Si los 27 años que vivió Kurt Cobain fueron una collage de vértigo galopante, el tiempo que precedió su trágico desenlace se movió con la violenta velocidad de una montaña rusa: las desorientadas semanas del tour del adiós con Nirvana; los desenfrenados días del último intento de rescate por medio de una fallida desintoxicación; las inciertas horas detrás del paradero de un músico enfermo que había dejado a su familia sin previo aviso y tenía en la soledad de su casa la compañía de una escopeta prestada; los desoladores minutos en los que escribió una carta de despedida y dejó huellas para que lo reconocieran; los desgarradores segundos en los que se aferró a la reserva de coraje que le quedaba para la decisión final; el instante en el que apretó el gatillo… Y una ciega y sorda eternidad por delante, en la que ya nunca más pudo ver a su hija crecer ni escuchar a sus fanáticos lamentar su destino mientras siguen resonando los acordes de su música y su rebeldía, el legado que le dejó a toda una generación.
Kurt Cobain decidió que ya había vivido, disfrutado y sufrido lo suficiente 44 días después de haber llegado a su cumpleaños 27. Su muerte pasó a engrosar la lista de los jóvenes talentos paridos por el rock que partieron a esa edad: Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison y Brian Jones lo antecedieron. Años más tarde, la británica Amy Winehouse se sumaría a la nómina.