez que tuve una crisis con esto de las decenas fue cuando iba a cumplir 20 años. Imagínate. Pues, desde entonces me parece ridículo tener algún tipo de crisis.
-¿Qué tipo de crisis tuviste?
-A los 19 sufría, creía que era el fin de mi vida. Pensaba: “Tengo 19, voy a cumplir 20, me quiero morir. Qué onda con eso. ” Así que después de eso, todo ha sido fácil. Y me gusta. Siento que a los 50 hay una cosa bastante encaminada, que lo que he construido me gusta, y que a la vez puedo seguir aprendiendo e inventando cosas. Me siento como feliz con lo que he construido y deconstruido hasta este momento de mi vida. Y estoy contenta con lo que viene. Me da curiosidad. En estos últimos tres años es como que he logrado llegar a un punto en el puedo decir que estoy como en paz con el interior y con el exterior. Todo está viviendo un buen intercambio, y en ese sentido se me hace bonito. Yo veo a Patti Smith, y pienso que quiero legar a ser como ella, una mujer satisfecha, haciendo cosas, creativa… En un sentido, muchos fantasmas que tenía antes, a los 30 o 20, sobre los 50, tenían que ver con una imagen que nos impone mucho la sociedad. Las mujeres, a esa edad desaparecen, no existen más en los medios de comunicación. Entonces, en mis 50 quiero sacar un disco, irme de gira, hacer un ejercicio de que: ”Ey, la vida sigue”. Y no hay estructuras que te manden. Se me hace bonito eso.
-En la actualidad, la “deconstrucción” suele aplicar al hombre, pero vos lo mencionaste en primera persona.
-Es que como mujeres también tenemos que enfrentarnos con un montón cede cosas que tienen que ver con cómo nos criamos y cómo tiene que ser nuestra vida. Siempre me sentí mal porque nunca hice la vida que mis papás querían que hiciera. Y lo digo en pasado porque mi papá cambió mucho. Pero cuando yo era chica era, él era un señor norteño conservador. Eso de que “cómo que no sabes cocinar” y “qué vas a hacer cuando te cases” . Entonces, tenía un jaleo en mi cabeza de hacer una vida “correcta”: casarse, tener una carrera y un trabajo decentes…
-¿Decente?
-Sí, porque cuando mi papá me preguntó por primera vez qué iba a estudiar y le dije música me dijo que no era una carrera. Y mucho menos la segunda opción, que era Letras. Y quitarte la idea de cómo tienes que ser es una manera de deconstruirte. Quitarme todas estas cosas con las que crecí y sentirme bien aterrizada con las decisiones que he tomado y con la vida que he hecho es para mí encontrarme en un buen momento de balance, de deconstruir fantasmas. Porque, de alguna manera, hasta nuestros deseos parecen estar alimentados por una cuestión que no tiene que ver con nosotras.
-¿Hay canciones que hayas cantado que hoy no volverías a interpretar?
-Entre las mías, no. Y no puedo juzgar a las canciones, para nada. Puedes decir que José Alfredo habla de ese regodeo, ese sufrimiento de que la mujer era siempre la mala, que lo maltrató, que lo dejó… Pero bueno, él así vivía y tenía toda esa idea, en ese momento. Y canto sus canciones con mucha felicidad. Como puedo hacerlo con una de Armando Manzanero. Me pareció bien que los Café Tacvba decidieran cambiar la letra de La ingrata. Es un gesto que tiene más que ver con el grupo que con sus fans, pero está bueno. Pero cuando se trata de canciones más viejas, de otros artistas, no sé si puedo juzgarlas. Es como el tema del lenguaje inclusivo. Tengo muchas canciones en las que hablo de nosotros, y no sé si me puedo meter a decir “nosotres". Me gusta lo que cuestiona y el diálogo que genera, pero me parece incómodo cambiarlas. De algún modo, formo parte de una generación en la que nos acostumbramos a que él es descripto como “la humanidad” y ahora estamos cuestionando todo eso.
-¿Invisibilizar películas, cambiarle las letras a canciones o finales a obras de teatro u óperas, no dificulta la posibilidad de que las generaciones que vienen puedan saber cómo la humanidad fue, precisamente, deconstruyéndose? Imagino a alguien diciendo, dentro de 50 años, "ché, ¡que mirada progre tenía este tal José Alfredo Jiménez sobre la mujer!"
-(Risas) Pues sí. .. Pero están las grabaciones. Y creo que está la literatura, están los griegos que no nos van a dejar dudar de que la humanidad siempre ha tenido tiempo para regarla. Pero también da para tener un diálogo y pensarlo. Porque en la literatura se me hace difícil que se diga que una historia ya no va más. Yo son fan de Henry David Thoreau, y hace un tiempo, en las redes, una chica lo cuestionó porque su mamá le lavaba la ropa y le llevaba de comer. Pues, ¡para! No puedes descalificar a una persona que estaba en un contexto muy particular, y quitar todo lo que hizo, lo que inspiró, los movimientos pacifistas, lo que ocurrió con él. Hay como un balancearse en lo que quieres rescatar y cómo quieres crear ese diálogo. No se puede anular. Me parece también muy loco el hecho de quitar películas, por más que ahora sean leídas de otra manera. Porque también pueden ser un aprendizaje. Digamos que hay cosas que sí está bueno que tal vez haya que cambiar, pero hay que encontrar cuáles rescatas y cuáles no.
Julieta Venegas presenta Julieta Venegas íntimo Live Streaming, el sábado 22 de agosto a las 21 horas (Chile y Bolivia a las 20; Ecuador , México, Perú y Colombia a las 19; España, a las 02 del 23 de agosto). Entradas disponibles a través de www. julietavenegas. live y https://www. ticketek. com. ar/julieta-venegas/live-streaming
E. S.