Que si es o no una mirada sobre La Divina comedia de Dante Alighieri -a mí me recuerda más a El bar, de Alex De la Iglesia, con cosas de la saga de El juego del miedo, que inició James Wang, el director de El conjuro-, El hoyo está dando que hablar por ser, al fin y al cabo, una película de entretenimiento perversa. Porque es ultraviolenta, a veces es difícil de sostener la vista en la pantalla, habla de la lucha de clases y por su final, que para muchos es incomprensible.
El hoyo, que fue premiada en su paso por Toronto, y en Sitges, el festival sobre cine fantástico, se llevó los premios a la mejor película y el de la crítica, muestra a la humanidad como si no fuera otra cosa que una especie egoísta, animal. Pero ¿cómo romper esa cadena?