Las milongas, el barrio de Flores, las miradas de reojo, el amor platónico y esa sensación de que Dios existía en los ojos de Amalia. La leyenda de la noviecita adolescente de Jorge Bergoglio, mal llamada la novia del Papa Francisco, que llegó hasta las primeras planas de Kazajistán, fue fuente de inspiración en Los dos Papas. Dentro de la película de Netflix, dirigida por Fernando Meirelles y protagonizada por Jonathan Pryce y Anthony Hopkins, otra más chiquitita, la de una empleada administrativa argentina que no puede creer que sus firuletes tangueros recorran el mundo.
A Sofia Cessak, la Amalia de la ficción, le cuesta vencer la timidez y entender que no va a despertarse de lo que está viviendo. Tiene 24 años, trabaja todos los días en una oficina, y se mantiene en silencio pese a que su apellido polaco forma parte de los créditos de un tanque del gigante del streaming. Empezó a bailar a los 14, gracias a un taller de su colegio, el Nacional Buenos Aires, pasó por las aulas actorales de Augusto Fernandes, estudia Licenciatura en actuación en la Universidad Nacional de las Artes y (aquí el dato que fastidiaría a Francesco) es hincha de Huracán.