Sabemos que José de San Martín fue el conductor militar de la Revolución de Mayo, que permitió nuestra independencia de España, pero quizás no supiéramos que leía libros prohibidos por la Inquisición y que la lectura lo apasionaba. O que dominaba muy bien el inglés y leía Historia, Economía política, y que entre esas lecturas La riqueza de las naciones, de Adam Smith, lo marcó para siempre. Era, además, muy fanático de Voltaire, uno de los tres ideólogos de la Revolución Francesa y también de la pintura -pintaba barcos-, y de la música: amaba a Beethoven. Aprendió en España las artes de la guerra, y fue un cuadro político. En 1808, fundaba la Logia de Cádiz, con un grupo de gente que se prepararía para volver a sus países a encarar las respectivas revoluciones.
En sus libros y también a través de las columnas que publica cada domingo en revista Viva de Clarín, Felipe Pigna contextualiza e interpreta los episodios de la historia argentina con la deliberada intención de aportar una visión abarcadora: sus relatos y biografías profundizan en las contradicciones de sus protagonistas y dan sentido a los hechos sobresalientes.
"Eric Hobswam decía que la función de la historia es mostrar las fotos completas, no los recortes -ha dicho él-. Creo que es una buena síntesis de nuestra función. Entre el camino de la opinión y las conveniencias -que llevan a ocultar algunas cosas y exaltar otras en función de caprichos personales-, y el del profesionalismo y la seriedad, yo elijo el segundo. La historia es políticamente incorrecta, y uno no trabaja para complacer a los demás, se propone contar lo que pasó, nada menos".