La historia detrás de un vidrio. Primero, los cristales que limpiaba como cadete a los nueve años, en Tucumán; después, la pantalla vidriada que empezó a construir en los sesenta. Una frase le servía para sellar con elegancia las bocas de aquellos críticos que tildaban su aire de "grasa": "¿Cómo no complacer a esos sectores que bajan del andamio para llegar a sus casas después de 14 horas de trabajo?
Le quemaron dos teatros. Lo expulsaron de su despacho televisivo a punta de pistola. Lo amenazaron. Secuestraron a su hijo. Lo estafaron. Ganó millones, pero también los perdió. Alejandro Romay fue Zar, pero a la vez, peón, obrero y artesano del entretenimiento. A cinco años de su muerte sale a la luz otra faceta: la del que salvó vidas anónimamente.