Es 1992 y Cris Morena invita a los chicos a jugarse. Jugate conmigo, prendas, enchastre, tirolesas, coreografías, adolescencia, efervescencia, bandos, los chicos, las chicas. Diego se siente mujer, pero no puede decírselo (todavía) a su padre. El mundo, televisor adentro, es mejor: hay alguien que le pone luz a la pantalla y se llama Romina Yan. No hay dolor todavía, no hay despedidas, no hay prejuicio, sólo existe esa cancioncita retumbando en los cráneos, esa cortina que a algunos nunca se les irá de la cabeza: Ju-ga-te ya.
Romina Escobar se acuerda milimétricamente de ese programa, de esos compases, de ese tiempo en que iniciaba una transición. Ahora "todo es hermoso", todo es futuro, pero hubo un camino de remo y ripio. En febrero pasó por la alfombra roja del Festival de Berlín, por su protagónico en la película Breve historia del planeta verde, de Santiago Loza. Primera vez fuera del país. En horas se irá a México por la misma razón. Este parece ser su año: al cine se sumó el vendaval de la televisión, con su papel de Pía en Pequeña Victoria (Telefe).