Daniel Melero habla con una impaciencia adorable. Es como una ventana a lo irreal. No puede uno ser su interlocutor válido si viene de zafar de un lío de tránsito por un piquete y, acto seguido, pretende entrevistarlo. Melero da batalla con su propio ritmo mental. Dice que "el rock hoy está en la genética" y que tal como lo conocemos, ya cumplió su función. Algo así como que con pioneros al borde de los 80 años (Willy Quiroga de Vox Dei) esto del rock ya es “cultura” y las culturas se parecen a piezas de museo. Sus ideales, sus metas, sus ilusiones -las del rock- han sido materializadas hace tanto tiempo que, según Melero, más que parecerse a sueños, dan sueño.
A simple vista hay algo fatalmente menottista en su rostro. El jopo cayendo pesado y arltiano sobre su frente. Fumando en la tapa de Travesti (sólo ahí). Moviendo sus dedos inquietos de administrador de bienes culturales. Recordando su pasado de influencer exquisito de la “movida sónica” (Babasónicos, Juana la Loca, Los Brujos y epígonos). Inagotable animador de trastiendas, esto nos lleva a pensar –y se lo preguntamos- si su gran obra acaso haya sido saber no estar del todo en el lugar correcto y en el momento adecuado.