Como parte de cierta leyenda se afirma que “el primer desnudo en el cine argentino” fue el Olga Zubarry, quien durante la década del 40 apareció con su espalda sensual en lo que se convertiría, también, en una película de culto: “El ángel desnudo”. Sin embargo, su cuerpo estaba cubierto por una malla color carne.
Armando Bó le prometió a Isabel Sarli que utilizaría el mismo dispositivo para filmar “El trueno entre las hojas”, la película que marcaría el despegue de la dupla. Promesas. Bó se salió con la suya y la que aparece en ese despliegue de sensualidad, totalmente desnuda, es Isabel Sarli. La película se estrenó en noviembre de 1958 y el guión era de un joven paraguayo que luego se convertiría en uno de los más notables escritores latinoamericanos: Augusto Roa Bastos. La película tenía su cuota de denuncia social (intentaba denunciar la explotación de los obreros en un aserradero) pero, a la vez, esa cuota de erotismo que la convertirían en “pasión de multitudes”. Y la versión original de Roa Bastos no tenía la carga erótica de la película.
Fue sólo una escena, tan solo en una escena, la que convirtió a Isabel Sarli en una diva del cine argentino: cuando se baña, distraídamente, en un arroyo. Esa imagen desfiló por la imaginación de millones de argentinos, en varias generaciones. Las críticas sobre sus “actuaciones” podían ser demoledoras pero, en aquel mismo imaginario popular, ningún recuerdo sería comparable a la Isabel Sarli que se acomodaba y acariciaba su larga cabellera negra. Y a la exuberancia de sus pechos.
Hay muchas versiones alrededor de la película y de las “estrategias” de Armando Bó para convencer a Isabel Sarli de filmarla. Por ejemplo, la llevó a ver una película de Ingmar Bergman -ya prestigioso- que contenían algún desnudo. Otros sostienen que Roger Vadim había creado un sex symbol de primera clase mundial con Brigitte Bardot, al filmar “Y Dios creó a la mujer”. Y que Armando Bó estaba obsesionado con crear su propio sex symbol.
También se dice que ante la negativa de Isabel Sarli de filmar desnuda, Bó la convenció de que la cámara estaría lejos y que apenas se la vería. . Por supuesto, eso no sucedió. En muchas entrevistas, Sarli contó que al ver la película, estaba tan indignada, que rompió el escritorio de vidrio del directo, con un cenicero. Incomprobable.
Todavía en esa época, Isabel era acompañada por su madre María Elena, quien también viajó a Misiones para la filmación y se escandalizó cuando Bó les habló de filmar el desnudo. Al final, la dejaron lejos, para que no complicara. El director le habría servido whisky a Isabel Sarli para animarla y ella, que hasta entonces no había bebido una gota de alcohol, se mareó. Así habría recibido órdenes: “Andá sacándote la ropa. .. Metete al agua, Coca”. Pero Isabel lo desmintió “recién en 1968 tomé algunas gotas de whisky para calmar los nervios”.
Bó había dirigido películas que podían calificarlo como un director de alto nivel (como “Pelota de trapo”), pero fue desde “El trueno entre las hojas” que se definió una búsqueda y un estilo que luego, en discutible calidad, quedaría marcado: paisajes silvestres, música de Luis Alberto del Paraná, violencia, crítica social, guiones hasta ingenuos. Apenas los censores vieron “El trueno. .. ”, la prohibieron para los menores de 18. “Su cuerpo es demasiado insinuante, provocativo, casi indecentes por los sentimientos que provoca”, indicaba el informe.
El erotismo se acentuó en la década del 60 y, si bien eran objeto de la persecución de los censores, esto a la vez le generaba mayor atracción. A partir de esa situación tenían dos versiones de las mismas películas (la más suave para la Argentina, la más fuerte para el exterior).
“Sabaleros” fue la segunda película, sin tanta trascendencia como “El trueno. .. ”, pero Isabel ya era una superfigura y hasta recibió un reportaje de cuatro páginas en la edición estadounidense de Playboy.
La popularidad de Sarli crecía por dos imágenes, en apariencia contrapuestas: la sexualidad de sus películas y “la mujer de su casa”, que cuida a los suyos. Fue la actriz Bárbara Mujica quien, en un pasaje de “Fuego” (1968) dio -acaso- la más precisa definición: “Eres una mezcla de ángel y demonio”.
Muchas décadas más tarde, con Bó muerto e Isabel recluida, tuvo actuaciones esporádicas. Y la reivindicación de directores como Jorge Polaco quien la convocó en 1996 para “La dama regresa”. Según Polaco “la grandeza de Isabel reside en vivir cinematográficamente lo cotidiano”. También fue convocada para la campaña publicitaria de “Americano al Sur”, de la indumentaria Ona Sáez, desafiando los preceptos del modelaje con cuerpos esbeltos, lánguidos. Santiago Sáez, de la marca, explicó que “Isabel siempre transmitió autenticidad, rebeldía. Fue una vanguardista que, con sus desnudos, se adelantó a todo lo que después sería la belleza femenina”.
Carne (1968). El clásico: acaso su papel más polémico y famoso. Interpreta a Delicia, la joven empleada de un frigorífico suburbano, que es interceptada violentamente por un grupo de hombres, comandado por Romualdo Quiroga, y sometida a una violación sobre una res de carne. De ahí la célebre frase, “carne sobre carne”, promulgada por su atacante.
Fuego (1969). Ninfomanía: un hito en la historia del cine argentino. Filmada parcialmente en Nueva York, y estrenada un par de años más tarde, es una de sus cumbres eróticas. Encarna a Laura, una mujer ardiente, atormentada por no poderle ser fiel a su marido Carlos (Armando Bó). El célebre director John Waters la considera una de sus películas favoritas, y así la presentó en un festival en Maryland.
Fiebre (1972). Yegua y potro: como Sandra, una intensa mujer que vive teniendo flashbacks con recuerdos de su fogoso amante muerto (Armando Bó, quien otro), mientras sublima a partir del sexo entre caballos. Entre la zoofilia y los paisajes oníricos, fue rodada en los campos de Pergamino y es parte de la trilogía más festejada por sus fans. A nivel mundial, estuvo entre las 50 películas taquilleras de aquel año.
Fuente: http://www.clarin.com/espectaculos/video-isabel-sarli-peliculas-coca_0_G-0jAtKW2.html